¿Con qué características o circunstancias se aparece o presenta el Poder Judicial venezolano a la vista o al entendimiento de la ciudadanía? La respuesta trasciende la simple percepción, involucra experiencias tristes, dolorosas, contradictorias, propias de una apariencia abyecta.
Diversos sectores de la sociedad han coadyuvado a modelar dicha apariencia. En un comunicado hecho público en fecha 19/12/2015, la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UCV refrendó la sustracción del Comité de Postulaciones al Poder Judicial. ¿Coincidencia con la selección y designación de magistrados del TSJ a finales de ese año o espaldarazo?
Son muchas las señales que, en forma de errores, acompañan el ánimo e interés de caricaturizar el texto constitucional, por ende, en el caso que nos ocupa, al Poder Judicial. Son varias las instituciones y personas que, por su calificada trayectoria como abogados, se prestaron y se prestan para mantener posicionada esa caricatura.
Como bien dice un insigne paisano, sabemos que la Constitución se la pasan por el túnel de La Planicie y que en realidad todo el evento de selección de magistrados desde el 2000 ha sido una parodia, ya no hay tal concurso transparente y público, no hay baremo, preselección y mucho menos escalafón. Realidad que, cual agente mórbido, enrareció el ingreso a la carrera judicial a todo nivel.
En ese contexto, ¿qué de raro tiene la persistencia del juez Felix Antonio Matos en manipular al Poder Judicial en San Cristóbal del Táchira, para salir absuelto de la comisión de un delito? Desde otra perspectiva, ¿se le estarían brindando facilidades para salir indemne, como ocurrió con anterioridad, pese a estar incurso en un hecho delictivo público, notorio y comunicacional?
El viernes 13 próximo pasado, Matos, inmerso en un proceso penal por segunda vez y con la misma mala fe, justificó, valiéndose de la defensa técnica, su incomparecencia a la Audiencia Preliminar alegando quebranto de salud.
¿Quién podría negar la posibilidad que estuviese quebrantado de salud? Moral y éticamente lo estaría. Habría sido una táctica dilatoria, es la segunda vez que lo hace el “juez ladrón”, calificativo empleado por las personas consultadas sobre el particular en el Mercado de los Pequeños Comerciantes de la capital tachirense, que vieron, en la idea de mala suerte de la fecha y lo notorio de la conducta delictual del aludido, un mal presagio para él ese día.
Tampoco nada tiene de raro que el juez Douglas Alfonso González Villarreal, en la causa penal LP11-P-2021000656 del Tribunal en Funciones de Control N° 1 de El Vigía, estado Mérida, ordenara, con anuencia de la Fiscal Séptima del Ministerio Público de esa circunscripción, la “ENTREGA PLENA” de un vehículo al ciudadano José Luis Quintero, con menoscabo al derecho a la propiedad del ciudadano Kerwuin Zerpa, en virtud de un testimonio dudoso, que de víctima convirtió al último en acusado bajo un cargo reñido con cualquier estrategia de defensa, redactado en forma incoherente, disparatada, al mejor estilo cantiflesco.
Al día de hoy esa es la apariencia del Poder Judicial, así es como se aparece o presenta a nuestra vista o entendimiento, con un reducido espacio para las excepciones, que de existir, igual el sentido de justicia en el Poder Judicial es más apariencia que realidad, algo difícil de ocultar a instancias internacionales, especialmente a la CPI.
El Poder Judicial sería autónomo e independiente, por tanto, justo, según la narrativa oficialista, sabemos que en realidad no lo es, su apariencia lo delata, inmerso en absurdos comprensibles en la negación de la “civilidad”, que el régimen simula tener con tal de sentarse en México “a ganar tiempo para avanzar”.