Por lo que podemos intuir si le preguntan a la reina Sofía si volvería a ser la madre de Elena, Cristina y Felipe contestará sin dudar con un rutilante “sí”. Si la consulta es si le agrada su corona de monarca y las responsabilidades que conlleva contestará de modo afirmativo, pero si la cuestión es si se volvería a casar con Juan Carlos su respuesta sería “no positiva”.
Por Infobae
A sesenta años de ese 14 de mayo de 1962 cuando a falta de uno, Juan Carlos y Sofía repitieron el “sí” cuatro veces en cuatro ceremonias, hoy seguramente ninguno volvería a pronunciarlo. Si algún lector cree que esto es mera opinión y no información valga un dato. En una plataforma de venta online se ofrece un lote de invitaciones, fotos y objetos de aquella boda por poco más de cuatrocientos dólares. Para nuestros bolsillos puede parecer mucho, pero es nada si se lo compara con los británicos. El año pasado una porción de 800 gramos de la torta de boda del príncipe Carlos con Lady Di, que fue guardada y conservada congelada por más de 40 años por una empleada de la reina Isabel, se vendió a 3 mil dólares. Un retrato de Lady Di de cuando tenía 25 años se vendió a 20 mil dólares, pero una foto firmada en 1982 por el mismísimo Juan Carlos se consigue por poco más de 45 dólares.
Sofía Margarita Victoria Federica, princesa de Grecia y Dinamarca y su majestad Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón se conocieron en un crucero por las islas griegas. Ambos tenían títulos reales pero no reinos. La monarquía de Grecia había sido anulada y España vivía bajo la dictadura de Franco al que no le interesaban ni reyes ni presidentes porque lo que quería -y conseguía- era perpetuarse en el poder. En ese crucero, aunque se vieron no hubo atracción. No fue tanto un problema de Cupido sino de comunicación. Ella no hablaba castellano pero sí griego e inglés. Él no hablaba griego y apenas chapuceaba un poco en inglés.
En 1961 se volvieron a encontrar en la boda del duque de Kent. “Le tenía por gamberro, pero esa noche me di cuenta de que tenía una hondura que no sospechaba. Me sacó a bailar, un fox lento. Bailamos despacito y en silencio”, recordaría ella . Al otro día pasearon por Londres, fueron al cine y tomaron té en el Savoy. Se pusieron formalmente de novios.
Al año, por amor o por conveniencia, ya tenían fecha de casamiento. “Amo a la princesa Sofía desde el primer momento en que la vi. Es una de las pocas mujeres que conozco capaz de llevar con toda dignidad una Corona Real”. De lo segundo nadie dudó, de lo primero, no tanto.
Parecía que el cuento de hadas comenzaba, pero lo que comenzaron fueron los problemas. Franco, que en España dictaminaba todo, sobre todo, quiénes vivían, morían o estaban muertos en vida, debía aprobar a la novia. “Ya sabe que no tiene que casarse con una princesa… Pues en España hay no pocas muchachas que, sin ser personas reales, merecen un trono”, dicen que dijo al enterarse de la candidata.
El segundo problema fue la religión. Sofía era ortodoxa y Juan Carlos, católico. En el Vaticano Juan XXlll, el Papa bueno, dio su aprobación, siempre y cuando se celebrara una boda católica y otra ortodoxa. Los novios aceptaron. Se casarían cuatro veces: dos bodas religiosas en iglesias distintas, y dos civiles, una para el registro griego y otra para el español.
El enlace se celebró en Atenas. La jornada empezó en la catedral de San Dionisio, por el ritual católico. Cuarenta y nueve mil claveles rojos y amarillos decoraban el templo como recuerdo de la patria lejana, o un sutil modo de mostrar cuál Corona era la más poderosa. De la iglesia, novios e invitados corrieron al palacio real, donde firmaron el acta para el registro civil español.
De allí a la catedral de la Anunciación de Santa María, donde se ofició el enlace ortodoxo. Para terminar firmaron el acta matrimonial civil griega en el ayuntamiento. Desde entonces conservan un récord: son la única pareja real que pronunció el “sí quiero” en tres lenguas: castellano, griego y latín.
Después de sus cuatro bodas, no hubo funeral aunque quedaron “muertos”. Juan Carlos y Sofía comenzaron una luna de miel que duró seis meses. De nuevo en España se instalaron en el palacio de la Zarzuela. Mientras Sofía aprendía español comenzaron a visitar fábricas, ferias, participar en bautismos y asistir a misas para darse a conocer como los futuros reyes de España.
El reinado de Juan Carlos comenzó el 22 de noviembre de 1975. El Borbón demostró ser un rey valioso y un marido espantoso. Como monarca facilitó la transición democrática y desarticuló el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Como marido empezó a hacer de las suyas; las infidelidades primero disimuladas y luego abiertas fueron frecuentes y escandalosas.
