Tras una digna y ordenada monarquía de más de 70 años, la reina inglesa optó por morir a los 96. No quería arriesgarse a otra entrevista como la de Oprah. Su hijo reinará con el nombre de Carlos III, pero no será igual. Isabel II se lleva el cariño y el respeto de la mayor parte de sus súbditos. Carlos III deberá ganárselos y eso es muy difícil. Finalmente, fue enterrada en el castillo de Windsor, cerca de sus padres, Jorge VI e Isabel, la Reina Madre, de su casquivana hermana Margarita, y su marido, Felipe de Edimburgo, condecorado como héroe durante la Segunda Guerra Mundial, quien tuvo la fina cortesía de morir en el 2021, a los 99 años, dieciocho meses antes de su regia esposa.
La madre de Jorge Luis Borges también murió a los 99 años. Un conocido suyo le dijo que era una lástima que no hubiera vivido los cien. “No creo”, le respondió el escritor porteño. “¿Por qué?”, continuó indagando su interlocutor sorprendido . “Porque jamás le vi esa devoción al sistema métrico decimal”, le respondió Borges, quien no perdía una oportunidad de hacer una frase ingeniosa.
Faruk de Egipto, en el exilio dorado que le tocó vivir, pasó a los anales de las butades. Dijo, melancólicamente, que: “pronto quedarían cinco reyes. Los 4 de la baraja y el inglés”. Pero no era verdad. Hay que descartar, de acuerdo con Ipsos, al menos por ahora, los 4 de la baraja. Faruk respiraba por la herida. Había sido derrocado por el teniente coronel Gamal Abdel Nasser en 1952 y obligado a abandonar su patria en seis horas. En el momento en que sus ojos azules se cerraron por última vez, estaba, por supuesto, en un restaurante italiano. Era el exmonarca más grueso de la historia. Pesaba 140 kilos, más de 300 libras. Obviamente, se fue a poco de cumplir los 45 años producto de un infarto. Murió fulminado por un plato de espaguetis a la boloñesa. Es el único caso que registra la historia.
Los números de Ipsos Global Advisor, aunque demuestran que sólo el 15% piensa que el Reino Unido estaría mejor sin la monarquía, el resto de Casas Reales europeas también cuentan con un respaldo muy importante. Sólo el 17 % se opone a la monarquía belga y el 22 % a la sueca. Sospecho que holandeses, daneses y noruegos están entre esos dos dígitos. ¿Por qué lo creo? Porque el costo de tener una representación simbólica de la nación es muy bajo. (Por cierto, sólo el 4% de los japoneses supone que la monarquía debe ser suprimida, pero ya sabemos que los japoneses son diferentes).
Como los españoles … pero por la otra punta. La misma encuesta, efectuada en 28 países, refleja que el 52 % de los españoles piensa que debe votarse la monarquía, entre ellos uno de cada cuatro miembros del Partido Popular, de la derecha conservadora, pero sólo el 37 % del electorado votaría en contra. Ahí hay que contar la casi totalidad de Izquierda Unida y el 80 % de Podemos. (Más de la mitad de los españoles están a favor de la monarquía).
Los españoles entienden que Felipe VI no es como su padre. Quiero decir: que nada tiene que ver con la catadura moral de Juan Carlos, últimamente muy castigada en la serie de HBO en tres episodios “Operación: Salvar al Rey”. Felipe es un rey absolutamente honrado, y Letizia, la reina, es una mujer de clase media, moderna e ilustrada, universitaria, el orgullo del país. Letizia ha hecho todo lo posible por educar a la princesa Leonor para que cumpla sus funciones como reina cuando le toque reemplazar a su padre. Creo que la niña habla, además del castellano, el inglés y el francés, las lenguas clave internacionales, el catalán y el gallego -las otras dos lenguas romances de la Península Ibérica-, mientras se defiende con el euskera, la difícil lengua primordial de numerosos vascos. Leonor, como Letizia, será, si llega a reinar, una monarca ‘progresista’ en el mejor sentido de esa palabreja, casi siempre asimilado a las naciones que menos progresan.
La mejor manera de proteger la monarquía española es legislar que, cada 15 o 20 años, una nueva generación se someta a la ceremonia de votar si quieren o no la institución de los monarcas. Eso le ahorraría al país mucha sangre. Al fin y al cabo, tres veces la dinastía de los borbones ha debido abandonar el poder y marchar al exilio. (El propio rey emérito, Juan Carlos, nació exiliado en Roma). Jamás ha salido gratis el cambio. Es hora de que eso cambie.