Pasados 77 años del final de la Segunda guerra Mundial, el tiempo se convirtió en el mayor aliado de la impunidad definitiva de miles de criminales de guerra nazis que de una u otra manera lograron eludir la acción de la justicia.
Por infobae.com
La totalidad de los principales responsables del Holocausto – nacidos en el siglo XIX – están muertos, pero la lucha por llevar ante los jueces a los perpetradores secundarios continúa en una carrera contra el tiempo que ya está en sus tramos finales. Los que no han muerto son personas muy viejas.
Lo mismo ocurre con quienes – más allá de las acciones, muchas veces tibias o negligentes de los estados y los gobiernos – dedicaron sus vidas a “cazar” nazis para que fueran juzgados por sus crímenes. Simón Wiesenthal, el más notorio de los perseguidores de jerarcas del Tercer Reich, falleció en 2005. Serge y Beate Klarsfeld, unidos por esa búsqueda y el matrimonio, ya tienen 87 y 83 años, y descansan después de una vida de lucha.
En la actualidad, quien encabeza la búsqueda es coordinador de investigaciones de guerra del Centro Simon Wiesenthal y director de su oficina en Jerusalén, el historiador norteamericano-israelí Efraim Zuroff, un hombre de 74 que ha tomado la posta.
Según sus cálculos pueden quedar “varios cientos” de personas que cometieron crímenes durante el nazismo. “Muchos de ellos viven en países como Alemania o Austria, que gozan de sistemas de salud muy buenos y, por lo tanto, de una esperanza de vida elevada”, explica.
Zuroff está seguro de que también hay responsables del Holocausto en los países ocupados por los nazis en la Segunda Guerra pero que esos Estados no tienen intención de juzgarlos. “Nadie está haciendo nada en Europa del Este. No quieren procesar a sus propios ciudadanos. La gente que puede seguir viva son los verdugos locales, porque los comandantes alemanes ya están muertos dado que eran mayores. Esto va muy unido al hecho de que estos países han cambiado la historia del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial: no niegan el Holocausto, pero sostienen que fue un asunto solamente de los alemanes, cuando en realidad se produjo mucha colaboración local”, dijo en una entrevista el año pasado.
“Operación última oportunidad”
En los últimos cuarenta años, Zuroff logró identificar a alrededor de tres mil criminales de guerra, pero sólo pudo llevar a menos de cincuenta a los tribunales. “Yo personalmente no puedo demandar ni llevar a nadie a juicio. Tengo que contar con la buena voluntad de los países donde estos criminales han decidido esconderse. Tengo que construir cada caso a partir de mucha investigación histórica. Y, finalmente, debo convencer al país de que juzgue a esa persona”, explica.
Hace dos años, por iniciativa de Zuroff se puso en marcha la “Operación última oportunidad”, a través de la cual se ofrece una recompensa por información que permita localizar a los últimos criminales de guerra que siguen vivos y llevarlos a los tribunales. Los montos van de 10.000 a 25.000 dólares. Eso provocó un aluvión de datos desde diferentes lugares del mundo, incluidos países latinoamericanos, pero la mayoría de la información resultó muy difusa o directamente inútil.
Uno de sus mayores logros fue ubicar en la Argentina y llevar ante la justicia Dinko Sakic, un croata comandante del campo de concentración de Jasenovac, conocido como el “Auschwitz de los Balcanes”. Lo encontró en Santa Teresita, donde vivía sin ser molestado desde hacía décadas.
En Brasil también localizó a los nazis austríacos Franz Stangl, comandante de los campos de Sobibor y Treblinka, y Gustav Wagner, subcomandante de Sobibor. Los dos estaban viviendo en San Pablo, donde trabajaron en la planta de Volkswagen.
“Nos enfrentamos a una carrera contrarreloj. Y ahora también contra el covid-19. Mi mayor temor es que algunas de estas personas mueran a causa del coronavirus. Bromeo diciendo que soy el único judío del mundo que reza por la buena salud de los nazis para que puedan sobrevivir y ser juzgados por los crímenes que han cometido”, suele decir.
Los últimos jerarcas
No se sabe si están vivos o muertos, pero se los sigue buscando. Se llaman Alois Brunner y Aribert Heim y son los dos últimos altos jerarcas nazis que encabezan la lista en las investigaciones del Centro Wiesenthal.
Brunner fue la mano derecha de Adolf Eichmann en la mecánica de la “solución final”. Desde ese lugar manejó las deportaciones y fue el arquitecto de los guetos y los transportes hacia los campos de concentración y exterminio. Está acusado de la eliminación de por lo menos 128.500 personas en la Francia ocupada. Una de sus directivas era matar a los niños judíos apenas llegaban a los campos, porque los consideraba “futuros terroristas”.
