El escape de Carlos Garrido parece sacado de una serie de televisión. Tras ocho meses de detención arbitraria, el abogado penalista logró huir del régimen de Venezuela. Planeó su fuga en diciembre del año pasado, cuando tuvo que ser internado en el hospital militar por cuenta de una caída de su litera en la celda. Carlos, aprovechando su estadía en dicho hospital rodeado por militares, logró idear como irse.
Por SEMANA
Esperó pacientemente varios meses y en un regreso al centro médico, el pasado 24 de junio, finalmente se fue. No sin antes escribir una carta a las Naciones Unidas. “Exponiendo mi vida logré escapar del cerco militar que el gobierno puso alrededor mío. Debo encontrarme a la fecha que ustedes reciben esta misiva sin comunicación alguna con personas que pueda estar relacionado; para evitar ser extorsionado mediante cualquier clase de torturas que pudieran practicarse en contra de mis allegados”, dijo.
La historia de la detención de Garrido había conmovido a sus amigos y a decenas de periodistas y defensores de derechos humanos en Venezuela. Carlos había sido también detenido en una operación como de Hollywood. Más de 50 funcionarios se prestaron a capturar a un solo civil, desarmado.
Según su defensa, fue aprehendido ilegal y arbitrariamente (sin orden de captura o delito flagrante). Los hechos sucedieron el 28 de julio de 2021, por funcionarios de la Dirección General de Contra Inteligencia Militar (DGCIM), el organismo de contrainteligencia militar en Venezuela. Dichos funcionarios colocaron un retén a 500 metros.
Al abogado lo sacaron de su casa, donde vivían su bebé recién nacido y un pequeño de un año. Y se lo llevaron sin mediar palabras a la sede de este cuerpo militar en Boleíta (Caracas, Venezuela). Allí, sus verdugos tomaron su celular para contactar familiares, amigos y clientes con el fin de extorsionarlos. Se quedaron con su carro, que nunca devolvieron a la familia.
En el proceso penal le imputaron los delitos de documento falso, falsificación de documento público y asociación para delinquir, por una cédula de alguien totalmente desconocida para él que sin motivo alguno “apareció” en su vehículo. Su defensa asegura que la prueba fue sembrada.
Los meses que estuvo preso, Carlos estuvo en la denominada “Casa de los Sueños”, que prácticamente es un pasillo dentro de un sótano que se llena con monóxido de carbono de los vehículos del DGCIM.
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