Salvador Dalí i Domènech, uno de los máximos referentes del surrealismo, tuvo una vida marcada de excentricidades desde el día que nació, un 11 de mayo de 1904, en la pequeña ciudad de Figueras, en Cataluña, España. Le pusieron el mismo nombre de su hermano, el primogénito. Se llamaba Salvador Galo y había perdido la vida a causa de un catarro gastroenterítico infeccioso.
Por infobae.com
Cuando Dalí tenía apenas cinco años, sus padres lo llevaron a la tumba de su hermano y en medio de una conversación, que lo dejaría marcado de por vida, le dijeron que él era la reencarnación del hermano. Y él, como podría haberlo hecho cualquier chico de su edad, se lo creyó. De ahí en más, comenzaron sus trastornos de personalidad. Debería poder ser él. Su vida estaría dedicada a llamar la atención, para bien o para mal.
“Yo nací doble, con un hermano de más, que tuve que matar para ocupar mi propio lugar y para obtener mi propio derecho a la muerte…”, expresó el pintor según las citas reunidas en el libro Dalí, confesiones inconfesables, de André Parinaud.
Su padre, otro Salvador Dalí, era abogado y notario. Y su madre, Felipa Domènech Ferrés fue quien lo alentó para que desarrollara su vocación artística, que se manifestó de manera temprana. En 1908 nació su única hermana, Anna María. Ese mismo año fue matriculado en la Escuela Pública de Párvulos de Figueras, con el maestro Esteban Trayter. Pero a los dos años, lo cambiaron de escuela. Asistió al colegio Hispano Francés de la Inmaculada Concepción y es donde adoptó el francés como su lengua para la cultura.
Fue a dos horas de su casa, en la vieja masía el Molí de la Torre (El molino de la torre) hoy convertida en hotel, donde Dalí descubrió el impresionismo. En la casa de la familia Pichot -donde todos eran artistas-, pasó unas vacaciones y tomó contacto con la colección de Ramón, quien por entonces viajaba a París apasionado por esa nueva corriente. Èste a su vez descubrió el talento e imaginación del pequeño Dalí y le recomendó a su padre que lo mandara a tomar clases de pintura. Tenía tan solo 9 años.
En Dalí, confesiones inconfesables, un relato del pintor revive su visita a ese lugar de ensueño, que le cambiaría la vida. “Llegamos con bastante luz para que yo pudiera descubrir aquella torre que daba nombre a la propiedad. Me pareció fantástica, con el aquel chirrido regular del molino, era como el ruido inexorable del tiempo que pasa… Pero mayor emoción sentí durante el desayuno, al ver los cuadros que cubrían las paredes. Comía mis rebanadas de pan tostado untadas con miel, mojadas luego en el café con leche, cuando de repente vi las pinturas… Yo miraba fascinado, las manchas de pintura hechas aparentemente sin ton ni son, en capas espesas y que de repente se ordenaban magníficamente… Creo que los ojos se me salían de las órbitas. Nunca había experimentado semejante sensación de hechizo y de magia. ¡El arte era eso!”, relató sobre ese momento revelador de su vida.
Su padre escuchó los consejos de Pichot, y lo envió a clases de pintura con el maestro Juan Nuñez. A los 14, participó de una exposición colectiva de artistas locales en el Teatro Municipal de Figueras y otra en Barcelona y recibió su primer premio importante: el Rector de Universidad. La obra se llama Mercat.
En 1920 el padre de Dalí le dio el visto bueno para que se dedicara a la pintura, sin embargo le puso una condición: debería estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y obtener el título de profesor, propuesta que Dalí aceptó. Al año siguiente murió su madre por un cáncer de útero y al poco tiempo su padre se casó con su tía Catalina, hermana de la fallecida. Fue uno de los grandes golpes que recibió el artista, que en ese entonces tenía 16 años. Su madre era su apoyo emocional y por otra parte, jamás aceptó la nueva unión del padre con su tía.
En la residencia de estudiantes de la escuela madrileña pronto empezó a codearse con un grupo de jóvenes que con el tiempo se convertirían en personalidades de la cultura: como Luis Buñuel (con quien realizó el corto Un perro andaluz en 1929, pieza clave del cine surrealista) y el poeta y dramaturgo Federico García Lorca, entre otros. También, empezó a cultivar su perfil excéntrico. Llevaba el pelo largo, patillas, un piloto impermeable, polainas al estilo victoriano.
Las extravagancias no eran solo parte del vestuario. En 1926 fue expulsado de la Real Academia. ¿El motivo? No quería ir al examen final argumentando que no había nadie en condiciones para evaluarlo. Consideraba que los docentes no estaban a su altura. Por esos tiempos viajó por primera vez a París en compañía de su tía y su hermana. Allí conoció a Pablo Picasso y a su regreso a Figueras se dedicó a pintar intensamente. Después volvió a la Academia, pero se vio obligado a repetir de curso.
