El papa Francisco proclamó el pasado miércoles que la guerra en Ucrania, como todas las demás, «representan un ultraje a Dios, una traición blasfema al Señor», durante la audiencia general celebrada en el aula Pablo VI. En eso tiene toda la razón su santidad, ya que semejante genocidio es una masacre ante la cual nadie debe mostrarse indiferente ni mucho menos permisivo. Hizo bien la Asamblea General de la ONU en excluir la representación de Rusia de la Comisión de Derechos Humanos y ahora falta que la misma suerte, corran los impostores que alardean ser defensores de esos derechos, alzando los pendones de las falsas revoluciones de Cuba y Venezuela.
Pero si lo del número de niños muertos a consecuencia de la guerra en Ucrania, desde el inicio de la invasión rusa el 24 de febrero es grave, ya que se eleva a 191, según las cifras difundidas este miércoles por la Fiscalía General ucraniana, confirmando que “la mayoría de los menores fallecidos se dio en la región de Donetsk, en el este de Ucrania, parcialmente ocupada por las tropas rusas”, el saldo de la tragedia que suma a los miles de niños venezolanos que han perdido la vida o están condenados a muerte por desnutrición crónica, es igualmente terrorífico! Esa es la verdad que cubre de luto a centenares de miles de hogares venezolanos, en cuyo seno, los padres lloran a sus criaturas.
Según cifras de la Unicef, dos tercios de los niños ucranianos han tenido que dejar su hogar por la guerra. Ello supone unos 2,8 millones, del total de 7,5 millones de menores de 18 años ucranianos, entre los desplazados internos y los que han dejado el país, solos o acompañados. Pues bien, la misma Unicef ha certificado la tragedia humanitaria compleja que experimentan millones de venezolanos que conforman la masa de desterrados más grande del mundo, junto con la de los Libios, que llevan más de diez años continuos en guerra. ¡Estamos hablando de miles de niños que no pueden incorporarse al sistema escolar, además de que no reciben asistencia de salud adecuada ni se alimentan “como Dios manda”, porque sus padres están desempleados o perciben salarios de hambre! Niños que integran ese porcentaje insólito de 96% de familias en condiciones pobreza en el país otrora más rico del mundo en petróleo.
Pero la tragedia se extiende también hacia Cuba y Nicaragua, tal como lo reveló Estados Unidos el martes 12 de abril, en el cual se precisa que “la impunidad es el gran escollo para los derechos humanos en América Latina”. Al respecto destacó que “la mayoría de crímenes quedan sin investigar o se resuelven de manera ineficiente en países como Cuba, Nicaragua, México, Bolivia, Perú y Venezuela”.
En el capítulo dedicado al caso de Cuba, dicho dictamen indica que “en julio pasado se produjeron las protestas más grandes en décadas, para exigir el fin de la represión”. Se asegura que “muchos manifestantes fueron arrestados y encarcelados en condiciones crueles, mientras que otros tuvieron que exiliarse. Los funcionarios del gobierno, bajo las órdenes de sus superiores, cometieron las mayores violaciones de los derechos humanos”, todo eso está confirmado por el Departamento de Estado.
Respecto a la tragedia de Nicaragua, Estados Unidos subraya que el dictador, Daniel Ortega, ejerce un “control total tras adjudicarse un cuarto mandato consecutivo en las elecciones de noviembre pasado, después de encarcelar arbitrariamente a casi 40 figuras de la oposición”. Igualmente se ofrecen detalles que permiten confirmar que “la dictadura de Managua sigue sin investigar ni perseguir a las autoridades responsables de los 355 asesinatos y las centenares de desapariciones durante las protestas de 2018”.
Por todo lo antes narrado, hagámosle saber al Papa Francisco, que eso TAMBIEN es un ultraje a Dios.