“El hombre más odiado de internet”: la historia del rey de la pornovenganza

“El hombre más odiado de internet”: la historia del rey de la pornovenganza

Hunter MooreCinemanía

 

Probablemente usted no recuerde ni quién es Hunter Moore ni le suene demasiado la web Is Anyone Up?. Quizás usted fue de aquellos pioneros que bucearon en ese internet cuyo modem colapsaba el teléfono fijo familiar y que resultaba en uno de los principales ‘casus belli’ entre padres e hijos adolescentes. Quizás usted tuvo cuenta de MySpace y chateó en los foros de Terra y pasó horas y horas enganchado a 4chan. Si es así, entonces conoció el Salvaje Oeste de internet, un espacio -casi- sin ley, desconocido y denostado para la mayoría, pero un territorio de exploración infinita para aquellos que intuyeron las posibilidades de la world wide web.

Por 20minutos.es





Y es aquí cuando tiene lugar El hombre más odiado de internet, la nueva miniserie documental que acaba de estrenar Netflix y que rebobina doce años atrás en el tiempo, hasta 2010, para recuperar esta historia de pornovenganza, amenazas de muerte y pseudo sectas virtuales. Y para recordar cómo Hunter Moore, un veinteañero californiano con pasado emo, se convirtió, efectivamente, en el enemigo público número uno de las redes.

Netflix ha encontrado un nuevo filón en los true crimes virtuales. Después del éxito de A los gatos, ni tocarlos o El timador de Tinder, la plataforma ha encargado al realizador Rob Miller -uno de los treinta y cinco Rob Millers que trabajan en el cine según IMDb- tres capítulos en los que entrevista a víctimas, familiares, abogados e investigadores de un caso que supuso un antes y un después en la legislación sobre el robo de identidad, el acceso a ordenadores sin autorización y puso en cuestión la desprotección del usuario respecto al uso de su propia imagen en la red.

Víctimas de pornovenganza

Estamos en 2011. Kayla Laws es una joven estadounidense que trabaja de camarera en un café mientras se saca los estudios. Hija de padres divorciados, clase media-alta. Su madre, Charlotte, escribió en los 80 un libro sobre cómo colarse en fiestas de la jet set. Salió en un par de late nights y tuvo su minuto de fama. Su padrastro es un abogado inglés.

Una vida normal -más que normal- hasta que una compañera le dice: “Siento comunicarte que apareces en Is Anyone Up, en la página dos”. Cuando Kayla encuentra la web, se topa con fotos suyas desnuda, con su dirección de Facebook y con cientos de comentarios que la tachan de “puta” y “zorra”. Y ahí comienza su periplo.

Charlotte LawsCinemanía

 

Kayla es sólo una de la decena de víctimas entrevistadas por Miller en El hombre más odiado de internet. En realidad fueron miles las mujeres cuyas imágenes fueron colgadas sin su permiso en un dominio web creado por Hunter Moore, que se mantuvo en activo entre 2010 y 2012, para que exnovios despechados de todo el mundo pudiesen llevar a cabo una “pornovenganza”; es decir, utilizar imágenes íntimas que sus parejas les habían mandado para humillarlas públicamente.

Y alentar los comentarios denigratorios y las chanzas, además de proporcionar los enlaces a las redes sociales de las víctimas, junto con datos como sus lugares de trabajo, su lugar de residencia y fotografías de su familia. Todos estos datos provocaban que una simple búsqueda de su nombre en Google -por cuestiones laborales, por ejemplo- ofreciese como primera entrada el enlace a sus imágenes desnudas.

En el internet de hoy, donde Instagram censura los pechos y la legislación sobre la propiedad intelectual de las imágenes está bastante más desarrollada que entonces, resulta llamativa la desprotección de todas aquellas mujeres que se encontraron con sus fotos desnudas publicadas sin que ellas pudiesen hacer nada para evitarlo.

Qué hizo Hunter Moore

El hombre más odiado de internet también se adentra en la psicología de Moore, un hombre al que la mayoría de sus víctimas definen como un sociópata y un narcisista que creó alrededor suyo una suerte de culto virtual que se enfrentó al propio FBI y que impuso su pequeño reinado del terror online.

