Alfombras hechas con ropa reciclada una práctica tradicional y ecológica en Túnez

Alfombras hechas con ropa reciclada una práctica tradicional y ecológica en Túnez

 

Najet deshilacha un pantalón vaquero que pronto se convertirá en una alfombra de diseño, un saber tradicional y ecológico que las tunecinas practican desde antes de que fuera una moda y que está en el centro de un proyecto social y solidario extendido por todo el país.

“Yo aprendí a tejer colchas y kachabias con mi madre”, contó a la AFP Najet de 52 años. Hoy está dedicada a las alfombras. “Me gano bien la vida y trabajo desde mi casa”, afirmó.

Su sobrino, Mehdi Baccouche, un franco-tunecino de 33 años, tuvo la idea en 2014 de encargarle una alfombra para unos amigos.

Entonces el proyecto pasó de una modesta página en Facebook titulada Mensej, el oficio de tejer, a un proyecto que en 2016 dio a luz a la asociación Shanti que compra las piezas con anterioridad y se encarga de las ventas.

Hoy, le da trabajo o al menos un ingreso a 12 artesanos de un oasis pobre en Nefta, a 500 kilómetros al sur de Túnez.

Al colocar la lana en el telar, Najet muestra con orgullo los motivos: “Esto sale de mi imaginación, yo preparo las líneas con los colores y ellos lo aceptan”, contó en relación a la asociación.

Los viejos gorros de lana o los calcetines que le sirven como materias primas para un bello tapiz negro, beige y con tonos dorados que vienen de la ropa del mercado local.

Shanti también abrió en Nefta una mercería donde los artesanos pueden disponer gratuitamente de restos de ropa multicolores que provienen de ventas de ropa usada o de restos industriales.

– Un nuevo rol social –
Según Fatima Alhamal, de 25 años, que ayuda a Shanti en Nefta, la mercería “representa una enorme diferencia” ya que antes los artesanos debían encontrar y pagar por la materia prima. Entonces cada pieza les daba entre 40 y 50 dinares (12 a 15 euros) y ahora ganan cerca de 120 dinares.

La asociación también mejora su espacio de trabajo y por ejemplo instaló aire acondicionado en una región que en verano sufre un calor tórrido.

Esta actividad, también tiene una repercusión en el rol social de las mujeres y las formaciones con los diseñadores les otorgan una apertura al exterior, afirma Fatima.

Al principio Baccouche soportaba las burlas por su arte popular que era descalificado como “una trabajo de viejas”.

“Fue importante demostrar que uno puede ser una señora que no tiene estudios, que no usa internet, pero que puede tener una actividad y vivir de eso”, destacó en relación a la baja tasa de ocupación de las mujeres en el sur del país.

La asociación encarga un máximo de cuatro alfombras por mes a cada mujer para evitar que estén sobrecargadas y que el trabajo no sea demasiado para la vida familiar.

El dinero no es entregado en efectivo sino en cuentas postales a nombre de las mujeres, para evitar que sus maridos les encarguen que hagan las compras, paguen la electricidad o la escolaridad de los niños, señaló Baccouche.

– “Un diseño actual” –
Shanti aplica el mismo sistema para otros productos que expone en una tienda solidaria bautizada como “L’Artisanerie”.

Este espacio reúne a creadores y coordinadores que ayudan a artesanos de otras regiones como Ain Draham, especializados en los muebles de ratán, de Tabarka famosos por sus cerámicas y de Mahdia que realizan bordados.

En cuatro años, más de 200 artesanos encontraron destino para sus creaciones y 60 trabajan habitualmente con esta iniciativa.

“Intentamos mostrar que se puede hacer algo 100% tunecino, con materias primas y con un conocimiento del oficio tunecino, pero con un diseño actual”, destacó Baccouche.

Estos artículos son vendidos a tunecinos amantes de la decoración o son exportados a empresas diversas. Indigo, que es un proveedor de Mango o de Zara les encargó 164 alfombras hechas con vaqueros.

“Intentamos poner en marcha toda una cadena de producción de logística ecoresponsable”, explicó Baccouche.

Por el momento, las ventas no cubren los gastos y muchas veces son ayudados por oenegés como Oxfam o por socios como Dinamarca. Pero esta incubadora acaba de extender sus proyectos a la agricultura sustentable o al ecoturismo.

 

AFP

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