Los cuerpos del periodista británico Dom Phillips y del experto indígena Bruno Pereira, quienes habían estado desaparecidos durante más de una semana en la selva amazónica de Brasil, fueron encontrados e identificados esta semana por parte de las autoridades brasileñas. La pericia confirmó que la muerte había sido provocada por heridas de arma de fuego.
Por Infobae
Esta no era la primera incursión que hacía en esta zona, ya que en 2018 habían realizado un viaje similar acompañados del fotógrafo Gary Calton con el objetivo de rastrear el paradero de una tribu no contactada en Brasil.
Ambos ya habían sido amenazados por su trabajo en temas de Medio Ambiente y recibieron más durante el viaje.
DOM PHILLIPS
El reportero británico de 57 años estaba radicado en Brasil desde hace 15 años y era colaborador de diarios como The Guardian, Financial Times, Washington Post, New York Times, Intercept, entre otros.
Además, estaba escribiendo un libro sobre la preservación de la Amazonía con el apoyo de la Fundación Alicia Patterson, que le otorgó una beca de un año para informes ambientales que se extendió hasta el próximo enero.
“Es un periodista cauteloso, con un conocimiento impresionante de las complejidades de la crisis ambiental brasileña”, dijo Margaret Engel, directora ejecutiva de la Fundación Alicia Patterson, en un correo electrónico.
Uno de sus ex compañeros de trabajo, Andrew Downie escribió en The Guardian que conoció al periodista en Mixmag, donde Dom fue editor durante la mayor parte de la década de 1990. Fue a través de la música que Phillips llegó a São Pablo en 2007. “Dom era amigo de DJs brasileños y llegó allí para terminar de escribir Superstar DJs Here We Go!”, comentó.
Durante la década de 2010 pasó la parte de su tiempo escribiendo sobre los preparativos de Brasil para la Copa Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 y, en los años posteriores, cambió su enfoque hacia temas de Medio Ambiente.
Downie explicó que todos lo conocían como una persona desinteresada, y que aparte de su trabajo “daba clases de inglés en una favela de Río e hizo trabajo voluntario con jóvenes en un programa de salud pública en Salvador”. Además estaba desesperado por ser padre, por enfocar ese amor en una familia que pudiera llamar suya. Fue por eso, explica, que se mudó junto a su novia Alessandra a Salvador.
BRUNO ARAÚJO PEREIRA
Araújo Pereira, de 41 años, era uno de los empleados de la agencia brasileña de asuntos indígenas con más experiencia en el área de Valle de Javari.
The Guardian aseguró que Pereira fue removido de su posición como el hombre clave de la Funai para las tribus no contactadas en lo que fue visto como un movimiento políticamente motivado poco después de que el presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro llegara al poder. Su despido a fines de 2019 se produjo poco después de que su equipo ayudara a que una de las minas ilegales más grandes de la región amazónica fuera inoperable.
La agitación en la Funai marcó el final de la carrera gubernamental de Pereira, quien pasó a trabajar con el Observatorio para los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas aislados y de Contacto Reciente (OPI), una organización paraguas de los 26 grupos indígenas en el Vale do Javari, un área remota en la frontera occidental de Brasil con Perú.
Debido a esto, había recibido numerosas amenazas de pescadores y cazadores ilegales y usualmente lleva un arma de fuego.
Araújo Pereira estaba casado y era padre de tres hijos. “Cada vez que entra en la selva, trae esa pasión con el propósito de ayudar al prójimo”, declaró en un comunicado su familia.
Es “valiente y dedicado”, concluye Fiona Watson, directora de Investigación de la ONG Survival International.
La pericia sobre la muerte de Phillip y Araújo Pereira
El examen médico legal publicado el sábado estableció que la muerte de Phillips “fue causada por traumatismo toracoabdominal por disparo de arma de fuego con munición típica de caza, con múltiples balines, que provocaron lesiones principalmente en las regiones abdominal y torácica (1 tiro)”, según el comunicado.
La de Araújo Pereira, por su parte “fue causada por traumatismo toracoabdominal y craneano por disparos de arma de fuego con munición típica de caza, con múltiples balines, que provocaron lesiones en las regiones tórax/abdomen (2 tiros) y cara/cráneo (1 tiro)”.
La dificultad en la identificación obedeció a que, como lo confesó uno de los autores del crimen, las dos víctimas fueron asesinadas a tiros y descuartizadas antes de que sus restos fueran incinerados y ocultados en un lugar de difícil acceso en medio de la selva.
La confirmación de la identificación de los restos y de las causas de la muerte fue anunciada poco después de que el tercer sospechoso de los asesinatos se entregara a las autoridades y fuera inmediatamente detenido.
Se trata de un hombre identificado como Jeferson da Silva Lima, conocido como “Pelado da Dinha” y que es sospechoso de haber sido cómplice de los hermanos Amarildo y Oseney da Costa Oliveira, el primero de los cuales es reo confeso en el crimen. Da Silva Lima se presentó voluntariamente a primera hora de este sábado en la comisaría de la vecina Atalaia do Norte.
“Según todas las pruebas y todos los testimonios que hemos escuchado hasta el momento, él (Da Silva Lima) estaba en la escena del crimen y participó activamente en el doble homicidio”, afirmó el comisario Alex Perez Timoteo, de la Policía Civil de Atalaia do Norte.
La Policía Civil de Atalaia do Norte y la Policía Federal, que colaboran en el caso, investigan hasta cinco sospechosos por los crímenes de desaparición y doble asesinato, y por la ocultación de sus cadáveres.
Los dos hermanos arrestados por el crimen son pescadores y ya habían sido reprendidos por Araújo por pescar en áreas de jurisdicción de reservas indígenas, lo que es prohibido.
El preso que confesó el crimen condujo a las autoridades hasta el lugar en que enterró los cuerpos de sus víctimas, ubicado a unos 3 kilómetros selva adentro del río en que los interceptó y los mató.
Pereira había recibido amenazas en varias oportunidades por sus denuncias contra organizaciones que se dedican al narcotráfico, la tala, la pesca ilegal y la caza en las reservas indígenas del Vale do Javari.
(con información de AP, AFP)