La desesperación en carne viva y que muchas veces termina en fatalidad es lo que viven familiares de pacientes que no tienen tiempo de espera por una cama de cuidados intensivos. El anhelado cupo es cada vez más estrecho, cuando el Hospital Central Antonio María Pineda se queda corto con apenas dos camas en trauma shock y cuatro de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), con una estimación que debería ser de 42. Un centro asistencial tipo IV que también recibe pacientes de estados vecinos y Lara ni siquiera se acerca a las 70 camas, tal como denuncian especialistas de lo que termina como una condena a muerte frente a camas inoperativas y déficit de personal especializado.
Por Guiomar López | LA PRENSA DE LARA
Tal angustia fue vivida hasta ayer en la mañana por familiares de Simón Alvarado, estudiante de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES), quien este sábado fue herido en la cabeza por un funcionario policial y tenían todas sus esperanzas por un cupo en la UCI. Este retrato es regional, ante la falta de este servicio que demanda entre 56 a 70 camas de cuidados intensivos para la entidad.
Cada minuto cuenta y eso lo lamenta René Rivas, presidente del Colegio de Médicos de Lara, al considerar como un retraso en la atención frente a las deficiencias del principal centro asistencial, porque aún teniendo déficit en camas ni siquiera están todas operativas. Su voz se cunde del tono de molestia al confirmar que sólo dos funcionan de las cuatro en trauma shock de emergencias y que de las seis dispuestas en la UCI, sólo cuatro funcionan en la actualidad.
“¿Cómo es posible que estemos así, siendo hospital tipo IV?”, se pregunta, al considerar que exigen para neurocirugía, oftalmología, traumatología, obstetricia, cirugía en general y demás subespecialidades. También se queja de esos equipos que no están actualizados y sin permitir adecuación.
Pierden a valiosos
Al referirse a otra traba, se centra en el recurso humano y el déficit de profesionales especializados, desde enfermeras capacitadas en esta área e intensivistas que han emigrado al sector privado por la necesidad de una mejor remuneración. “No hay punto de comparación de percibir un promedio de $100 en una guardia de 24 horas en clínicas, lejanos a los $60 que perciban al mes en públicos”, se queja de esa búsqueda de honorarios y más aún, con la salida al extranjero.
Para Ruy Medina, exdirector del Hospital Central, es impresionante cómo se olvida el recordatorio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que entre 5 a 10% corresponde a UCI de la totalidad de camas de centros asistenciales. “De ese promedio de 600 camas en total, 42 deberían ser UCI”, calcula del central, mientras señala que en promedio serían alrededor de 14 para el Hospital Pastor Oropeza de Carora. Pero recalca que estos hospitales tipo I de los municipios foráneos, ni siquiera cuentan con una cama de UCI.
Destaca la valía de ese personal que se mantiene trabajando, porque se exige mínimo de un adjunto, dos residentes y una enfermera por turno por cada cama. “Es una vigilancia extrema, desde el monitoreo intensivo”, precisa de esa enfermera a tiempo completo para el paciente y seguir su evolución en temperatura, tensión arterial y demás valores mientras se mantiene con la ventilación mecánica.
Los especialistas no justifican este tipo de retraso de atención y suelen dejar a pacientes “a la buena de Dios” por la recuperación. Mientras La Prensa sigue esperando por la declaración de Javier Cabrera, director regional de Salud.
Espacios aún sin aprovechar
Según Ruy Medina, quien también fue director regional de salud, recuerda que para 2017 se contaban con cuatro camas de cuidados intensivos y sus especialistas en Sala de Parto del Hospital Central. Una atención directa para las parturientas que sufrían complicaciones y descongestionaba la UCI en general.
Resalta que en ese tiempo también se estaba remodelando el área de neurocirugía y era una capacidad para cuatro camas que tenían asegurada los dos intensivistas y enfermeras. “Hay el espacio y sólo faltaba una conexión con oxígeno central”, señala de lo que se trataba de trabajos finales de adecuación y que garantizaría ese cuidado post intervención de quienes son intervenidos por aneurisma o tumor cerebral.
Destaca esa necesidad de descongestionar el área de UCI y disponer de aquellas camas necesarias para servicios que exigen este tipo de atención, sin quedar a la espera por un cupo tardío.