Caracas, 19 de abril de 1812
Excelentísima Majestad
JORGE III
Rey de Gran Bretaña y de toda Irlanda
Su despacho.-
Su Real Majestad goce de una extraordinaria salud al momento de leer estas líneas de las lejanas Indias Occidentales, concretamente, desde la provincia de Venezuela adscrita al Reino de España, como interpretamos el estatus actual de un país que desea su independencia y, hoy, es algo más que una simple colonia de la península.
Ahora bien, a dos años de la declaración de la Independencia, formalizada en 1811 a través de un congreso constituyente, seguimos sufriendo los rigores de una situación por la que le pedimos su más entera, sabia, iluminada, docta e inspirada comprensión. Estamos bregando como el que más, firmes opositores a la corona española, pero – vuesa merced lo sabe mejor que nosotros – hay mil maneras de hacerlo y usted puede ayudar mucho a la causa. Una de ellas, es levantar las sanciones que le ha impuesto a los franceses que ejercen demasiada presión sobre los españoles y de éstos, lejos de mitigar el esfuerzo, los más díscolos lo redoblan para conservar las provincias de este lado del globo terráqueo, enfrentando la pólvora criolla con más pólvora de la metrópolis en apuros.
Quitar esas sanciones, nos parece importante para obligar a sentarse en una misma mesa de negociaciones a los realistas, porque ya no tendrían pretexto ni moral para resistirse. Sobre todo a Domingo Monteverde que se ha quejado de ellas, con la manifiesta indiferencia de Francisco de Miranda que le sigue buscando camorra. De acuerdo al clarividente de una localidad más o menos cercana, como la de Birongo, las cosas se ven feas en el mundo y nos puede agarrar una guerra de larga duración, cuando podemos reconciliarnos y resolver los problemas más angustiosos, juntos, unidos, crecidos y dispuestos. Por cierto, aunque el consultor no dio detalles al respecto, recomendaba una medicina semejante, como la de levantarle el bloqueo naval a los estadounidenses y negociar para que desistan de invadir a la norteamérica británica.
Somos muy realistas (lo decimos en más de un sentido, Su Majestad), por lo que nos dirigirnos a vuesa merced pasándole por encima al encargado de negocios que Su Alteza tiene destacado por estos lares, como igualmente, lo hemos hecho con nuestro afrancesado generalísimo que nos insulta llamándonos los nuevos amos del valle (e isla de Coche). Pero el glorioso e inexorable destino de nuestro hermoso, amable, bello, y generoso país, merece este tipo de abajo-firmismo que, nos dicen, será un muy acusado género epistolar todavía en el siglo XXI, cuando conquistemos plenamente nuestra independencia fruto de la comprensión, negociación, realismo, instinto de conservación de acuerdo al experto de Birongo que ha tenido a bien encuestar a todos sus colegas.
Sabiéndolo ocupado, no le fastidiamos más con este asunto, aunque le insistimos: ¡Ayúdenos, please!