Ha surgido desde hace algún tiempo una suerte de fobia “anti-Constituyente” en Latinoamérica, como consecuencia de la convocatoria a los pueblos para la revisión de sus Pactos fundamentales. Estas convocatorias han sido utilizadas de manera perniciosa por la izquierda internacional como un mecanismo para imponer un cambio ideológico socialista que no pudieron imponer por otros medios, incluida la insurrección armada. Esta moda, si así podemos llamarla, de convocar al dueño de la soberanía con esos fines, ha ocasionado un temor adicional a los ya conocidos, en contra de convocar al Constituyente, para abordar una discusión de fondo en el desarrollo de los países que en muchos casos, incluido el venezolano, es muy necesaria.
Cada país deberá evaluar, según su realidad, si es necesaria una convocatoria Constituyente o no, que a mi juicio solo debe ser aplicada cuando los cambios sean de una magnitud tal que impliquen la necesaria convocatoria de todos los representantes legítimos de un país.
Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente teórico y Constitucional, es importante revisar la opinión de los constitucionalistas sobre cómo se llega a un proceso como este. De una conferencia realizada en abril de 2021 sobre el proceso constituyente chileno, el Dr. Roberto Viciano Pastor, Director del Doctorado en Derecho Constitucional de la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia, y Coordinador General del Observatorio Latinoamericano sobre el proceso Constituyente de Chile, explica lo siguiente:
“Los procesos constituyentes han surgido en América Latina, como también en otras partes del mundo, cuando aparece una importante crisis social. Si no hay una importante crisis social ningún Estado, ningún país se introduce en una zona delicada, en una zona en la cual es inestable, por definición, como es la de definir de nuevo las reglas de funcionamiento del Estado, de la economía, de la sociedad, etc., etc… Por lo tanto, esta es la última “ratio regis”, la última opción que queda para intentar resolver los problemas del país. Primero se intentan resolver de otras muchas maneras. Pero cuando ya no hay otra fórmula, al final los países se ven abocados a activar procesos constituyentes” (ver Procesos Constituyentes en América Latina desde la perspectiva comparatista, en https://www.elmostrador.cl/tv/
¿Existía una crisis social en Chile, un país con los mejores indicadores de bienestar económico y calidad de vida de América Latina, que ameritara reunir al Constituyente? ¿O fue esta más bien una crisis inducida artificial e ideológicamente?
De acuerdo al Dr. Roberto Viciano Pastor en su conferencia, ningún país se introduce en una zona delicada e inestable si no hay una crisis social importante. ¿Cómo podía existir una “crisis importante” en un país que encabezaba y todavía encabeza los resultados del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Latinoamérica para el 2021? Al contrario de Chile, el IDH de Venezuela se va al foso en caída libre desde 1990 hasta el 2021, último año de la muestra (ver Índice de Desarrollo Humano-IDH en América Latina – 1990-2021, en https://youtu.be/cZDVSC4YYVE).
“El índice de desarrollo humano (IDH) es un indicador, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que se utiliza para clasificar a los países en tres niveles de desarrollo humano. El índice está compuesto por la esperanza de vida, la educación (tasa de alfabetización, tasa bruta de matriculación en diferentes niveles y asistencia neta) e indicadores de ingreso per cápita. Un país obtiene un IDH más alto cuando la esperanza de vida es mayor, el nivel de educación es mayor y el ingreso nacional bruto INB (PPA) per cápita es mayor” (ver Índice de Desarrollo Humano, en https://es.wikipedia.org/
De los 20 países latinoamericanos medidos de 1990 a 2021, Chile está en el puesto No. 1 (nunca bajando del segundo lugar) para junio de 2021 (0,848 puntos), ocupando Venezuela el puesto No. 18 y en descenso (0,659 puntos), dos puestos antes de Haití, que le corresponde el último lugar. Al juzgar esos 30 años de medición de este indicador de desarrollo, si algún país necesita con urgencia revisar las instituciones y su sistema político a través de un proceso Constituyente, es Venezuela, no Chile. Y aun así, los chilenos rechazaron el esperpento jurídico propuesto para entrar a la órbita socialista.
Sin embargo, los pueblos también se equivocan. El pueblo chileno se equivocó al aprobar ir a una constituyente sin necesidad, por un espejismo creado por la violencia inducida por los radicales de la izquierda, siendo un país en pleno desarrollo. Lamentablemente, la conducción política no estuvo a la altura, como si lo estuvo el propio pueblo chileno al rechazar la bazofia retrógrada que se le presentó a su aprobación el 4 de septiembre de 2022.
