La masacre ordenada por Putin en Ucrania ya adquirió rasgos demenciales. Las imágenes de Bucha y otras poblaciones, de civiles acribillados a las puertas de sus domicilios y de otros ejecutados a sangre fría con sus manos atadas a la espalda, superan la crueldad del bombardeo de Guernica en 1937, por las aviaciones alemanas e italianas, al cual se refirió el Presidente Volodímir Zelensky. Si hacía falta horrorizar aún más a los ucranianos –y a la humanidad entera que contempla este espanto– en la madrugada de este viernes la artillería del sátrapa bombardeó una estación ferroviaria, colmada de familias que angustiadas buscaban cómo huir de la atrocidad ya convertida en exterminio. La invasión de Putin es la continuación por otros medios del Holodomor (Exterminio por hambre) ordenado por Stalin y que causó cinco millones de ucranianos muertos por inanición en 1933 (*).
El mundo ha reaccionado: en la Asamblea General de ONU 141 países, con solo 5 votos en contra, condenaron la invasión rusa exigiendo el retiro inmediato de Ucrania, sin condiciones. Posteriormente, con 79% de los votos válidos la Asamblea suspendió a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU
Putin es el gran paria del momento. Sobresale sobre sus pares que, por complicidad, abyección o ruindad, suscriben su horrendo crimen: los regímenes de Bielorrusia, Corea del Norte, Nicaragua, Siria, Venezuela, cuyos gobernantes son también parias en el mundo.
Esta es una tacha para los venezolanos porque abrumadoramente condenamos este genocidio, deseamos la derrota y el enjuiciamiento de Putin como criminal de guerra. Es el momento para mostrar al mundo la cara real de nuestro sentir colectivo, correspondería a los dirigentes de la oposición democrática convocar una gran movilización nacional que nos solidarice con el Presidente Zelensky y con nuestros hermanos del pueblo de Ucrania.
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Applebaum, Anne, Hambruna roja: la guerra de Stalin contra Ucrania, Editorial Debate, Barcelona, 2017.