Tal vez no se pueda decir hoy en día en los papeles que hombres y mujeres son distintos, pero sí que puede afirmarse que sus orgasmos no tienen nada que ver, al menos porque la ciencia así lo ha demostrado. Que ellas pueden alcanzar el clímax en pocos minutos en función de la estimulación que estén disfrutando, por ejemplo, aunque normalmente tarden más que ellos en conseguirlo. O que ellas pueden llegar a tener una petite mort de 20 segundos -aunque lo habitual oscile entre seis y 10- y que ellos la tienen de entre tres y seis.
Por El Mundo
Pero existe en estos tiempos una especie de carrera hacia el orgasmo supremo en el que tanto ellos como ellas estarían compitiendo. En un escenario hipersexualizado, con las relaciones y prácticas sexuales (juguetes, poliamor, lo que sea) puestas encima de la mesa y una conversación sexual que ha pasado del ostracismo al mainstream, ahora, pasados ya de vueltas, no es que se reivindique el placer propio, ajeno e incluso comunitario sino que andamos obsesionados con orgasmar de la forma más apabullante posible.
Han pasado muchas décadas, casi siete, desde que la sexología atiende expresamente el placer femenino, pero los profesionales siguen teniendo que decir cosas como la que sigue: «Tener más orgasmos no es ser más feliz ni más moderna ni siquiera tiene porque ser más satisfactorio. Hay una búsqueda del orgasmo como si de un producto de moda se tratara que atribuyera un nivel superior a quien los tiene, generando malestares innecesarios e invalidando otras experiencias placenteras».
La maravilla que supone alcanzar, por ejemplo, verdadera intimidad entre dos seres humanos. Sentirse tan pero tan a gusto como para pasarse el día en bolas junto a la otra persona ahora que el calor aprieta tanto. Enchufar el ventilador y hacer que desaparezca el mundo aunque, también por calor, optemos por no tocarnos.
A cambio, existen hoy hasta entrenadores del sexo, o coaches sexuales que, en redes sociales, explican con mucha plasticidad cómo podría una mujer eyacular (tener un squirt), como si esto fuera lo más común del mundo, cuando en realidad no lo es. Mañana se celebra el Día Internacional del Orgasmo Femenino, una fecha que se conmemora desde 2006, y seguimos obsesionados con los resultados y mucho menos con los procesos. Otra fecha que ayude a contextualizar el panorama actual: el clítoris tal y como lo conocemos no se descubrió hasta el siglo XVI, aunque, en realidad, hasta la década de los 90 del siglo XX, cuando se consiguió una imagen en 3D del mismo, no tuvimos realmente claro en qué consistía esa protuberancia femenina que, según la sexología, existe única y exclusivamente para dar placer.
La gran evolución del orgasmo femenino, o de nuestro conocimiento del mismo, se enmarca entre los 60 del siglo pasado y la actualidad, pues ya hemos ido desterrando mitos y leyendas como que todos los orgasmos son iguales y que lo emocional y lo sexual caminan vías divergentes. Lugares comunes que hemos sustituido por otros nuevos, como que todas las mujeres son o pueden ser multiorgásmicas o que cualquier persona con vulva, como se dice ahora, puede hasta eyacular en un momento dado.
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