Al final de la guerra logró escapar con documentación falsa a nombre de Feorg Fisher y durante años se le perdió el rastro. La última vez que se lo localizó fue en Damasco, Siria, de donde se esfumó en 1992. Después de eso hubo informes de que estaba escondido con otra identidad en Salvador de Bahía, Brasil. Se presume que murió allí en 2017, pero hasta hoy no se pudo comprobar.
Aribert Heim, conocido como el “Doctor Muerte”, fue el médico del campo de Mauthausen, donde realizó todo tipo de experimentos con los prisioneros, como inyecciones letales directas al corazón de sus víctimas Se lo acusa de miles de muertes y torturas.
El 15 de marzo de 1945, Heim fue capturado por soldados estadounidenses y enviado a un campo para prisioneros de guerra. Fue liberado en dudosas circunstancias y pasó a trabajar como ginecólogo en la localidad alemana de Baden Baden. En 1962, un informante le avisó que la policía austríaca lo investigaba por crímenes de guerra y desapareció. Estuvo en España, desde donde viajó a Uruguay y, probablemente, también a Chile, Argentina, Brasil y Paraguay, hasta que se radicó en Egipto, bajo el alias de Tarek Farid Hussein.
En 1992 corrió la noticia de su muerte y se encontraron documentos suyos en la casa donde supuestamente había vivido, pero nunca se vio su cuerpo y no hay tumba con su nombre o el de su alias. La última noticia sobre su posible paradero data de 2005, cuando alguien creyó verlo en la Costa Brava española.
Localizados pero impunes
Otros criminales de guerra fueron localizados en los últimos años, pero escaparon – y en algunos casos aún escapan – a la justicia.
Uno de los casos más notorios es el de Csizsik Csatary, Jefe de la Policía Real Húngara, destinado en la ciudad de Kassa (actual Košice en Eslovaquia), a cargo de un gueto. Desde allí ayudó a organizar la deportación de aproximadamente 15.700 judíos al campo de Auschwitz. Fue condenado a muerte en 1948 en Checoslovaquia como criminal de guerra, pero logró escapar a Canadá en 1949 antes de que se le aprobara la deportación y se estableció en Montreal, donde se convirtió en un comerciante de arte. Se le concedió la ciudadanía canadiense en 1955, pero le fue revocada en 1997 por falsear sus datos. Debió abandonar el país. Lo localizaron periodistas del diario británico The Sun en julio de 2012. Falleció el 10 de agosto de 2013 a los 98 años, en un hospital de Budapest, mientras se encontraba bajo arresto domiciliario antes de ser juzgado.
Otro que escapó a Canadá, en 1950, fue el ucraniano Vladimir Katriuk, acusado de haber participado en la Masacre del bosque de Katyn, donde fueron asesinadas 150 personas, en su mayoría mujeres y niños, durante la ofensiva nazi en la Unión Soviética. En 1999, un tribunal canadiense encontró que había mentido sobre su pasado para entrar en el país, pero el gobierno decidió no sacarle su ciudadanía. Murió impune en Quebec, a los 93 años.
El teniente de las SS Gerard Sommer ocupó durante años un lugar entre los más buscados por el Centro Wiesenthal, acusado de participar en 1944 de la masacre de 560 civiles, entre ellos 119 niños, en la ciudad italiana de Sant-Anna di Stazzema. Fue localizado en mayor de 2006 en un asilo de ancianos de Hamburgo, pero fue declarado no apto para ser juzgado debido a una demencia grave. Murió impune allí en 2019.
Alfred Stara, acusado de ordenar la ejecución de 117 prisioneros de guerra en la isla de Cefalonia, Grecia, en 1943. En 2012, un tribunal militar de Roma lo condenó en ausencia a cadena perpetua, pero Alemania – donde reside – se negó a extraditarlo para que cumpliera su condena en Italia. El gobierno alemán también negó la extradición de Soeren Kam, reclamado por Dinamarca.
Son apenas un puñado de criminales entre cientos que hasta hoy no pagaron por su participación en el Holocausto.
El jefe de los “cazadores de nazis” del Centro Weisenthal se opone férreamente a aquellos que sostienen que la avanzada edad que hoy tienen esos criminales sea un atenuante en los juicios o una razón para dejar de buscarlos.
“Nunca se arrepintieron. En todos estos años nunca me he topado con un criminal nazi que expresara remordimiento y buscara reparar lo que hizo”, dice.