Dado que presidente Macron ha sido siempre la vanguardia del optimismo estas reflexiones nos llevan a examinar la situación actual del mundo y en particular del hemisferio occidental. En Europa las ya fuertes tensiones que crea la inmigración de Asia y África posiblemente aumentaran. Porque como advirtiera recientemente el director del Programa de Alimentación de las Naciones Unidas señaló que el informe presentado en conjunto con la FAO sobre las regiones criticas del mundo donde ya hay condiciones de hambruna son Etiopía, Nigeria, South Sudan y Yemen con Afganistán y Somalia sumándose a esta de 2022. Estas condiciones van a forzar el incremento de los flujos de inmigración hacia Europa. Y esa intensificación va a coincidir cona desaceleración de la económica y sensibles aumentos en los precios de la energía. Habrá por lo tanto descontento popular como el que se manifestó en Francia el año pasado con la rebelión de los “Gilet Jaunes”. Estas protestas masivas que agitaron a Francia en las postrimerías del año pasado surgieron como los incendios en California, de manera espontanea sin que hubiese detrás un liderazgo claro o una institución política como los partidos políticos o lo sindicatos. Se trata de la clase media trabajadora que vía las redes sociales decidió expresar su rechazo a las políticas del gobierno en materia de impuestos a la energía. Pero de incrementarse los flujos migratorios dentro de condiciones económicas adversas una ola de protestas puede convertirse en un estallido social. Igual sucede en Alemania y en el resto de Europa. La guerra por otra parte no parece tener solución distinta a la aniquilación de Ucrania por Rusia, evento que los países de Europa dicen rechazar. Sin embargo mantener la resistencia de Ucrania drena aun mas los recursos fiscales y puede provocar una ola inflacionaria en Europa como la que vive Estados Unidos como consecuencia de los excesivos estímulos económicos.
Y para complicar aún más la situación esta China y su política de reducción de vínculos económicos con Occidente que tiene como efecto la reducción de los flujos financieros de esa nación hacia Europa y Estados Unidos y el encarecimiento de las manufacturas para el mundo entero.
En síntesis, Emmanuel Macron percibe la inminencia de una crisis mayor que podría hacer estallar los cimientos del orden internacional construido sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y que le ha garantizado a Europa y a Estados Unidos 45 años de paz y de estabilidad.
Lo curioso es que ni Joseph Biden ni sus colegas europeos compartan esta reflexión ya que todos continúan actuando como si la situación fuese de normalidad y no de excepción. Por tanto no recogen el mensaje de Macron y mucho menos adoptan políticas públicas para confrontar la crisis. Ni hablar de las naciones de América Latina cuyos electorados insisten en regresar al pasado o favorecer liderazgos que dicen representar ideologías fracasadas que encubren el retorno del caudillismo del siglo XIX.