Cuando el volcán de la isla española de La Palma entró en erupción hace un año, la casa de Leticia Sánchez fue una de las primeras que se tragó la lava. Ahora, dice entre lágrimas, el plan es “vivir y ya está”.
Luego de residir durante meses con amigos, esta mujer de 34 años pudo mudarse en mayo pasado con su pareja y sus tres hijos, de 12, 6 y 2 años, a una casa prefabricada de madera que le proporcionó el gobierno.
“Nuestro plan ahora es… No hay planes. Ahora mismo, vivir y ya está”, dice Sánchez a la AFP antes de romper a llorar, en Los Llanos de Aridane, centro económico de esta isla de unos 83.000 habitantes en el archipiélago atlántico de las Canarias.
Desde el pequeño patio de la casa, donde cultiva menta y otras hierbas, se ve el volcán de Cumbre Vieja, ahora bautizado como Tajogaite, y el río de lava que cubrió su casa. Pero la mujer, que trabaja en un geriátrico, prefiere no mirar hacia ese lado.
“Yo sigo en la negación (…) Pienso que algún día volveré”, dice, antes de añadir que echa de menos su “huerta, [sus] gallinas, [su] terreno, planes con los amigos…”
Su contrato termina en diciembre, al igual que el de su pareja, quien consiguió empleo como barrendero después de que la explotación de plátanos donde trabajaba quedara sepultada por el volcán.
La familia puede quedarse en la casa actual gratis durante un año, tras lo cual tendrá que pagar alquiler.
El volcán entró en erupción el 19 de septiembre de 2021, y durante 85 días expulsó ceniza y ríos de lava que sepultaron más de 1.000 casas, así como escuelas, iglesias y centros de salud, además de cortar carreteras y cubrir hectáreas de plantaciones de plátanos, pilar económico de la isla.
– “Algunos quisiéramos estar muertos” –
Hasta el momento, las autoridades han destinado más de 500 millones de euros (500 millones de dólares) para la reconstrucción de la isla, que han servido principalmente para proveer alojamientos temporales, reparar carreteras, limpiar las cenizas y brindar asistencia financiera a quienes perdieron su trabajo.
Pero muchas personas se quejan de la lentitud de las ayudas y las trabas burocráticas.
Sólo 5 de las 121 casas prefabricadas adquiridas por las autoridades han sido entregadas a personas sin hogar, según el gobierno regional de Canarias.
Unas 250 personas que perdieron sus viviendas siguen viviendo en hoteles y otras 150 se alojan en casa de familiares o amigos, según la Plataforma de Afectados por el Volcán.
“Nadie ha muerto en la erupción, pero algunos quisiéramos estar muertos en vez de sufrir todos estos problemas que estamos sufriendo”, asegura el presidente de la plataforma, Juan Fernando Pérez, un profesor de filosofía jubilado de 70 años.
Su casa, que estaba adaptada a su silla de ruedas, quedó cubierta por 20 metros de lava.
Frustrado por la lentitud de las ayudas, pidió un préstamo a un banco y adquirió una pequeña vivienda en la localidad de El Paso, la cual adaptó a su silla de ruedas. Vive allí con su esposa mexicana.
Salvo un cuadro de la Virgen de Guadalupe, que conserva sobre la pared de su cocina, y algunos otros objetos, Pérez y su esposa lo perdieron todo, incluida su colección de 6.000 libros.
– “Riesgo de asfixia” –
Aunque la erupción finalizó oficialmente el día de Navidad pasado, el volcán seguirá emitiendo gases tóxicos por largo tiempo.
En la localidad costera de Puerto Naos y sus alrededores, unas 1.100 personas fueron desalojadas porque se encuentran en la zona de exclusión donde los niveles de gas son demasiado elevados.
En la entrada, unos carteles advierten del “riesgo de asfixia”.
“Estamos en el limbo”, dice Eulalia Villalba, dueña de un restaurante y un apartamento en Puerto Naos a los que no puede acceder. La mujer de 58 años vive ahora de alquiler en el otro lado de la isla y sobrevive gracias a ayudas públicas y de asociaciones caritativas.
“No sabemos cuándo podremos volver y no sabemos con seguridad si vamos a volver, porque nos han dicho que pueden ser meses o años. No sabemos lo que va pasar”.
AFP