En 1871 el naturalista inglés Charles Darwin causó un enorme revuelo en la ciencia, en la sociedad y en el pensamiento humano en general, con la publicación de “El origen del hombre”.
Por BBC Mundo
Un mes más tarde apareció la famosa caricatura que ilustraba una de las más grandes y perdurables ideas erróneas de su obra: que los humanos descendían de los monos, algo que Darwin nunca propuso.
Cuatro décadas más tarde, en el Congreso Mundial de Zoólogos en Graz, Austria, de 1910, el biólogo ruso Iliá Ivanovich Ivanov ventiló la posibilidad de crear un humano literalmente descendiente de un mono, más precisamente un hombre-mono.
Ivanov afirmó que algún día podría ser posible crear híbridos entre humanos y sus parientes más cercanos.
Añadió que el uso de la inseminación artificial ayudaría a eludir las objeciones éticas que inevitablemente surgían en el caso del emparejamiento natural.
En ese momento solo estaba hablando de una noción.
Fue solo después de la Revolución rusa en 1917 que Ivanov pudo intentar hacer realidad la criatura que el novelista francés Gustave Flaubert había imaginado en su “Quidquid volueris” (1837).
En febrero de 1926, Ivanov partió hacia Guinea, en la entonces África Occidental Francesa, dispuesto a realizar uno de los experimentos más estrambóticos de la historia: cruzar a un simio con un humano.
Lo curioso es que iba financiado por el gobierno bolchevique, algo que desde entonces ha dejado a historiadores y científicos preguntándose por qué lo respaldaron.
Brillante reputación
Ivanov era un maestro en el campo de la hibridación animal y la inseminación artificial.
Tras graduarse en 1896 con el equivalente a un doctorado en fisiología, realizó una investigación en bacteriología en el Instituto Pasteur de París antes de trabajar con el mundialmente famoso fisiólogo Ivan Pavlov.
Utilizando las mismas técnicas quirúrgicas que le valieron a Pavlov su premio Nobel, pudo extraer glándulas sexuales animales para desarrollar técnicas de inseminación artificial en caballos de pura raza.
Su investigación se amplió posteriormente a los demás animales de granja e Ivanov se convirtió en la figura internacional líder en su disciplina.
Sin embargo, como a muchos otros científicos, la revolución lo descolocó.
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