Hay algunos sonidos que son molestos para cualquiera que los escuche, como el chirrido que emite el roce de las uñas contra una pizarra o como el llanto de un bebé. Sin embargo, hay otros que tienen un efecto exagerado sobre algunas personas, como el ruido que alguien hace al masticar, el goteo de un grifo, los silbidos, etc. Si usted mismo tiene una reacción anormalmente hostil ante este tipo de estímulos, es posible que se derive de una mala conexión en el cerebro.
Por La Razón
Es lo que se conoce como misofonía, cuyo significado literal es “odio al sonido” (del griego, “misos”: aversión y “foné”: sonido). Aunque también recibe el nombre de Síndrome de Sensibilidad Selectiva al Sonido. Es un trastorno que se caracteriza por la falta de tolerancia hacia una serie de sonidos cotidianos, que provocan ansiedad, pánico o ira. Se cree que entre el 6 y el 20% de la población vive con algún tipo de misofonía.
Origen de la misofonía:
Un equipo de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) reunió a 75 personas (con y sin misofonía) y analizó -mediante escáneres cerebrales- como reaccionaban ante diferentes sonidos. En un primer momento se observó el cerebro de los pacientes en silencio, luego con sonidos típicamente desencadenantes de misofonía (como masticar), con sonidos abiertamente desagradables para todos (gritos) y con sonidos neutrales (como el de la lluvia).
Después del experimento, los investigadores llegaron a la conclusión de que este trastorno tiene su origen en una conexión cerebral que va desde la corteza auditiva del cerebro hasta la corteza motora orofacial (la parte del cerebro que controla el movimiento de la cara, la boca y la garganta):
“Nuestros hallazgos indican que para las personas con misofonía existe una comunicación anormal entre las regiones auditivas y motoras del cerebro” (…) “Se podría describir como una ‘conexión súper sensibilizada’”, explicó el neurocientífico Sukhbinder Kumar, de la Universidad de Newcastle en el Reino Unido.
Los científicos le encontraron cierto sentido a este descubrimiento, porque la mayoría de los sonidos que dan pie a la misofonía involucran el rostro, como mascar chicle o sorber. Es decir, que las personas que padecen este trastorno -en realidad- están experimentando una estimulación de la misma parte de la corteza motora que está causando el sonido desencadenante de otra persona. Es una sensación tan incómoda porque se siente como una intrusión en nuestro cerebro.
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