Todo ser humano vive en expectativa de futuro, en particular en nuestros primeros cincuenta años de vida, y ese probable futuro siempre, o casi siempre, es asumido en función de expectativas razonables de bienestar, de acuerdo a nuestros deseos y metas. Después de los cincuenta años (estoy generalizando), prevalece la realidad-real y somos, básicamente, lo que logramos o estamos encaminados a lograr y consolidar.
En términos societarios y políticos es fundamental tratar de identificar la tendencia emocional y psicológica con respecto al futuro. En nuestro caso venezolano, me preocupa una tendencia dominante a desconfiar del futuro del país, para mí no es concebible una persona y un país que se niegue el futuro como oportunidad para progresar, lo llamo “principio de esperanza” como un desafío a avanzar.
El miedo al futuro o desesperanza estructural, es una enfermedad espiritual que lleva a la negatividad absoluta, al nihilismo de la “nadedad”, el abismo del suicidio físico o psíquico. Afortunadamente una sociedad, un país, cambia y puede conocer tiempos oscuros, como este que nos atormenta desde 1999, pero no se suicida.
La idea de futuro y progreso en la mentalidad y cultura moderna, van juntos y en términos políticos lo llamamos libertad y democracia, y en términos económicos y sociales, lo llamamos “sociedad del conocimiento y desarrollo”.
En nuestro país no es difícil identificar, en grupos y sectores diversos, sus opiniones y conductas frente al futuro. En la diáspora, o emigración, hay de todo, quienes con derecho buscan su futuro fuera del país y quiénes esperan una oportunidad para regresar si el país “cambia y se compone”. En el resto, o la mayoría que seguimos en el país, se observan dos tendencias o actitudes y conductas, una mayoría que sobrevive adaptándose y una activa y beligerante que ha decidido, en lo económico y político, insistir en avanzar, y eso les da una responsabilidad de liderazgo nada fácil.
Estamos en una coyuntura de cambio (2022/2023/2024) por efecto de diversos factores, internos y externos, y una deseable transición política. ¿Seremos capaces de lograrlo? Vencer el miedo es fundamental así como la necesidad de renovar la fe en el país y en nosotros mismos.