Nos situamos ante una tiranía desaforada, por tanto en el ejercicio más ramplón del despotismo sin freno. Cunde la indefensión ante cualquier forma de proceder por quienes manejan casi todo en el Estado, con altas miras totalitarias. El único contrapeso, antes lo he dicho, guindado de la brocha, es la Asamblea Nacional legítima, aun en su prolongada extensión, reconocida por más de medio mundo. Cada partido, es lógico, cada dirigente, usualmente, interviene según los grados de sus conveniencias, múltiples. Algunos, por sus privilegios, serían favorecidos si la tiranía permanece indefinidamente. Otros -allí me sitúo- queremos arrimarnos cuanto antes a una transición valedera, verdadera.
Si partimos de lo anterior: defensa de los partidos políticos como fundamento institucional democrático de la sociedad y ante la instauración hace años de una tiranía de lo más despótica, la crisis política del país no se resolverá ignorando ambos problemas. Al contrario, enfrentándolos. Quienes procuramos una despedida definitiva del régimen del terror, obviamente debemos revisar con detenimiento experiencias pasadas que sirvieron para contener regímenes dictatoriales, por ejemplo. De allí se desprende que se hace indispensable juntar en medio de la tan amplia diversidad. Por ello, me parece que la primaria puede ser un estupendo chance a la unificación de criterios pactados entre partidos. Pero eso no bastará. No son estas unas primarias en democracia, como pareciera. Se trata de un férreo enfrentamiento político contra la tiranía. Esa que no va a regalar diálogo, como ahora piden, y reiteran, unas dos decenas de países; tampoco elecciones libres, creíbles, comprobables. Hay que procurar arrebatárselas, desde adentro, con singular ayuda exterior. A menos que partamos del criterio, ese que para nada comparto, de que el despotismo instaurado en Miraflores resulta por estos años inamovible.
Pero los partidos políticos, todos, deben ganar en credibilidad. En ascendencia social que han perdido, entre otras razones por el implacable ataque desde el poder. Ataque que sus detractores prefieren desconocer para achacar culpabilidades generalizadas. También se ven ampliamente limitados partidos y dirigentes, resulta inocultable, por las imposibilidades de llegar a la mayoría de la población de manera inmediata. La censura, los cuidados personales e institucionales operan también para ello. La verdadera oposición venezolana debería declarar la emergencia política del país. Un planteamiento muy serio, sensato, dirigido a la nación por todos los medios que sean posibles. Brindar así su respuesta unificadora, con un plan mínimo de acción acordado para la llegada a la transición. Si todos los dirigentes, los muchos, los demasiados dirigentes que aspiran enfrentar a Nicolás Maduro en unas elecciones acuerdan manifestarse unidos así al país, se ganaría mucho. Ya que ni siquiera han podido dos o tres negociar fórmulas que serían imposibles de derrotar en una primaria, imbatibles. ¿Hay emergencia económica? ¿Hay emergencia social? ¿Hay emergencia educativa? ¿Hay emergencia de salud? Hay una emergencia humanitaria compleja. No declarada por nosotros, sino por los organismos internacionales que procesan los datos. Esa emergencia humanitaria ha significado esta crisis migratoria desproporcionada, única en la historia de la América Latina, situada en este momento en el primer lugar del mundo, por encima de países diezmados por la guerra: Ucrania, Siria.
Todos los líderes políticos conjuntados a favor de declarar esa emergencia política que fundamentalmente padecemos, que prima por sobre todas las demás y es el origen de esta vasta tragedia, al rededor de un pacto de acción electoral, poselectoral y no solo electoral, que se oriente a restablecer un adecuado orden para la vida en el país, será bienvenido por toda la sociedad, incrementará la imagen de quien resulte triunfador en la primaria y catapultará una posible solución más pronta a los padecimientos. Una declaración sustentada en cifras, en realidades vivenciales de los venezolanos, con sinceridad, que eleve las ganas de resolver todos estos despropósitos dejando de lados los personalismos, los absurdos divismos, con la mira alta en los intereses primigenios del país, será detonante de una firmeza irrebatible para el enfrentamiento directo contra la tiranía, con el apoyo de quienes la adversamos en su totalidad. Declaremos y actuemos acordes con la Emergencia Política que sufrimos. Planteemos su solución a corto, mediano y largo plazo. Hacer que nos hacemos los locos ayuda poco.