Cuando todos percibíamos que la guerra se estaba transformando en un tema solo para discusión entre teóricos, ocurre la invasión de Ucrania por el ejército ruso, que queriéndolo o no hizo revivir los momentos cruciales de la Guerra Fría, pero con mayor énfasis el reencuentro con el temor nuclear y los supuestos designios de las cinco profecías de Nostradamus, que a decir verdad, son hasta convincentes, al extremo de que nos llegan a hacer creer que el presente ha sido conducido a este designio. Según Nostradamus en sus cinco profecías para el 2022 podríamos tener 1. La muerte repentina de un líder político internacional; 2. Una crisis política y separación de la Unión Europea, considerando la separación dela Gran Bretaña; 3.Una crisis económica y hambruna, que se augura a causa del Covic y las medidas del conflicto Rusia-Ucrania; 4. Manifestaciones derivadas del cambio climático, ya en visión en todo el mundo; 5. La pandemia del Covic, que pronosticadores aderezan con una nueva Guerra Mundial.
Obviamente, siempre hemos sido optimistas y pensamos que los presagios ayudan e derrumbar las tesis pesimistas, que siempre están en la mente de algunos o muchos, que nunca tiene fe en la esperanza. Somos creyentes de que cuando nos oponemos a los malos presagios, ahuyentamos la envidia y el temor y alimentamos la fe y la esperanza, que son los más claros alimentos para una vida con mente sana.
Pero como vivir en este momento sin el temor a la guerra, cuando queriéndolo o no, nos encontramos con ¡un despertar de la guerra!, y, a pesar de la distancia y la ideología, tenemos que seguir y hasta sufrir las consecuencia de la invasión de Ucrania; este hecho fortuito desde nuestra visión política, que nos hace rememorar las enseñanzas de lo que es y ha sido la guerra; mucho más, cuando vivimos en un país de políticos irreconciliables, capaces de aceptar cualquier acción para “cambiar el régimen”, ese régimen que nos maltrata pero que no logramos identificar con la verdadera señal, como no sea con la denominación de “enchufados”, dictadores o usurpadores.
Sin dudas, crea expectativa el presagio o profecía de la muerte del líder político, ya que se dice que la muerte de este líder “cambiaría el mundo definitivamente”. Pero ¿cuál y cómo será el cambio?, es una expectativa que nos preocupa, ya que la invasión de Rusia a Ucrania, ha puesto al mundo a pensar, que han aflorado muchas de las esas expectativas que no afloraron con la guerra fría, pero que nos traen a colación los dilemas críticos que surgen con la expectativa de guerra. Decimos en nuestro tratado “Nomenclatura de Guerra”, que: “Toda guerra conlleva siempre lágrimas, sufrimientos, muerte, pérdidas, sangre y heridas. La guerra es implacable con todos, con los ancianos y los jóvenes, con los cobardes y los valientes. No todos han salido con vida en medio de la metralla, de las explosiones de bombas, minas, proyectiles y sepultado por los escombros de los edificios.” Igualmente decimos, que “No hay dudas de que todo conflicto bélico es una caja de Pandora, donde se pueden encontrar muchas sorpresas. Con victoria o con derrota todos pierden. En el pasado, toda victoria era compensada con un botín, pero en el presente, toda victoria involucra una pérdida compensatoria para reconstruir y beneficiar al derrotado.
Se logrará la paz después de la guerra, pero quedarán las grietas y las heridas a que conducen todos los conflictos bélicos. No hay dudas, solo quedará el sabor de justificar la guerra por la paz pero lo único válido y verdadero es que hay que evitarla.”
Y en este mar de incertidumbres, los venezolanos, tanto dentro como en el exterior, vivimos en un conflicto existencial que no comprendemos, queremos la paz y la vuelta a la democracia, pero muchos se unen al coro que pide medidas y acción de fuerza; olvidando que la fuerza es la guerra, y para ello se prepara a la Fuerza Armada; olvidan que en tanto, estas ocurrencias encajan en el marco de la guerra, las cosas se tornan agobiantes e intelectualmente incómodas; olvidan, que con el advenimiento de un bombardeo de largo alcance, es difícil o imposible separar los combatientes de los no combatientes, es decir, no hay forma de separar a gobierneros y opositores, a civiles y militares, a guerreros y pacifistas; olvidan o no saben, que cuando se usa el poder aéreo para ganar la guerra, se destruyen recursos y se mina el apoyo del pueblo con el esfuerzo bélico. Hoy, con la amenaza rusa a Ucrania, sale a relucir el uso de las armas nucleares y los modernos sistemas misilísticos intercontinentales, adelanto bélico que condujo a la conclusión ilógica que la guerra nuclear resultaría en la aniquilación mutua de los adversarios y por tanto no serviría a una finalidad de política racional; es el gran peligro inminente, que puede aparecer en una mente turbada por la derrota, para el empleo del “todo por el todo”.
He aquí el dilema militar de Venezuela, ya que no hemos logrado entender el fenómeno de la guerra y creemos que es el arma única en la política, sugiriendo usar a las fuerzas armadas para dilucidar el problema político. Aquí aflora el argumento de Bernard Brodle, cuando en 1946 declaró que las fuerzas armadas ya no tienen una razón de existencia racional que no sea disuadir la guerra. Así lo vemos en Venezuela, cuando en la Constitución de la República se establece como función de la FAN: “…garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar,…”
Por ello, se aprende, que desde el punto de vista militar se define el conflicto como el estado o situación de confrontación, real o potencial, que afecta a la seguridad nacional, que en nuestro caso, se lleva a la confrontación para imponer nuestra voluntad sobre cualquier adversario que quiera imponernos su poder con la fuerza de las armas. De allí surge la necesidad de luchar contra el capricho de querer dar a las fuerzas armadas, el poder para dilucidar el emblemático conflicto político que vivimos los venezolanos desde hace ya más de dos décadas.
@Enriqueprietos