De Spencer Haywood (Silver City, Mississippi, 1949) se pueden contar decenas de historias. Fue, por ejemplo, el primer jugador de básquetbol que quiso llegar a la NBA sin terminar la universidad. Y lo logró, más allá de haber tenido que hacer escala en la extinta ABA durante una temporada. Fue justo después de haber ganado el oro olímpico con la hasta entonces imbatible selección de Estados Unidos en México 1968. Fue también el segundo marido de Zara Mohamed Abdulmajid, la supermodelo nacida en Somalilandia más conocida como Iman, quien más tarde fue la pareja de David Bowie. Fue también conocido por el mito, luego confirmado, de haberse hecho él mismo la circuncisión cuando era chico. Fue una estrella. Terminó su carrera con más de 20 puntos y 10 rebotes de promedio. Una bestialidad. Sin embargo, pese a ser una de las grandes figuras de la liga en los 70, le costó una enormidad conseguir su anillo de campeón. Recién llegó en 1980 de la mano de la primera versión del Showtime de Los Angeles Lakers en la curva descendente de su carrera. El detalle es que estuvo a punto de no serlo porque casi pasa a la historia de la humanidad como el autor intelectual del asesinato de Paul Westhead. ¿Quién era Westhead? Su propio entrenador.
Por Martín Voogd / El Clarín
Algunas de estas historias sobre Haywood forman parte del arco argumental de la serie “Lakers, tiempo de ganar”, de HBO, que acaba de terminar su primera temporada. Los protagonistas principales son Earvin Magic Johnson y Jerry Buss, el excéntrico dueño de la franquicia que es la favorita de las estrellas de Hollywood. Sin embargo, Haywood se roba gran parte de la trama en los capítulos finales cuando agobiado por el consumo problemático de estupefacientes es separado del plantel por el entrenador -y no por sus compañeros- en la finales contra los Philadelphia 76ers del gran Julius Erving, el fantástico Doctor J.
Haywood era un veterano de la liga que venía deambulando de equipo en equipo. Tras lograr que la Corte Suprema de Estados Unidos fallara contra la norma que exigía que los jugadores que llegaran a la meca del básquet debían estar graduados en la universidad, los patrones de los equipos del gran circo le hicieron vacío y debió fichar para los Denver Rockets de la ABA, la liga que le competía por entonces mano a mano a la NBA y cuya historia merece ser contada en otro momento.
Brilló tanto allí que se tornó irresistible para la NBA y así fue como una temporada más tarde y dejados atrás los litigios judiciales se sumó a los Seattle Supersonics -franquicia que en estos años devino en Oklahoma City Thunder-. Allí, en el equipo del estado de Washington -que fue campeón en 1979-, Haywood entregó sus mejores prestaciones y hasta logró que su número fuera retirado. Pero luego se marchó a New York Knicks, traspasado por Bob McAdoo, y comenzó su carrera descendente. Los números empezaron a flaquear, el físico también y la adicción a la cocaína y la heroína hicieron el resto. Pasó por New Orleans Jazz y cuando la franquicia se mudó a Utah encontró un lugar como pieza de recambio de los Lakers.
Por entonces, como cuenta la serie inspirada en el libro Showtime, de Jeff Pearlman, que tiene cientos de filones para explorar, Buss se convirtió en el dueño y comenzó una revolución que, con muchos obstáculos, terminó llevando a la franquicia a otra dimensión y también a la NBA. Es que los duelos entre los Lakers de Magic y los Celtics de Larry Bird le permitieron a la liga comenzar a traspasar fronteras y convertirse poco a poco en un producto de consumo internacional hasta que llegó Michael Jordan y lo transformó en una exitosa y enorme empresa global.
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