Un enclave autoritario es la expresión de prácticas institucionales, económicas y políticas que le dan control fáctico al grupo de personas asociadas a una autocracia recientemente desplazada del poder. A efectos de comprender este punto se hace necesario referirse a par de ejemplos, para 1990, recientemente electo Patricio Aylwin como presidente de Chile por los votos de la mayoría de los Chilenos, tuvo que soportar que el ex dictador Pinochet se mantuviera como Jefe del Ejército. En el caso Español, era indudable que tras el advenimiento de la democracia, durante el gobierno de Alfonso Suarez, un segmento importante del Franquismo poseía control de las Fuerzas Armadas, tanto así que hasta lograron el secuestro del Congreso de los Diputados, ametralladora mano, durante el tristemente celebre 23 de Febrero de 1981.
Si la coalición dominante tiene un incentivo para negociar con la Plataforma Unitaria en México es su absoluta necesidad de garantizar total impunidad por lo hecho y desecho en más de dos décadas. En ese caso, incluso con justas lágrimas en los ojos, tendremos que afirmar al igual que Patricio Aylwin, que “si nos toca optar entre la libertad y la justicia, escojo la libertad para seguir luchando por la justicia”. Puede suceder que una vez triunfe la Plataforma Unitaria en las elecciones de 2024, el nuevo gobierno democrático en Miraflores se vea rodeado por un ejército indisciplinado que se resista a someterse al precepto constitucional del control civil sobre las Fuerzas Armadas. Ese nuevo gobierno tendría respaldo popular, expresado en votos, pero estaría a merced de grupos paramilitares en asociación con elementos corruptos de las FANB que controlarían, a modo de subversión, “zonas económicas especiales” contando con financistas internacionales con fines tan compartidos como inconfesables.
Ese desafío no es para nada sencillo y requiere la unidad de todos los demócratas y de todos los ciudadanos. Por ello es cada vez más pertinente alcanzar, además de una sólida alianza electoral, una Coalición Democrática capaz de ejercer gobierno en circunstancias tan adversas, de nada servirán tantos sacrificios efectuados si la nueva experiencia democrática que pretendemos inaugurar es destruida al primer zarpazo militarista. Carlos Prosperi, candidato presidencial de AD, se refirió recientemente a estos dilemas y sugirió, con bastante acierto, que todos los partidos y dirigentes políticos asuman con responsabilidad el reto de construir esa coalición democrática incluyente y diversa tan necesaria como estratégica. Ese debate público debe darse, el arma más importante que tienen los venezolanos es la opinión pública y, antes de usarla para desacreditarnos entre los demócratas por dos palabras confundidas, debemos concentrarnos en el fondo del asunto: restituir la democracia y mantenerla frente a los enclaves autoritarios que desean y harán todo por destruirla.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica