Si bien para Rusia una guerra prolongada en Ucrania era un fracaso con respecto a sus pretenciones iniciales, eso no significaba que el escenario era una victoria para Kiev. El gobierno de Volodimir Zelensky estaba decidido a recuperar el territorio perdido y demostrar que se podía enfrentar e, incluso, volver a hacer retroceder a las tropas invasoras. Así se gestó la contraofensiva que ha dado importantes éxitos y que está alterando el tablero del enfrentamiento.
El plan se trabajó desde hace meses con iniciativa de Zelesnky, el ímpetu del ejército ucraniano y un fundamental apoyo bélico y de inteligencia de los aliados occidentales, que mantuvieron frecuentes reuniones para guiar el camino a seguir.
Según la investigación del New York Times, que entrevistó a varios funcionarios de alto nivel y personas allegadas a los planes, Zelensky dejó claro a sus generales que quería dar un paso espectacular para tomar por asalto el sur y separar a Mariupol (en el sur, tomada por los rusos) del resto del ejército invasor en el este, cortando el puente en el sureste. Conciente del desafío para un ejército relativamente pequeño, no desistió en sus constantes reclamos diplomáticos para un mayor apoyo militar.
No fue fácil convencer a todos. Desde el propio ejército ucraniano se creía que las fuerzas nacionales no soportarían el número de bajas y que ello impediría retomar rápidamente el territorio, frente a un ejército mucho más grande. A su vez, el nuevo agregado de defensa estadounidense, el general de brigada Garrick Harmon, empezó a tener sesiones diarias con los principales oficiales ucranianos.
Una de las primeras conclusiones fue que el tiempo era determinante para que el contraataque sea eficaz: debían actuar antes de las primeras nevadas, que suelen llegar en octubre. Si antes de ello no se avanzaba, Vladimir Putin tendría más presión sobre Occidente, con la llegada del invierno y el chantaje del gas.
Así, durante el verano boreal, se desarrollaron las simulaciones y pruebas sobre los planes, que muchas veces obtuvieron resultados pesimistas, mostrando un camino al fracaso. Pero también mostraron que algunas vías para la contraofensiva podrían ser exitosas. “Proporcionamos ese consejo, y luego los ucranianos lo interiorizaron y tomaron su propia decisión”, explicó al Times Colin Kahl, el jefe de política del Pentágono.
Durante agosto, los funcionarios estadounidenses aumentaron la información de inteligencia sobre las tropas rusas para identificar los puntos débiles y también hallaron una falla en el ejército rival: los invasores tendrían dificultades para reforzar rápidamente sus tropas en el noreste o mover trupas desde el sur.
“Teníamos motivos para creer que, debido a los persistentes problemas de moral y a la presión de los ucranianos, podría haber bolsas de militares rusos un poco más frágiles de lo que parecen sobre el papel”, señaló Kahl.
Con la venia de sus socios en Washington y Londres, Ucrania no ha lanzado una, sino dos contraofensivas. La más llamativa es la de Kharkiv, pero más importante estratégimente es la de Kherson, que se espera que demore semanas para obtener resultados por la alta concentración de tropas rusas.
Para ello, ha tenido que maximizar sus recursos. No es fácil aprender a usar los sistemas de los aliados, teniendo en cuenta que el ejército estaba acostumbrado a los sistemas soviéticos. Pero el resultado ha sido exitoso, con soluciones improvisadas que sorprenden al Pentágono.
Por ejemplo, un funcionario de Defensa estadounidense dijo que Ucrania ha logrado colocar misiles antirradaes aire-superficie HIMARS en aviones de combate soviéticos MiG-29, algo que no había hecho ninguna fuerza aérea, adaptando el punto de mira para que los pilotos disparen los misiles norteamericanos hasta a 150 kilómetros de distancia, adentrándose en líneas enemigas.
“Estamos viendo avances reales y medibles de Ucrania en el uso de estos sistemas”, reconoció la semana pasada el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos.
“La importancia del apoyo militar occidental no radica sólo en los sistemas de armas específicos, sino en la seguridad y confianza que los ucranianos pueden utilizar en su planificación futura”, dijo al Times Jack Watling, investigador principal del Royal United Services Institute de Londres, que recientemente regresó de Ucrania.
Según funcionarios del Departamento de Estado de EEUU, este fin de semana, a medida que los soldados ucranianos se adentraban en zonas del noreste, las tropas de Putin se desmoronaban y en ciertos lugares incluso se alejaron de la batalla, dejando atrás sus armas y municiones.
Los funcionarios ucranianos creen que su éxito a largo plazo requiere por ejemplo la recaptura de la planta de energía nuclear en Zaporizhzhia, cortando las fuerzas rusas en Mariupol y empujando las fuerzas rusas en Kherson de nuevo a través del río Dnipro.
Lo cierto es que Rusia se ha debilitado, y ahora e el sur es el teatro más importante de la guerra.