El futuro de los migrantes venezolanos enviados por el gobernador de Florida a Martha’s Vineyard (Massachusetts, EE.UU.) es incierto después de su traslado a un base militar próxima, y ha dejado conmocionado al pueblo de Edgartown, en la isla, cuya comunidad se volcó en acogerlos.
Poco se sabe del destino que deparará al medio centenar de migrantes, que llegaron el miércoles a bordo de dos aviones a Martha’s Vineyard y que el viernes fueron trasladados a la base conjunta de Cape Cod, no muy lejos de la exclusiva isla.
Iván Espinoza Madrigal, director ejecutivo de la organización Lawyers for Civil Rights, que está ofreciendo asistencia legal a los venezolanos, explicó a Efe en un correo electrónico que no se puede visitar a los migrantes en el campamento donde se encuentran alojados transitoriamente, aunque los abogados sí que han tenido acceso.
Dijo que “no está claro”, pero que las familias podrían dejar el campamento “tan pronto como la próxima semana”.
Mientras, Edgartwon, ubicado en Martha’s Vineyard y con una población de poco más de 5.000 habitantes, volvía este sábado a la normalidad después de haberse movilizado para asistir a los migrantes.
Nada más al llegar los venezolanos, la escuela del pueblo se puso a cocinar y a las pocas horas tuvieron que pedir a los vecinos que dejaran de traer alimentos y ropa, porque tenían demasiados y no podían almacenarlos.
Mary Ellen Guyther, que atiende el centro de visitantes municipal, indicó a Efe que se siente muy orgullosa de su comunidad y que fue “maravilloso” ver cómo sus vecinos se unieron para ayudar a los migrantes, porque “a la gente buscando una vida mejor hay que ayudarla”.
La maestra retirada criticó que los líderes políticos no se hubieran coordinado entre ellos para la llegada de los migrantes y aseguró que les hubiera gustado acogerlos.
No obstante, recordó que la isla tiene una “comunidad de verano”, donde en invierno no hay trabajo ni para los propios habitantes del pueblo.
El gobernador de Florida, el republicano “presidenciable” Ron DeSantis, envió el miércoles dos aviones con 50 inmigrantes al aeropuerto de Martha’s Vineyard como parte de un programa, con 12 millones de dólares de presupuesto, para relocalizar indocumentados en los llamados “estados santuario”.
En paralelo, el gobernador de Texas, el también republicano Greg Abbott, mandó el jueves dos autobuses con un centenar de migrantes a la residencia oficial de la vicepresidenta del país, Kamala Harris, en Washington; y lo ha vuelto a hacer este sábado, al tiempo que ha enviado otros tres vehículos con indocumentados a Nueva York.
Estas acciones contrastan con las de otro gobernador republicano, Charlie Baker, de Massachusetts, quien se apresuró a movilizar recursos y garantizar el trato humano de los migrantes que llegaron esta semana.
Edgartwon es un pueblo turístico y pesquero de esos con mucho encanto donde la gente se da los buenos días y saluda a los desconocidos al cruzarse por la calle. Las casas señoriales del centro de la localidad tienen nombre de capitanes de barco y las camionetas y todoterrenos cargan cañas de pescar.
Otra vecina, Diane Perillo, que como la anterior no quiso ser fotografiada, dijo a Efe sentirse “muy orgullosa” de como todos aquí trataron a esas personas como seres humanos.
Perillo sostuvo que cuando llegaron los migrantes “fue una conmoción”, porque “no fueron anunciados”, aunque a los vecinos no les importó, “todo el mundo corrió a por ayuda, todos nos preocupamos de buscar formas para apoyarlos”.
Lamentó que hubieran “usado” a los migrantes para satisfacer una agenda política: “Todo es política”.
Aunque Martha’s Vineyard es un destino de veraneo de ricos y famosos donde tienen mansiones los expresidentes Barack Obama y Bill Clinton, el director de cine Spike Lee, la presentadora Oprah Winfrey y Bill Gates; en Edgartown la mayoría es de clase media trabajadora.
Así lo defiende el pescador Adam Karwiel, quien subrayó en declaraciones a Efe: “hicimos todo lo que pudimos por los inmigrantes”.
Muchos en el pueblo viven del turismo los tres meses de verano y el resto del año están desempleados.
“Cuando los enviaron aquí pensaban que los mandaban a un lugar de súper ricos, pero aquí somos clase media trabajadora”, insistió Karwiel, añadiendo que “fue muy desafortunado que los trajeran aquí prácticamente con los ojos vendados, sin que les avisaran a dónde iban”.
“Pero nuestra comunidad se volcó con ellos. Estuvimos más que felices de ayudarlos y apoyarlos, pero nuestros recursos son limitados”, expresó el joven pescador.
EFE