El pueblo venezolano se equivocó también al deslumbrarse con el golpista de 1992, comprando como oro lo que era de latón. Venezuela atravesaba a comienzos de la década de 1990 por un importante cambio en su crecimiento económico que de ningún modo justificaba la propuesta de cambio Constitucional presentada posteriormente por el golpista: “… en 1990 el crecimiento fue del 6,47% y en 1991 de un espectacular 9,73%. Era un despegue. La inflación también se comenzó a controlar, y bajó al 40,6% en 1990 y al 34,20% en 1991. El fisco comenzó a tener superávit en 1990 y el volumen de las inversiones, por decirlo en términos muy amplios, se duplicó” (ver Prodavinci, CAP, el hombre que se inventó a sí mismo (IV), en https://prodavinci.com/cap-
En ambos casos los pueblos decidieron su destino. Chile, impidiendo un cambio suicida en 2022, y Venezuela, cayendo de manera ingenua en 1999 en el engaño de un arañero de Sabaneta de Barinas. Pero aún podemos revertir esa situación, por más grave que parezca, utilizando cuidadosamente la misma herramienta constitucional, pero teniendo en cuenta algunos factores importantes. Veamos.
El hecho de que una mayoría ideológicamente definida tome control de un proceso constituyente es una contradicción en sí misma al concepto Constituyente, convocado para definir entre todos los que conforman una Nación, un nuevo Pacto entre gobernados y gobernantes. De allí que un Pacto establecido en esas condiciones no pueda ser sostenido porque una mayoría se monta por encima de una minoría, haciendo que ese acuerdo no sea sostenible en el largo plazo.
Y esto no quiere decir que no deban existir factores que impulsen cualquier ideología dentro de un proceso de esa naturaleza, sino que la representación de todos ellos debe garantizarse proporcionalmente, haciendo que las decisiones que en definitiva tome el Constituyente reunido, pase necesariamente por la aprobación de una mayoría calificada. Y esto debe definirse cuando se establecen las bases del juego para la participación y elección del Constituyente. En Venezuela esas reglas las llamamos Bases Comiciales, o reglas para la convocatoria y participación política de los factores. Las Bases Comiciales sugeridas por ANCO, no solo convocan a los partidos políticos, sino fundamentalmente a la Sociedad Civil en todos los sectores.
Pero adicionalmente, en este punto, el Dr. Roberto Viciano Pastor, en la conferencia arriba señalada, introduce una sugerencia importante para evitar la imposición de las mayorías ideológicas: “Por tanto, yo creo que todo esto nos debe hacer reflexionar a los constitucionalistas sobre la necesidad de colocar frenos constitucionales a las mayorías políticas desmesuradas. Es decir, yo creo que debemos plantearnos que aunque un partido pueda tener 2/3 en una Asamblea, no creo que sea bueno que tenga 2/3 en la Asamblea. Puede gobernar perfectamente y ampliamente con un 40% de los escaños, colocándole una especie de tope, porque cuando dejamos que en un momento dado histórico se produzca una acumulación fuerte de voto popular en una opción política estamos prácticamente conduciendo a una situación de inexistencia de controles sobre el poder político. Hay que analizar y aprender de lo que ha pasado” (min 1:03:00).
En otras palabras, las Bases Comiciales deben introducir una limitación a la primera mayoría del Constituyente, a un tope máximo del 40%, dejando las decisiones de aprobación a los 2/3 (mayoría calificada) de los asambleístas electos proporcionalmente. Tal vez si esta sugerencia se hubiera tomado en cuenta para la Constituyente chilena, el proyecto presentado al pueblo de Chile hubiera presentado mayor calidad de contenido, en primer lugar porque no se hubieran podido imponer en su texto las ideologías mayoritarias, especialmente las de género.
Creo que el pueblo venezolano ha ido culturizándose e informándose cada vez más en relación con la propuesta Constituyente, pero todavía falta mucho. Es un tema de aproximaciones sucesivas. El pueblo chileno rechazó un proyecto de texto constitucional contrario a sus intereses, eso es lo más importante. Un pueblo culto e informado nunca podrá ser engañado a pesar de la cada vez mayor agresividad ideológica de quienes son capaces de incendiar un país con tal de poner las manos en el poder. Esos son los que nunca pasarán…
Caracas, 15 de septiembre de 2022
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