Miguel Cabrera consiguió mucho más de lo que parecía a primera vista el día que arribó a 3,000 hits en las Grandes Ligas.
Por mlb.com
Sí, están todos esos récords y clubes a los que ingresó al convertirse en el 33er jugador en la historia en llegar a esa cifra. Pero, además, el icónico batazo le sirvió para hacerse con un título mucho más personal: que su orgullosa mamá, Gregoria, le entregara finalmente el testigo como el mejor bateador de su familia. Esta es la historia entre una madre, un hijo y su vínculo eterno a través del arte de batear.
Cuando Miguel Cabrera llegó a 3,000 hits hace un par de semanas, el listado de “clubes” a los que se sumó el venezolano parecía interminable. Trigésimo tercer jugador y sexto latinoamericano con tal cifra de imparables; séptimo con 3,000 incogibles y 500 jonrones; único hombre con 3,000 hits, 500 bambinazos y una Triple Corona; tercer miembro junto a Willie Mays y Hank Aaron de la cofradía de bateadores con al menos 3,000 hits, 500 jonrones y un promedio de .300 o mejor. Y la lista sigue.
Pero más allá de todos esos números y récords, el sencillo al jardín derecho que le conectó a su compatriota Antonio Senzatela de los Rockies le sirvió a Cabrera para conseguir otra cosa. Tras 20 años en las Grandes Ligas, finalmente terminaba una disputa más vieja que su carrera profesional, un tema de conversación que nació como una fuente de motivación y que todavía le saca risas a él y a sus seres queridos: ser reconocido como el mejor bateador de su familia.
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Ese título, aunque no lo registren los libros de récords oficiales, le perteneció todo este tiempo a su mamá, Gregoria Torres. O al menos eso le ha dicho ella a Miguel desde que era un adolescente.
“Siempre me ha dicho que ha bateado más que yo”, reconoció Cabrera recientemente vía Zoom. José Miguel Cabrera padre confirmó la versión desde su casa en Maracay, la ciudad donde nació y creció el toletero de los Tigres de Detroit. “Una vez le dijo, ‘Si quieres bateo yo por ti”, contó el papá.
¿Se lo dijo cuando Miguel era todavía un muchacho?
“No, grande, ahorita en Grandes Ligas”, aclaró el papá. “Eso creo que fue el año pasado. Pura echadera de broma”.
Pero no más. La monarca, que forjó su propio nombre en el diamante como miembro de la selección venezolana de sóftbol femenino y de distintos combinados estatales de Carabobo, Aragua y Lara, ya entregó el trono. Se lo reconoció ella misma a Miguel durante esos días que pasaron juntos en Detroit, mientras esperaban el ansiado hit 3,000.
“Hablamos de eso, de que ahora no, ahora batea él más, porque meter 3,000 hits hay que tener corazón, eso no es fácil”, dijo la madre del cuatro veces campeón bate y dos veces Jugador Más Valioso de la Liga Americana. “Ya no se lo digo. Es que nadie, no se le puede decir eso. Ya no se le puedo decir”.
“Antes sí, a cada momento se lo decía, que yo bateaba más que él, que yo era mejor que él, cosas así”, continuó Goya, como le dicen sus allegados. “Pero uno lo hace más que todo para motivarlo, pues, y a él le gusta eso, él se alegra. Cuando uno le habla así, él saca su sonrisa, se alegra. A él le gustan esas cosas”.
Cabrera siempre vio en aquel contrapunteo de palabras con su mamá eso mismo, una forma de impulsarse. “Llevamos una buena relación con eso”, contó el toletero. “Me gusta, me gusta que me diga mis cosas, que siempre busque la manera como de motivarme. Es una de las primeras personas que me critica cuando no bateo. Ella siempre ha sido fuerte conmigo a la hora de cuando voy a jugar pelota”.
Las bromas van y vienen de un lado a otro. Hace un año, en un mensaje del Día de las Madres que publicó en su cuenta de Instagram, Cabrera no dejó pasar la oportunidad:
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