Los líderes no se rinden. Con sus voces firmes inspiran y generan confianza, señalando caminos y advirtiendo que por allí no es cuando la senda equivocada conduce al abismo. Se capacitan para entender la dirección de la historia y el papel que les toca cumplir, reflejando en sus acciones dignidad y transparencia; con un claro sentido y comprensión de la realidad que saben comunicar a sus seguidores. Son como árboles bien sembrados en tierra abonada y echan raíces profundas, y bajo el amparo de sus valores y convicciones resisten al chantaje de una normalidad de mentira y acomodo.
Nos cuesta entender y aceptar la presencia del mal. Habrá justicia contra los criminales de lesa humanidad si logramos mantener los ojos abiertos para evitar que su presencia y arbitrariedad nos debiliten. Los combatimos alineándonos con el bien, conscientes de que el cambio ocurre hasta en los peores momentos, como los enfrentados hoy. El mal deslumbra pero impide ver la luz, con un poquito de esta se destruye la oscuridad. La dirigencia vencida plantea conceder a los facinerosos una indulgencia plenaria a cuenta de una ilusoria normalización que la mayoría no siente ni ve; el camino de la convivencia con aquellos es peor y consolida su proyecto de dominación. El régimen busca y gana estabilidad y legitimidad con la “opolaboración”. Lo que se ha normalizado, a los ojos de todos, es la persecución, el hostigamiento, la violación sistemática de los derechos humanos y la entrega de la soberanía. Seguimos sin respeto a la justicia, sin educación, sin salud y con 300 presos políticos, sin instituciones confiables y sin rendición de cuentas. El proceso de adaptación está distorsionado por la lógica de la supervivencia, lo cual no significa que todo está normal. Dentro del sistema totalitario el bienestar de la gente ocupa un lugar marginal, son accesorias al sistema.
Los niveles de conflictividad escalan y las calles se calientan, las protestas atraviesan el territorio. El sector educativo ha logrado aglutinar a otros sectores en torno a la afrenta del “salario indigno” y estalla la crisis. El régimen ante su impotencia de ocultar la ola expansiva, sale desesperado a decretar el adelanto de las navidades. No luce compacto y aparecen grietas preocupantes, que son a la vez esperanzadoras para la lucha libertaria que se libra.
Las decisiones deben tomarse con coraje y apegados a la verdad. El líder da testimonio perenne de la verdad y lo manifiesta en sus actuaciones públicas, con el coraje de una vida coherente y dispuesta a afrontar las consecuencias de ir a contracorriente y denunciar lo que se opone a la verdad.
No queremos formar parte de una unidad con el entramado de la mentira que dice querer desplazar al régimen, cuando, en realidad, ellos lo sostienen con sus acciones. El que no está dispuesto a conformar su acción desde los principios éticos recurre a fabricar una moral a su medida: el relativismo.
Jamás cohabitaremos con el ecosistema criminal que no solo robó descaradamente el dinero de la nación, sino que lo utilizó abiertamente para destruir lo que habíamos construido. El arrase lo revela una Venezuela socialista que dejó de producir patentes, exhibe el más bajo índice de productividad en el trabajo y descalabro del sistema educativo y de salud.
La lucha es por la verdad, la justicia y la libertad. Llegará el día en que diremos: Venezuela ya no pasarás más por el dominio de los perversos, se acabó la destrucción. Restauramos tu dignidad de los desoladores que destrozaron tus raíces.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
Nota:
Me siento conmovido por el fallecimiento del sacerdote jesuita Mikel de Viana, una de las personas más brillantes de mi generación. Orador formidable. En el Panteón de los que dieron todo por la libertad en estos 23 años de ignominia, aparecerá su nombre resaltado. QEPD querido amigo.