Marta Gayá fue una de sus “amigas entrañables” y de la que dicen se enamoró perdidamente. En 1992 con su popularidad a tope, distintas fuentes aseguran que intentó divorciarse de Sofía para casarse con Marta y preguntó enojado a sus asesores: “¿Es que no puedo hacerlo como lo hacen miles de españoles?”. Ese mismo año Felipe González admitió ante los periodistas que no podía sancionar una ley porque faltaba la firma del monarca. Juan Carlos había viajado Ginebra a toda prisa. No fue para cumplir su rol de rey sino de hombre común. Marta había sufrido un accidente de tráfico con una pareja de amigos y era la única superviviente.
Al volver, varias personas le pidieron al rey que replanteara su actitud. Juan Carlos posó sonriente con Sofía, no se divorció ni dejó a Gayá. Siguió su relación por más de 20 años.
Los rumores de romances del monarca se comentaban pero no se publicaban. Como el que habría mantenido con Bárbara Rey, una actriz que dio a entender que poseía videos de sus dotes amatorias. Se habló de una supuesta relación con Liliane Sartiau, que incluía una hija extramatrimonial. Otras mujeres que habrían estado con el seductor monarca son la empresaria Sol Bacharach, la condesa Olghina de Robilant y la política Carmen Diez de Rivera.
En 2004 apareció Corinna Larsen con la que mantuvo una apasionada relación que duró ocho años. Él la llamaba por teléfono hasta diez veces al día, se iban de viaje juntos… Cuando ella preguntó el papel de Sofía, él contestó que “tenían un acuerdo para representar a la Corona, pero con vidas totalmente diferentes e independientes” según reveló Corinna en la BBC.
En 2012 el rey le planteó a sus hijos el divorcio. No se supo qué le respondieron pero sí que el entonces jefe de gobierno Mariano Rajoy lo desaconsejó. Ese año, el monarca fue intervenido del pulmón y en el hospital, amante y esposa coincidieron. Según relata la periodista Pilar Eyre, Juan Carlos le pidió a la reina que se fuera y que se quedara su amante, lo que motivó un “pobre mamá” dicho por su hijo, Felipe VI.
La única vez que Sofía demostró sus ganas de divorciarse fue la vez que se dirigió al palacio de La Encomienda de Mudela sin avisar y encontró a su marido con su amante. Ella que entonces tenía 37 años se fue/escapó con los hijos a la India. Buscó apoyo en su madre, que lejos de comprenderla le ordenó que volviera con su marido. Llamó al diputado Elías Bredimas que le recordó que si dejaba al rey debía devolver la millonaria dote recibida.
La peor amenaza llegó del marido infiel, a través de su suegra mandó a decir: “Estoy empezando a cansarme de este numerito… Que se vaya contigo a India me importa un huevo, ahora, que se despida de ser reina. Haré anular el matrimonio, diré que ella no estaba convencida de hacerse católica y a la mierda. ¡Y Felipe, conmigo!”. Sofía, volvió pero jamás volvió a compartir el lecho con su marido y de eso hace ya 50 años.
Encerrada en su laberinto, la reina siguió cumpliendo sus deberes protocolares. Se volcó a las actividades de caridad y al cuidado de sus hijos, luego de sus nietos. Más que al lado de su marido permaneció al lado de sus deberes con la Corona. Como esposa soportó las infidelidades de su esposo y como reina aguantó los desplantes del rey.
Son muchas las ocasiones en que se vio al monarca apartarla con gestos bruscos, reprocharle algo o correrse ante su acercamiento. Según Carmen Gallardo, autora del libro La última reina, Sofía toleró todos estos años consciente de “la gran animadversión de su marido” que hasta pidió que “no les programaran más viajes juntos porque no la soportaba”. Si no deseaba estar con ella por qué el rey no se divorció. Es que el poder siempre superó al desprecio por su mujer. Como rey, Juan Carlos sabía que un divorcio lo enfrentaría a los sectores más conservadores sobre los que se sustentaba su poder y, de paso, animaría a los partidos republicanos a plantear un cambio de Jefatura del Estado.
Y por qué Sofía sigue casada cuando ahora sí podría divorciarse. La periodista Pilar Urbano, especialista en la Casa Real, ensaya una explicación “la reina ni reina, ni gobierna, ni pinta nada. En la Constitución no pinta nada, no puede tener ningún cargo institucional, es una consorte”. Divorciada, Sofía perdería su papel en la sociedad y sobre todo, la causa y ocupación a la que entregó su vida.
Hoy Juan Carlos reside en Abu Dabi y Sofía permanece en Madrid. No habrá celebración pública ni privada por sus bodas de diamante. Desde que el rey se marchó no se volvieron a ver. No les molesta, si cuando estaban juntos tampoco se podían ver.