En 2012 la revista Rolling Stone entrevistó a Moore. Poco antes había sido la BBC quien lo había coronado como “el hombre más odiado de internet”. Moore tenía entonces 26 años y era una minicelebridad que empezaba a conocerse en los medios tradicionales. Se vendía a sí mismo como un enfant terrible interesado sólo por el dinero -llegó a ganar hasta 30.000 euros al mes, recordemos, hace más de 10 años-, el sexo, la fama y la fiesta. Se jactaba de pasarse el día colocado, de acostarse con todas las chicas posibles a pesar de “tener la polla pequeña” (sic) y de tener un ejército de 350.000 seguidores -usuarios únicos- que conformaban lo que él bautizó como ‘The Family’; la familia, gente dispuesta a matar y dejarse matar por él.

En la entrevista, Moore explica que creó la página “porque estaba liado con la novia de un bajista medio famoso” y que todos sus amigos “querían ver a la chica desnuda porque era muy mona”. Como tuvo dificultades para mandar las fotos a todos sus amigos, decició utilizar un dominio que había comprado para promocionar fiestas y subirlas ahí. Una semana después, descubrió que la página había recibido 14.000 visitantes únicos.

En el reportaje cuentan cómo apenas 16 meses después de haber creado su página, Moore ya ha sido expulsado de Facebook y de Paypal, el padre de una de las chicas que aparecen en la web ha intentado apuñalarlo, recibe amenazas de muerte todos los días y tiene que cambiar de número de teléfono móvil un mes sí y otro también. Y aunque hay una crítica subrepticia a su modus operandi, en el texto trasluce cierta admiración por la actitud de malote-que-pasa-de-todo de Moore. Y, desde luego, a las víctimas no se les da voz.

Sin embargo, El hombre más odiado de internet construye el perfil de Moore a través de entrevistas con sus damnificadas, de sus mensajes en redes sociales y de sus escasas intervenciones en televisión. Miller utiliza a Charlotte Laws, la madre de Kayla Laws, y su investigación para tirar abajo la página web como hilo conductor del auge y caída del imperio misógino de Is Anyone Up. Laws, casi en solitario y sin formación legal, llevó las riendas de un caso al que nadie prestó atención -siquiera su propio marido, abogado- y que acabó en manos del FBI, gracias a toda la información que Laws había recopilado.

‘El hombre más odiado de internet’ como síntoma

Porque esta es una historia también de cómo ha cambiado la sociedad respecto a la relación entre el cuerpo femenino y la moral punitiva. Porque Moore es sólo la punta del iceberg de una sociedad machista que acepta que si una mujer se saca una foto desnuda, aunque no la comparta, lo hace para disfrute de la mirada masculina. Muchas de las mujeres que aparecieron en la web perdieron su trabajo, su imagen pública, la custodia de sus hijos e, incluso, casi la vida.

El desamparo legal era tal que se consideraba legal la explotación económica de la imagen sexual en contra del deso de los protagonistas, como bien explica la serie Pam & Tommy (Disney+). Al saberse impune, Moore se muestra despiadado con las personas que le ruegan que elimine sus fotografías de Is Anyone Up. Moore es el villano definitivo.

Is Anyone Up?Cinemanía

 

Por último, el documental analiza ese caldo de cultivo que se dio en ese internet adolescente que todavía era lo suficientemente marginal como para no exigir un control y lo suficientemente masivo para empezar a generar nichos y, con ellos, sus nuevos líderes. Un campo de experimentación de la psicología humana, del gregarismo y de la necesidad de atención.

El sueño de Warhol de los quince minutos de fama cada vez más democratizado: entre las nuevas estrellas nacidas de esta comunidad, una chica famosa por poder meterse casi cualquier cosa por el recto. O cómo la retroalimentación entre los usuarios de la comunidad de Moore provocaba que personas aparentemente normales en su día a día se convirtieran en el mundo virtual en violentos acosadores que disfrutaban -disfrutan- con el dolor ajeno.

El hombre más odiado de internet habla del caso concreto de Hunter Moore y de aquellos primeros dosmiles del ‘todo vale’. Pero es tan sólo un ejemplo más de los muchos que se dan dentro y fuera de las redes sociales. De cómo ciertas personalidades aprovechan la deriva y la necesidad de mucha gente de pertenencia a una comunidad para explotar los comportamientos abusivos y aprovecharse del sistema.