La relación con su padre que no era buena, empeoró cuando empezó a verse con Elena Ivanovva Diakonova, más conocida como Gala. No le gustaba ella ni su vínculo con los surrealistas a quienes consideraba lisa y llanamente como unos degenerados. Ella era una inmigrante rusa 11 años mayor que él, que por ese entonces tenía 25. Cuando la conoció en 1929 y se involucraron sentimentalmente estaba casada con un poeta francés Paul Éluard, con quien tenía un amor libre. Ambos ya tenían una hija, Cécile.
Cuando conoció a Gala, el artista catalán dijo que todavía era virgen. En esos paseos por la costa del pueblo de Cadaqués contó que besó por primera vez a quien sería el gran amor de su vida y musa. “Besé sus labios que se entreabrieron. No había besado así, profundamente, e ignoraba que pudiera hacerse. De un solo impulso, todos mis parsifales eróticos despertaron bajo las sacudidas del deseo en mi carne durante tanto tiempo tiranizada”, aseguró.
Sobre Gala, la biógrafa Mónika Zgustavo, dijo en La intrusa, que era una románica y una apasionada. “Por aquel a quién amaba hubiera sido capaz de hacer cualquier cosa”, enfatizó. Y agregó que Dalí “dependía de ella como un niño y ella lo cuidaba como una madre”, escribió Zgustavo, que además contó que Gala empezó a ejercer como intermediaria de su obra, una especie de marchante. Definitivamente, Gala fue mucho más que una musa. Era su administradora y lo ayudaba a concentrarse en su obra y a producir. A finales del 34, Salvador y Gala se casaron en el consulado de España en París. Su hija Cécile se crió lejos de su madre. Estuvo a cargo de su abuela paterna y en un internado.
Mucho se especuló sobre la sexualidad del pintor. Si era homosexual, si era impotente… En una oportunidad Salvador Dalí le contó a la revista Playboy de los años 60 que tenía “un miedo fantástico al sexo”. Y que tenía terror a contraer enfermedades venéreas, por eso, evitaba el contacto físico. También reveló detalles sobre su relación amorosa con el escritor García Lorca. Había sido “todo lo contrario a una azucarada novela rosa. Fue un amor erótico y trágico”, explicó.
Una de sus obras más célebres fue La Persistencia de la memoria (también conocida como Los relojes blandos). La hizo en 1931 y se la interpretó como su rechazo del tiempo como una entidad rígida. Considerado el padre del surrealismo, fue sin embargo abiertamente criticado por diferentes situaciones dentro de su movimiento, que en su mayoría adhería a la izquierda. Lo expulsaron por acusarlo de hitleriano, algo que Dalí refutó afirmando: “No soy un hitleriano, ni de hecho ni de intención”. El consideraba que el surrealismo podía existir en un contexto apolítico y se negó a denunciar en público al régimen nazi. Así fue como fue sometido a un “juicio surrealista” y fue expulsado. De ahí su famosa réplica: “Yo soy el surrealismo”.
Mucho se especuló sobre la sexualidad del pintor. Si era homosexual, si era impotente… En una oportunidad Salvador Dalí le contó a la revista Playboy de los años 60 que tenía “un miedo fantástico al sexo”. Y que tenía terror a contraer enfermedades venéreas, por eso, evitaba el contacto físico. También reveló detalles sobre su relación amorosa con el escritor García Lorca. Había sido “todo lo contrario a una azucarada novela rosa. Fue un amor erótico y trágico”, explicó.
Una de sus obras más célebres fue La Persistencia de la memoria (también conocida como Los relojes blandos). La hizo en 1931 y se la interpretó como su rechazo del tiempo como una entidad rígida. Considerado el padre del surrealismo, fue sin embargo abiertamente criticado por diferentes situaciones dentro de su movimiento, que en su mayoría adhería a la izquierda. Lo expulsaron por acusarlo de hitleriano, algo que Dalí refutó afirmando: “No soy un hitleriano, ni de hecho ni de intención”. El consideraba que el surrealismo podía existir en un contexto apolítico y se negó a denunciar en público al régimen nazi. Así fue como fue sometido a un “juicio surrealista” y fue expulsado. De ahí su famosa réplica: “Yo soy el surrealismo”.
En su casa de Portlligat puede apreciarse, inesperadamente, la pasión de Dalí por la taxidermia. Cuando recibía a sus invitados muchos se sorprendían al encontrarse con semejante decoración. “En esta casa está todo disecado”, anticipaba. Estaban los cisnes que se habían paseado por una bahía vecina, que los “inmortalizaba” a medida que iban muriendo. Había un águila y conejos. Y el oso, con el cuello repleto de joyas, que todavía recibe a los visitantes, que le había regalado el poeta millonario Edward James, quien había sido su mecenas. Es imposible entrar a esa casa sin reservar con tiempo.
Se cree que en sus últimos años de vida, sus cuidadores le hicieron firmar telas en blanco, por eso el mercado del arte tiene cierta reticencia por las pinturas del último período. En 1988 Dalí fue internado en un hospital por problemas cardíacos y murió en Figueras el 23 de enero de 1989, a los 84 años. Gala había muerto en 1982, en Portlligat, a los 87. En el museo de Figueras puede verse la inmensa obra de Dalí.