Quienes tenemos la fortuna de recibir electrónicamente los textos semanales de Carlos Canache Mata, ya teníamos idea de lo que finalmente ha resultado un extraordinario tomo dedicado a Rómulo Betancourt, publicado gracias a la generosidad de la serísima Friedrich-Ebert-Stiftung. Por cierto, el autor buscaba desde mediados del año pasado un editor para un libro que no podían cubrir sus amigos más cercanos, por mucho que lo intentaron: este sólo contraste con los protagonistas y deudos del actual régimen venezolano, ahorra los comentarios.
Impensable décadas atrás, la presentación de la obra se hizo en la plaza cubierta de la Universidad Central de Venezuela y, aunque autorizaron el acto, no estuvo presente autoridad universitaria alguna, acaso, como una respuesta al allanamiento hecho por los remodeladores oficialistas de la casa de estudios. Muy concurrido, además del obvio protagonista, lo encabezaron Virginia Betancourt y Ramón Escovar León, con la participación de Katharina Wegner (de grata humildad, siendo la artífice de la edición), y la presencia significativa de las hijas de Raúl Leoni y Carlos Andrés Pérez que siguen en el país, porque lo quieren y no tienen ni lo pretendieron, la millonada de reales para derrochar físico en París, Estocolmo, Roma, Los Angeles o Washington.
El evento estuvo muy concurrido por justos y pecadores, quizá tan céntrica la universidad, quizá porque ya lo nos hay libérrimos en otras partes, notándose en algo la ausencia de la FCU-UCV que fungió como co-patrocinador. Esto no es de extrañar, pues, se ha hecho costumbre que las concurrencias no sean numerosas al tratarse de reivindicar la vida universitaria, o ninguna si de protestar a los burócratas y contratistas del gobierno se trata.
Hubo los viejos y nuevos amigos, añadidos los nuevos mejores amigos, gobernadores y ministros de otros tiempos, parlamentarios jubilados y vigentes, como los del 2015; un par de alacranes de la llamada AN del ´20 se acercaron y, aunque le respondieron el saludo entre-dientes, sembraron algo de pánico: una gráfica al lado de estos caballeros es fulminante. Evidentemente, creyéndolo un acto propio del edificio de La Florida que le quitaron (o se dejaron quitar), estuvieron los adecos: Ramos Allup se plantó a un costado, parado, viendo un acto con la única y caballerosa alusión que hizo Canache Mata, impensable en la voz del moderador Pedro Pablo Alcántara.
Larguísima la disquisición de Carlos y un breve disgusto de Virginia aparte, lo sentimos como un acto republicano, sobrio, fundado, legítimo, teniendo por contexto la universidad. No estuvo Juan Guaidó o lo más cercanos amigos del interinato, como tampoco la representación de quienes lo adversan en el terreno de la oposición real: “Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras”.