La globalización o mundialización de la economía parecieran conceptos de última moda, pero realmente el fenómeno del “mercado y el intercambio o comercio” acompaña a la humanidad desde hace muchos milenios. La autarquía o auto-suficiencia económica se pierde en las brumas de los orígenes humanos. Lo cierto es la necesidad de intercambiar para satisfacer nuestras necesidades en función de una división natural del trabajo y la producción. Así es como nacen los primeros poblados y ciudades, en sitios y vías de encuentro e intercambio a nivel del trueque o algún tipo de medida de valor equivalente y con el tiempo a la invención del dinero y todas las complejidades financieras en permanente cambio y desarrollo.
Para el mundo griego, las rutas del comercio territorializaban y definían la ecúmene o tierras conocidas. Como es sabido, este largo y complejo proceso de exploración y encuentro culmina en 1492 con la incorporación de América al mundo conocido, y a partir de allí, en los siglos subsiguientes, no hay lugar del mundo ajeno al conocimiento geográfico y a la economía. En este sentido se puede hablar de economía global desde el siglo 16 en adelante. Toda la tierra era incorporada progresivamente al intercambio económico y este cada vez era más intenso y universal hasta llegar a una interdependencia absoluta. Ningún país puede prescindir de los otros, y la mejor evidencia es lo que está sucediendo actualmente con la invasión rusa a Ucrania que está terminando por afectar la economía mundial con fuertes amenazas al crecimiento económico y estabilidad del sistema geo-político global.
Los estudiosos del tema tienden a distinguir tres globalizaciones sucesivas y vinculadas con características propias cada una. La primera se ubica en los siglos 16 y 17, la época de los “descubrimientos”, viajes y exploraciones, que le da a algunos países europeos un protagonismo global y una supremacía económica que se consolida en los siglos 18 y 19. La segunda globalización, con la llamada revolución industrial o revoluciones burguesas para la historiografía marxista, que permitió a Europa establecer su poder y dominio en todos los continentes. Y la tercera globalización sería la del siglo 20 y 21, en curso, que implicó la gran crisis europea de las dos guerras mundiales y la aparición de dos súper-potencias hegemónicas y antagónicas y que en las últimas décadas incorpora a China para configurar un triángulo de poder mundial Estados Unidos/Rusia/China con sus inevitables tensiones y conflictos. La globalización en curso está marcada de manera decisiva por las estructuras e intereses financieros y tecnológicos globales.
Como conclusión pudiéramos decir que la globalización, mundialización o economía-mundo, cada día se va a acentuar más. Ello es inevitable porque es inherente y necesario a todas las economías y por el hecho de que la humanidad ha descubierto, de manera pragmática, que habitamos la misma CASA COMÚN y que sus problemas nos afectan a todos, como lo evidencia la pandemia del COVID 19, el cambio climático, el problema demográfico, emigración, desplazados, pobreza y un largo etcétera cuya marca dominante son las desigualdades crecientes y las violencias de todo tipo.
El mundo es uno y diverso como lo es la condición humana en términos antropológicos y culturales, pero nuestras problemáticas interconectadas nos acercan y mucho más las soluciones requeridas.
Ángel Lombardi