“Afuera la gente muere”, habitantes de Járkov todavía temen salir del metro

“Afuera la gente muere”, habitantes de Járkov todavía temen salir del metro

Las personas se refugian y viven en una estación de metro en el distrito de Saltivska en Kharkiv, este de Ucrania, el 19 de mayo de 2022, en el día 85 de la invasión rusa de Ucrania. – Miles de personas evacuadas de aldeas y distritos de Karkhiv donde la guerra está arrasando ahora son refugiados en la segunda ciudad más grande de Ucrania, esperando hasta que puedan regresar a casa. (Foto de Dimitar DILKOFF / AFP)

 

Muchos habitantes de Járkov, la segunda ciudad de Ucrania, aún dudan si salir o no del metro donde se refugiaron después de la invasión, pese al repliegue de las tropas rusas de la zona.

“Nos pusimos topos como apodo porque vivimos bajo tierra”, bromea Kateryna Talpa, de 35 años, directora de un centro de llamadas.





Esta mujer vive en la estación de metro “Héroes del trabajo”, ubicada en el barrio Saltivska, una de las más afectada por los bombardeos desde el inicio de la invasión rusa el pasado 24 de febrero.

Vestida con un gorro de lana, Talpa cuenta lo difícil que es vivir en un andén.

“Estamos cansados. Pueden ver qué tipo de comodidad tenemos”, dice, señalando los colchones y sábanas colocadas en el suelo al lado de una caja de cartón con un poco de comida.

Junto con su esposo Yuriy, se acostumbraron a vivir en esta estación decorada con estatuas de bronce de estilo soviético, entre ellas una de Lenin. También trajeron a sus dos gatos, Marek y Sima.

Unas 200 personas aún duermen cada noche en esta estación, que llegó a juntar a 2.000 personas. Los refugiados dormían tanto en las escaleras como en los vagones de los trenes. El olor y la humedad eran difíciles de soportar.

– “La guerra no ha terminado” –

“Nunca me había enfermado antes y aquí pillé una bronquitis durante un mes”, recuerda Talpa, que pese a ello, no quiere salir.

A inicios de mes, las tropas rusas empezaron a replegarse para concentrarse en el Donbás, la región ubicada en el este de Ucrania.

Pero para ella, no es suficiente. “Los rusos no han retrocedido hasta el punto de que estemos seguros. Todavía estamos al alcance [de las armas o misiles]. La guerra no ha terminado”, dice.

“Me da miedo regresar [a casa]. Járkov fue bombardeada ayer [miércoles en la noche]. Durante el día, escuchamos explosiones. Algunos vecinos que intentaron dormir en sus casas regresaron al metro”, explica.

“No hay nada más seguro que el metro. Incluso los sótanos son inseguros”, añade.

– “Ayuda psicológica” –

Pero para Yulia Fedianina, una trabajadora del subterráneo de 33 años, las “personas tienen que irse” para poder usar de nuevo el metro.

“A algunas personas no las podremos mover sin ayuda psicológica”, explica.

Gennadiy, un jubilado de 72 años cuya casa fue destruida y que prefiere no dar su apellido, tampoco quiere salir.

“No hay ningún lugar seguro en Ucrania. Ahora está tranquilo, pero nadie sabe lo que puede ocurrir mañana”, dice.

“Dentro del metro, no ha habido heridos, pero afuera la gente muere. Queremos salvar nuestras vidas”, dice el anciano, que acudió a esta estación junto a su mujer cuando empezó la invasión.

Cuando no hay bombardeos, la pareja ha empezado a salir “para dar un paseo en la mañana”.

– “No tenemos a dónde ir” –

“Soy un hombre, pero cuando lo vi me dieron ganas de llorar. No tenemos ninguna familia con la que podamos ir y quedarnos. ¿Qué he hecho para merecer esto?”, dice.

Las autoridades locales se esfuerzan para restaurar cierta normalidad en la ciudad. “No queremos obligar a la gente a marcharse, pero queremos que el metro vuelva a funcionar dentro de dos semanas”, dijo su alcalde, Igor Terejov.

“Estamos trabajando para encontrar hogares a la gente” añadió.

Larisa Nistirenko, de 54 años, explica que fue reubicada en una vivienda para estudiantes en una zona segura de la ciudad.

“Fue duro en el metro. El frío, no tener ducha… Aquí tenemos camas, colchones, duchas, baños limpios, una cocina, algo de comida”, dice en la habitación que comparte con su hija y su nieto.

Pero unos minutos después, al recordar su casa destruida, rompe a llorar. “No nos queda nada. No tenemos a dónde ir”, lamenta. | Por Patrick Fort / AFP