Con relación a los intetelectuales, dejo este llamado a su conciencia, la historia juzgará, y ella es inclemente al momento de hacerlo. Seguro que su juicio será justo y pondrá en contexto a quienes, lejos de desaciertos, arrogancias y perfidias han logrado comprender con mayor claridad la situación que se vive. Con los políticos no puedo esperar, quien asume esta profesión debe tener claro que unas de sus cualidades fundamentales, como lo señala Weber, es la responsabilidad y por la cual serán juzgados, de allí la exigencia de la ética de la responsabilidad.
Al tener claro que no estamos en un momento democrático en Venezuela -no tengo categoría para definir politológicamente este híbrido que enfrentamos-, y que al régimen no le interesa perder el poder, no podemos seguir dando el beneficio de la duda a unos señores que han cometidos errores tras errores, sin reconocerlos y sin voluntad de enmienda. Ha llegado el momento de la verdad, de hablar con sinceridad para poder señalar con nombres y apellidos los responsables y rescatar a los que aún estando allí están libre de culpa, pues no pueden ser señalados todos, porque estoy claro que muchos han apoyado por confusión las acciones llevadas a cabo, precisamente por haber interpretado esta realidad basados en modelos estudiados en manuales de la ciencia política que no explican ni aplican al momento actual.
Siendo así, la solución no está en decir “que soplan vientos de primarias y que el momento justifica una nueva plataforma unitaria”, no es cuestión de mantra; no, de lo que se trata, al tener claro lo que enfrentamos, es de buscar, y es la prioridad, un nuevo liderazgo que no se preste a confusión y tenga muy claro la responsabilidad que exige el momento: liberar a Venezuela de la actual desgracia a través de un ejercicio interpretativo de construcciones y redefiniciones útiles para interpretar y enfrentar la situación que se vive.
Es una reflexión, que por su parte, plantea el doble propósito de profundizar en los distintos aspectos de la producción teórica de lo existente y de constituirse a su vez en una nueva oposición como un punto de arranque para nuevas propuestas.
Aclarada de este modo la naturaleza del régimen que enfrentamos, no luce conveniente a unas verdaderas aspiraciones democráticas seguir hablando de elecciones como si estuviéramos en un sistema democrático, “error” que ha cometido la actual “oposición”. Y al no tener una categoría politológica única para definirlo, es necesario poner de manifiesto los diferentes rasgos que experimenta el actual régimen en su accionar.
Para definir los rasgos que caracterizan al régimen, así como poner en contexto a esa “oposición” que actúa como si estuviéramos en condiciones normales, lo primero que debemos tener claro es que la elección significa, sobre todo, “selección y libertad de poder elegir”, es decir, la capacidad de escoger libremente entre varias opciones o, al menos, entre dos. Estas condiciones se perdieron en Venezuela. En las últimas “elecciones” los que han participado votan pero no eligen, y lo que es peor aún, en aquellos casos que supuestamente se ha “elegido” a alguien distinto del régimen para algún cargo de representación popular no se le permite ejercer sus funciones de representantes pleno de la voluntad popular, establecidas constitucionalmente, ante estas eventualidades el régimen realiza el correspondiente control de daños y se inventa otras estructuras para cumplir las funciones establecidas por ley para estos cargos de representación y de elección democrática.
Así ha sido el comportamiento en estos procesos “electorales”, en estos tiempos, la pregunta es ¿No se han dado cuenta los “opositores” de este comportamiento? ¿Les ha sido difícil entender que el régimen a lo interno (en su rasgo totalitario) ha utilizado las “elecciones” como instrumento de poder y no como su criterio de legitimación? Y en su rasgo autoritario ha utilizado las “elecciones” presidenciales y parlamentarias para demostrar que el poder político no está en juego.
Las “elecciones” solo han servido para el régimen legitimar las relaciones de poder existentes, la distensión política hacia lo interno, mejoramiento de su imagen hacia afuera, la manifestación (e interpretación parcial) de fuerzas “opositoras”, y el reajuste estructural del poder a fin de afianzar el sistema.
Partiendo de esta realidad es que debe actuar la nueva oposición, con propuestas nuevas dirigidas a enfrentar de forma consciente al régimen, de allí que cualquier próximo evento electoral debe ser utilizado para convencer a los venezolanos de la fuerzas que tenemos como ciudadanos y que podemos organizar elecciones sin el control de las instituciones del régimen, que ya sabemos como operan y para que operan, las elecciones debe ser utilizadas como una gran manifestación popular para el rescate de la democracia, pero esto exige un liderazgo comprometido, que convierta a esta manifestación popular en una fuerza disruptiva contra el actual estado de cosas para rescatar y poner en orden el sistema político venezolano y por ende volver a la democracia. Esto significa hacer política, buena política.