El mundo cambió con la Primera Guerra Mundial, después con la Segunda, volvió a hacerlo con la Guerra Fría, y crisis tras crisis ha llegado a un nuevo shock con la invasión rusa de Ucrania. El panorama internacional ya no existe tal y como lo conocíamos. Finlandia ya ha confirmado su intención de entrar en la OTAN, a falta de la aprobación parlamentaria, y Suecia seguirá sus pasos. Coordinadas Helsinki y Estocolmo, la Alianza Atlántica, que en 2019 estaba, según Macron, “en muerte cerebral”, ha resucitado, así lo reseñó 20 MINUTOS.
La OTAN pasará entonces a estar formada por 32 miembros y responde de forma rotunda a Putin, que acusa a Occidente de extenderse hacia el este para presionar a Rusia. El Kremlin no quería (ni quiere) expansión occidental, pero se ha encontrado con dos tazas. Hubo un tiempo en el que los países trazaron nuevas fronteras sobre el mapa, y ahora la premisa ya no son líneas divisivas, sino preocupaciones de seguridad. ¿Qué consecuencias puede tener la nueva ampliación de la OTAN en el cara a cara con Rusia?
Pere Vilanova, investigador senior asociado de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), explica a 20minutos que la entrada de Finlandia y de Suecia en la OTAN cambian el escenario, pero no en favor de Putin necesariamente. “Solo habrá una escalada de tensión si Rusia quiere. La única manera visto lo visto de evitar una escalada es asentir a todo lo que Putin diga, y hay que romper con ese discurso”, comienza el experto.
“Lo que ha hecho Putin con su comportamiento es modificar el panorama estratégico. Ahora dos países más, sobre todo uno que es Finlandia, ya están dentro del artículo 5 (de asistencia mutua en caso de ataque)”, matiza Vilanova que dice no entender muy bien el procedimiento de toma de decisiones del Kremlin. “Finlandia tenía un Tratado de 1947 para su neutralidad. Y quien se lo ha cargado es Putin, no Finlandia”, prosigue, y llegados a este punto pide tener clara una cosa: “Hay que entender las necesidades de estrés securitario de Suecia y Finlandia”.
La política de neutralidad de Finlandia se remonta al periodo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Su interés por permanecer neutral en los conflictos entre grandes potencias fue reconocido por primera vez en un tratado entre Finlandia y la URSS en 1947 (el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua). El Tratado prohíbe a los firmantes unirse a una alianza militar contra el otro, y Finlandia no podía permitir que su territorio fuera utilizado para un ataque contra la URSS. Ese equilibrio con los soviéticos fue forzado para evitar precisamente un choque con el régimen. Finlandia también estaba obligada a preservar su neutralidad mediante unas fuerzas armadas adecuadas, aunque los expertos dejan claro que tiene uno de los ejércitos más desarrollados y, en este sentido, mantiene el servicio militar obligatorio.
El escenario actual representa casi un cambio de era. “Lo que no entiende Putin es que todos los países, todos, que han estado de un modo u otro bajo la órbita soviética en cuanto pueden intentan irse lo más lejos posible de ella”, sentencia Vilanova, que abre la puerta a que otros países sigan los pasos dados por Helsinki y que también acabará dando Estocolmo. “Yo si fuera Moldavia también pediría la entrada en la OTAN”, avisa, y termina con un corto resumen: “La pelota está en el tejado de Putin y de momento ha conseguido tener la línea roja del artículo 5 en una extensión de más de 1.000 kilómetros y ya lindando con Rusia”.
El Kremlin, en todo caso, lleva tiempo insistiendo en que la entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN es “una amenaza” para su seguridad, pero ese mismo argumento es el que mantienen dichos países para adherirse a la Alianza. En palabras de Álvaro de Argüelles, analista de geopolítica en El Orden Mundial, “a nivel retórico sí que veremos un aumento de la tensión relativamente inmediato, pero el problema de Rusia es que ya lleva tiempo utilizando el recurso del uso de armas nucleares y eso parece que ha perdido cierta fuerza”.
Es muy evidente, pese a las palabras de Rusia, que Helsinki no va a dar marcha atrás. “Ya se ha alcanzado un momento de tensión y no parece que vaya a amedrentar a Finlandia”, añade De Argüelles. “Otra cosa que veremos en el medio y en el largo plazo serán maniobras para entorpecer el proceso de adhesión: desinformación, ciberataques, formas de crear confusión en la opinión pública”, avisa, al tiempo que sentencia que “Putin ha conseguido que países que sean neutrales vean que quedarse en el término medio a la hora de la verdad no da ninguna garantía”.