Uno ve la fotografía de Claudia Díaz, lista para su efectiva extradición a Estados Unidos, y varias veces se arruga el corazón. Es demasiado evidente la culpabilidad de la que fue enfermera de Hugo Chávez, con el rostro tristísimo que ya no tiene memoria de los que le fueron más gratos al amasar una fortuna, además, literalmente en oro. Mientras que ella, esposada, va camino definitivo a la cárcel, otros, acaso, peores, andan por ahí retorciéndose de la risa por el mundo, probando toda suerte de vicios. No son ricos, sino riquísimos. Se robaron el país y todavía muchos de los que viven en Venezuela, conscientes y desesperados, se aferran al poder ya que cruzar las fronteras supone ir presos. Así de simple: ¡Presos por ladrones!
A Hugo deben estar extraditándolo de paila en paila por el infierno. Él y no otro genio, fue el que inventó la modalidad de saqueo del país, planificó su ruindad y proclamó el socialismo sobre una montaña de perseguidos, mal heridos, presos y muertos. Una enfermera, nada más y nada menos que de una enfermera se aprovechó. Hacerla Tesorera Nacional, como en su momento hizo con el Tuerto Andrade, era un exabrupto. Le importaba un pepino no sólo lo que pudiera pensar el país, sino su propia gente que, siguiendo el ejemplo, robó cada quien por su cuenta. Utilizó a la enfermera, la hizo riquísima de un día para otro. Sin embargo, nos preguntamos, a cuánto llegarán las cifras astronómicas de la gente ella benefició por órdenes directas de Hugo (hijos, hermanos, primos y demás panas de toda la vida). Por eso, le tiemblan las canillas a más de uno en Barinas, eje de la consaguinidad. La cosa es que cada quien hiciera sus reales como pudiera (sobradotes) y no se pisaran la manguera en sí. Para una defenestración que hubiera sido posible, estaban los reales de PDVSA que todavía esconde el que la presidió, dándose la gran vidota en las Europas con sus hijos y nietos. Quizá uno de ls más avispados, sacó grandes fortunas en divisas por valija diplomática y los aviones que tuviera a la mano. Cuando se dieron cuenta, se pintó de colores. A los generales y demás militares de la causa que Chávez les permitió hacer sus reales, andan por ahí tranquilos, eso sí, con los hijos afuera, si es viviendo en el imperio mejor: algunos se creen diputados de verdaíta, porque los juramentó Jorge Rodríguez.
A lo mejor, a la enfermera le dio tiempo de acomodar a los suyos y nada más. Pero el precio ha sido demasiado alto. No recibirá siquiera una llamadita de Rosinés ni de María Isabel para saber cómo está, después de los favores recibidos. Porque el departamento de Claudia Díaz era el más importante para los hijos, primos y panas de toda la vida, a quienes les tiemblan las canillas.