Comienza a mermar la incertidumbre política en medio de las inmensas dificultades que se han tenido que sortear para encontrar un sendero que conduzca a la libertad, a la democracia. Es lo que ha sostenido Juan Guaidó, que todas estas acciones van dirigidas a lograr ese propósito. Fácil no ha sido. No lo será. No lo está. El primer obstáculo, desde luego, es el régimen del terror y su afán de perpetuidad. Pero no es el único. Persisten diversos factores de perturbación, aunque el régimen de Nicolás Maduro sea el que lleve la batuta obstaculizadora.
El asunto deberá dirimirse y pronto. Esto se sabe bien de lado y lado, dentro como también afuera. Se hace cada día más insostenible la idea descabellada de un país con dos “gobiernos” y dos “asambleas” que no esté dividido por un muro como el de ya antiguo Berlín de las dos alemanias. En nuestro caso el muro resulta imaginario, aunque concreto en acciones. Después de los intentos, que ahora conocemos en más detalle, de Donald Trump por proceder militarmente en Venezuela, el régimen de Biden apuesta a la diplomacia. A que el asunto se resuelva por elecciones, en procura de la “unificación” venezolana. Esto a pesar de la hondura de las heridas y sus repercusiones.
¿Elecciones libres? Habrá que ver el resultado de esta nueva etapa del “diálogo” o la “negociación” en México, si termina de concretarse (el freno para el régimen, el que vuelve a colocar ¿insistentemente? vuelve a ser Alex Saab, el que ventila y usa) y de arrojar resultados promisorios. Todos dudamos. Sin embargo, el tiempo ha hecho mella en posiciones tiesas. Ahora Estados Unidos está más urgido del petróleo que podría sacarse en Venezuela. Ese hecho podría precipitar aún más la situación. La gira latinoamericana de Biden: Panamá, Ecuador y Costa Rica, no es gratuita. Está mirando al patio trasero, con interés mayor. Ha buscado acercamiento hasta con Cuba. Debe estar sumamente preocupado por los resultados de las elecciones colombianas. Insisto: todo parece precipitarse. Y Venezuela con sus crispaciones no puede seguir siendo un estorbo que produce refugiados para la región de a miles por hora, además.
Si se llegara a perfilar el sentido de elecciones libres, custodiadas y verificables, cómo está planteado, el asunto podría tender a aclararse, o a irse aclarando, abriría compuertas al retorno a la democracia. A dejar de lado también la idea terrible de los dos “gobiernos” para volver a la de uno solo, a mitigar las fuerzas encontradas. De ser así el panorama estaría bastante decantado ya: regimen- oposicion- alacranes del régimen. Nada más allá de ese esquema cuenta a la hora de un posible sorteo electoral. A Maduro y sus secuaces les queda pendiente la deuda suprema con la humanidad por sus atrocidades; se resuelva o no el asunto político, estará pendiente siempre el jurídico internacional. Porque la Corte Penal sigue siendo su mayor presión, incluso mucho mayor que las sanciones que le van aliviando.
La presión de la invasión a Ucrania, la imposibilidad de continuar bajo presión internacional e interna con dos “gobiernos”, los desplazados venezolanos que vagan como parias por el mundo, la improductividad, las sanciones y las denuncias en la Corte Penal Internacional han incidido e incidirán en el resultado de toda esta situación tan escabrosa que se ha vivido estos últimos años en Venezuela. El asunto, por insostenible, tendrá una salida, y la electoral pareciera ser la que está servida más prontamente. En medio de las dudas, de la rabia, de la impotencia generalizada, el rumbo parece más cercano a brindar un resultado. Si las elecciones no se plantean libres, supervisadas y verificables, carecerá de sentido todo el esfuerzo. El tiempo dirá, pero no muy lejos.