El abogado Sergio Massa, designado este jueves como nuevo “superministro” de Economía de Argentina, es un verdadero equilibrista dentro de la feroz interna que divide al frente gobernante y ahora tendrá el desafío de lidiar con los grandes problemas macroeconómicos del país en un clima político y social caldeado.
Massa ostenta la titularidad de la Cámara de Diputados, tercero en la línea de sucesión presidencial en Argentina.
Pero es además el líder del Frente Renovador, el tercer sector con mayor peso dentro del oficialista Frente de Todos, donde el poder está disputado entre el ala kirchnerista que responde a la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández, y el sector del peronismo más moderado alineado con el presidente Alberto Fernández.
Massa, de 50 años, creó el Frente Renovador como un espacio de “corazón peronista y cerebro modernista” en 2013, de cara a las elecciones legislativas de ese año, en las que ganó una silla como diputado, ya en abierta oposición al entonces Gobierno de Cristina Fernández (2007-2015), del que había sido un actor relevante.
Ingresó en la arena política a los 17 años como militante de la liberal Unión del Centro Democrático, que a comienzos de la década de 1990 fue absorbida por el peronismo bajo el Gobierno de Carlos Menem (1989-1999).
Tras la severa crisis económica que afectó al país a finales de 2001, otro presidente peronista, Eduardo Duhalde (2002-2003), le designó director ejecutivo de la Administración Nacional de Seguridad Social (Anses), a cargo del sistema estatal de jubilaciones.
En 2005 fue elegido diputado nacional, pero renunció a su escaño para seguir al frente de la Anses a pedido del entonces presidente Néstor Kirchner (2003-2007).
Dos años después, en diciembre de 2007, asumió como alcalde del municipio bonaerense de Tigre, pero dejó ese cargo en julio de 2008 al ser convocado por la presidenta Cristina Fernández para ocupar la Jefatura del Gabinete de ministros.
En medio de una grave crisis política tras un fuerte conflicto con el sector agropecuario, Fernández acudió a la ascendente figura política de Massa para “oxigenar” la imagen del Gobierno.
PERONISTA, OFICIALISTA Y OPOSITOR
Abandonó el Gabinete en julio de 2009, en medio de otra crisis en el oficialismo por la derrota de Néstor Kirchner en las elecciones legislativas.
Tras su salida del Gabinete, volvió a la alcaldía de Tigre, donde logró buena fama como administrador, lo que le permitió conseguir la reelección en 2011.
El triunfo en las legislativas de 2013 le permitió a Massa posicionarse para lanzar su candidatura presidencial en 2015. En esos comicios, en los que se impuso el conservador Mauricio Macri, Massa resultó tercero, por detrás del también peronista Daniel Scioli, quien desde junio pasado presidía el Ministerio de Desarrollo Productivo, una cartera que, junto con la de Agricultura, ahora será absorbida por el “súperministerio” de Massa.
Para las elecciones presidenciales de 2019, Massa sumó al Frente de Todos los votos del Frente Renovador y ha aportado al Gobierno desde su rol en la Cámara de Diputados, un puesto clave para la búsqueda de consensos con la oposición parlamentaria, también impulsando proyectos de ley relevantes.
De tono moderado y buen vínculo con los empresarios, ha tenido buena relación tanto con la vicepresidenta como con el jefe de Estado, quien en los dos últimos viajes al exterior -la Cumbre de las Américas, en Estados Unidos, y la cumbre del G7, en Alemania- sumó a Massa a su comitiva.
Massa reemplazará al frente del Ministerio de Economía a Silvina Batakis, quien había asumido el cargo el pasado 4 de julio en sustitución de Martín Guzmán, un hombre cercano a Alberto Fernández que renunció cansado de las críticas de Cristina Fernández a su gestión económica.
DESAFÍOS
Massa toma las riendas de una economía que el año pasado logró recuperarse 10,4 % tras tres años de severa recesión, pero que este año ha perdido vigor, en medio de un complejo escenario global y con una elevada inflación que el país arrastra desde hace años pero que se acelerado en los últimos meses.
Argentina también sufre desequilibrios fiscales y monetarios que el acuerdo de refinanciación firmado en marzo pasado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) busca corregir con metas de reducción de déficit primario, recorte en la asistencia monetaria al Tesoro y acumulación de reservas monetarias que suponen un verdadero desafío para la gestión económica y que muchos expertos consideran de difícil cumplimiento.
En este escenario, el Banco Central ha restringido aún más el acceso a divisas, lo que ha provocado preocupación entre los empresarios y renovadas tensiones en los mercados cambiarios. | Por Natalia Kidd / EFE