Los multimillonarios créditos de China a un puñado de países de la región entraron en pausa. Durante los últimos dos años no se han emitido nuevos préstamos. Expertos explican el freno de los créditos directos de China a los gobiernos, argumentando que en este momento se enfocan en hacer préstamos a sus propias empresas con presencia en Latinoamérica.
Por Jaime Moreno | Voz de América
Desde 2007 y de manera ininterrumpida, China venía financiando a países de interés estratégico por sus recursos energéticos. Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina, fueron los mayores receptores de los 117 créditos por un monto de 137.000 millones de dólares otorgados por el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación- Importación (Exim) de China.
Entre las condiciones generales de estos préstamos está pagar parte de ellos con petróleo y usar los créditos en compras a China y hacer contratos a firmas de ingeniería de ese país para facilitarles el aterrizaje en la región. En 2010 los préstamos alcanzaron el pico más alto de desembolsos por 34.500 millones de dólares para Latinoamérica.
China logró que los préstamos a los gobiernos para grandes obras de infraestructura fueran ejecutados por sus propias empresas para ayudarles a ganar experiencia en Latinoamérica, en un momento en que “no tenían conexiones del todo. No conocían a nadie. No entendían los ambientes de operación e inversión…Por lo tanto (los préstamos) fueron una manera natural de como China ayudó a esas empresas a establecerse… y por eso todos esos créditos”, dijo a la Voz de América, Margaret Myers, investigadora del Diálogo Interamericano en Washington.
En su más reciente publicación sobre el papel de los créditos de China en la región, Myers identifica que los créditos que antes iban a los gobiernos ahora están siendo dirigidos directamente a proyectos en los que participan empresas chinas que ya tienen sus “propias conexiones, ya no necesitan la asistencia. Pueden conseguirse sus propios negocios…es un mecanismo diferente”, explica Myers. En 2020 y 2021 el Banco de China y el Banco Industrial y Comercial de China, desembolsaron 12 créditos directos a los proyectos privados o alianzas público – privadas en sectores de energía, minería e infraestructura en Argentina, Perú, Brasil, México y Colombia.
Mientras las empresas chinas lograron consolidarse en la región, los gobiernos que les ayudaron en ese propósito terminaron excesivamente endeudados. Los multimillonarios créditos entregados por China sin medir la capacidad de pago de los países, “pudo alentar a los gobiernos a gastar más allá de sus posibilidades, catalizando el problema de la deuda en el futuro”, asegura Stephen Kaplan, en su nuevo libro sobre la política económica de financiamiento que le aplicó China a Latinoamérica.
El caso de los préstamos chinos “desfavorables” para Ecuador
Ecuador le debe a China cerca de 5.000 millones de dólares, equivalente al 11% del total de su deuda externa. La situación apremiante para Ecuador es que debe pagarle a China el 42 % por ciento de esa deuda, de 2.077 millones de dólares antes de finales de 2024 con barriles de petróleo a un precio que Petroecuador considera desfavorable porque pierde 3,6 dólares por cada barril entregado a China. Desligar la deuda con China del petróleo y extender el plazo para pagarla fue la solicitud del presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, a su homólogo Xi Jinping en la visita de febrero a China y es un asunto en discusión.
Mauricio Pozo, quien fue ministro de Finanzas de Ecuador entre 2020 y 2021, y lidió con la herencia de los créditos chinos contraídos por el expresidente Rafael Correa, asegura que las condiciones pactadas fueron muy “desventajosas” porque algunos créditos están atados a los contratos de petróleo. “Me parece que fueron operaciones que no respondían al principio de endeudamiento público en general, como es la garantía soberana del estado y que no haya ningún otro tipo de garantía, dijo el exministro Pozo a la Voz de América.
Los préstamos tradicionales del Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo o del Fondo Monetario internacional, no están atados ni al petróleo ni a ningún otro activo del Estado. Mucho menos a imponer la compra de bienes o servicios de un país determinado. En la mayoría de los casos, la condición es que los países adopten ciertas medidas fiscales para garantizar que el pago de la deuda sea sostenible en el tiempo, y esa es la gran diferencia con los préstamos chinos.
A pesar del sobre endeudamiento asumido por Ecuador y otros países de la región con China, el exministro Pozo no cree que los créditos de Beijing a los gobiernos vayan a desaparecer por completo. “No necesariamente quiere decir que ya no le va a volver a prestar al sector público. Puede ser que estén prestándole más a ciertas compañías, pero es parte de la estrategia de mayor presencia en la región” para ganar terreno en el financiamiento del sector privado.
Con Venezuela los chinos se “quemaron los dedos”
La incertidumbre para recuperar el dinero prestado sobre todo a países como Venezuela, que recibió cerca de la mitad de los préstamos, por 65.000 millones de dólares, es otra de las razones del freno de China a la emisión de nuevos préstamos a los gobiernos, según Margaret Myers. “China ha enfrentado este problema previo a la pandemia y durante la pandemia se ha convertido en mucho más que un reto. Hemos visto esfuerzos de China para reestructurar los términos de algunos de los tramos de la deuda en Venezuela y también en Ecuador”, aseguró Myers. Los préstamos están siendo pagados, pero más lentamente de lo que China había estimado inicialmente.
Jorge Heine, integrante de la Iniciativa Global de China en el Centro de Políticas de Desarrollo Global de la Universidad de Boston, dijo a la Voz de América que efectivamente China “se quemó los dedos” con Venezuela porque el país “le sigue debiendo 19.000 millones de dólares a China”, pero aseguró que tal vez la razón más importante por la que China reorientó su estrategia de préstamos a los gobiernos en Latinoamérica, es que China “se va a concentrar más en el desarrollo y en la inversión interna en los próximos años”.
Heine, quien también fue embajador de Chile en China, coincide en que las empresas chinas en Latinoamérica ya no dependen únicamente de contratos de obra atados a los créditos chinos porque ya llevan un tiempo participando en licitaciones abiertas en países en los que no hay préstamos de gobierno a gobierno como en Chile, Colombia, Perú o México. “Las empresas chinas se han dado cuenta que, para participar en proyectos en América Latina, tienen que poder ganarlos en licitaciones abiertas, concursos abiertos porque si no, no van a tener acceso a los proyectos”, aseguró Heine.
Después de 14 años desde los primeros desembolsos de los créditos chinos a los gobiernos, no todos los proyectos ejecutados fueron exitosos por temas de corrupción, conflictos con las comunidades, laborales y ambientales. “Algunos ni siquiera han sido completados, como el ferrocarril Tinaco-Anaco por 2.700 millones de dólares en Venezuela y una planta procesadora de arroz en Delta Amaruco por 200 millones de dólares. Sin embargo, los bancos chinos continuaron otorgándole préstamos a Venezuela”, asegura un informe de la organización Latinoamérica Sostenible, que documentó la falta de seguimiento de China a los proyectos que estaba financiando. “En el caso de Venezuela mucho del dinero desapareció del todo. Es poco el beneficio en términos generales”, asegura Margaret Myers.
Desde los primeros créditos de China a los gobiernos, Beijing logró venderle más productos a Latinoamérica y accedió a nuevas fuentes de petróleo. Además, consolidó sus firmas de ingeniería en la región a costa del elevado endeudamiento que terminaron asumiendo los países que contrajeron los multimillonarios créditos que ahora intentan renegociar con China.