Mientras ella pronuncia el discurso de entera dignidad universitaria en la sede de Sartenejas, una dirigente nacional del gremio profesoral va a dialogar con Maduro Moros a Miraflores o el rector de la Universidad de Los Andes invita a sentarse con sus verdugos dizque para discutir la propuesta de ley que ya no tienen necesidad de imponer, como lo hicieron con el viciado convenio colectivo. El contraste es demasiado elocuente, aleccionador y, seguramente, generador de consecuencias que nadie podrá atajar, quedando al desnudo los colaboracionistas.
A los narcisistas que hacen la política de los días que corren, seguramente no reparan en una circunstancia: la radical autenticidad del gesto, la pertinencia de la palabra que multiplica y la limpia convicción que insurge, imposibles de reproducir en una jugada de laboratorio. Cabal expresión de la vida universitaria, a Gabriela le esperaba una ovación de pie tras el solemne reconocimiento a su elevado desempeño académico (summa cum laude), pero ella prefirió denunciar la realidad que vive su casa de estudios, sin esperar la ovación digital que vino después.
Le salió del alma y, con serenidad, continuó hablando a pesar del indecible desplante del triunvirato rectoral que abandonó el auditorio. E hizo muchísimo más que la dirigencia tan vocinglera que, entendemos, como la prensa, ha buscado todos los caminos para una entrevista y una fotografía junto a la valiente y novel arquitecto.
Álvarez, es lo que suponemos, retiró después el título por secretaría, colgada la medalla por sus padres, entendiéndose esto por un acto privado, porque – aún más – la merecida distinción académica fue negada al aplauso público de la audiencia. La intolerancia de las autoridades que no ocultan el sectarismo político que las condujo inconstitucionalmente a encabezar la universidad, guarda exacta correspondencia con la de un régimen absolutamente incompatible con el espíritu universitario.
Dedicada con exclusividad a sus estudios, ya sabemos que jamás fue indiferente a la tragedia que tiene por domicilio a la Universidad Simón Bolívar con voces muy consecuentes también con el destino de toda el aula venezolana. Lo ocurrido recientemente en Sartenejas, reafirma nuestra confianza esperanzadora en la juventud venezolana que, desde sus más genuinos espacios, lucha por una transformación histórica con la humildad de sus poderosas verdades.