Robarse los reales del Estado es otro signo del poder en este siglo, aunque hay otros que responden también al morbo personal: la disposición de inteligencia y contrainteligencia para averiguarle la vida a Raimundo y a todo el mundo, hurgando en los más recónditos secretos. La actividad no tiene límite ni control alguno, de modo que sirve para satisfacer la curiosidad del todo poderoso y facilitar la comisión de otros delitos: políticos, en relación a los opositores a los que puede sembrar de armas y de drogas, y ordinarios, porque sobrando tanta información, da para que directa o indirectamente, por cuenta propia o la de los colaboradores, extorsionen al más pintado. Por supuesto que los empresarios y los dirigentes políticos, así sean supermaduristas, están expuestos al chantaje. Estas historias de espionaje, información sensible, secretos muy delicados, etc., no son iguales en la Unión Soviética de la KGB o los Estados Unidos de la CIA, respecto al G-2 y el SEBIN o cualquiera de los despachos de seguridad e inteligencia que ya son numerosos al interior del gobierno usurpador, donde hay más hedonismo, concupiscencia, insania mental, falta de profesionalismo, chantaje que otra cosa.
Pero no quiero pasar por alto un detalle que me comentó un amigo tiempo atrás, durante una sesión en el hemiciclo de la Asamblea Nacional: Nicolás Maduro y la pequeña rosca que verdaderamente usurpa el poder están expuestos a las más variadas informaciones de inteligencia que los lleva a la sobresaturación y a la incorrecta interpretación. Esto trae dos o tres consecuencias para los hedonistas y concupiscentes del poder: tratan de evadir la más cruda, desnuda y profunda realidad de la que son culpables; esa información la dosifican a la familia inmediata, tratando de sacarla o tenerla en el extranjero el mayor tiempo posible; y sólo la comparten con los testaferros, en plural, porque alguno de ellos puede pagar con la traición y la delación apostando por un asilo en un país preferiblemente europeo que le permita disfrutar de los reales garantizados en un paraíso fiscal. Entonces, pregunté yo, ¿por qué tan vulnerables a esa información supersensible no terminan de cometer los errores que se esperan? Y el amigo, me dijo: porque a falta de criterio y visión de Estado, apelan a sus inmediatos y bajos instintos en un país en nada democrático: persiguen, matan y extorsionan.