La descubrieron por una extraña casualidad tecnológica. En mayo de 2007, un joven matrimonio de Brno, en República Checa, compró un monitor de televisión para bebés para vigilar a su hijo recién nacido. El bebé había cumplido cuarenta días de vida y los padres decidieron sacarlo de su dormitorio aunque sin perderlo de vista. El aparato funcionaba bien y tanto el padre como la madre miraban a cada rato la pantalla para comprobar si su hijo dormía, se despertaba, se movía o lloraba. Una tierra rutina de cuidado familiar.
Por infobae.com
A los dos o tres días de tener el artilugio, en una de esas tantas miradas que le daba para ver si todo andaba bien, el hombre de la casa quedó paralizado frente a la pantalla cuando, en lugar de ver a su hijo en la cuna, se encontró con una escena brutal: un niño desnudo, encadenado dentro de una jaula.
La escena del horror
Su primera reacción fue creer que el monitor había captado – vaya a saber debido a qué error tecnológico – la señal de un canal de televisión que emitía una película de terror. Demoró unos segundos más en darse cuenta de que el niño de la imagen no le era desconocido: se trataba de Ondrej, el vecinito de ocho años, que vivía en la casa vecina.
Todavía incrédulo, llamó a su mujer y ella, después del momento de espanto, se lo confirmó: sí que era Ondrej, el nene que vivía con su madre y su tía, las un poco extrañas hermanas Mauerová, su hermanito Jakub, de diez años, y una preadolescente de 13 años que las hermanas habían adoptado, de nombre Anicka.
El hombre ya no dudó: tomó el teléfono y llamó a la policía.
Al entrar al sótano de la casa vecina, los policías encontraron a Ondrej y Jakub desnudos dentro de la jaula y a una Anicka que lloraba pidiendo ayuda. Ondrej estaba inconsciente y tenía señales marcas de golpes y cortes de cuchillo en todo el cuerpo; Jakub apenas si podía mantenerse en pie. Anicka tenía todos los síntomas de ser víctima de un ataque de nervios.
Había una cámara en el sótano, cuyas imágenes se podían ver desde una pantalla en la cocina. Eran de la misma marca y modelo que el monitor del vecino, que por una interferencia había captado las imágenes.
Las hermanas Klara y Katherina Mauerová fueron arrestadas en el momento, mientras los tres chicos eran trasladados de urgencia al hospital más cercano. Ondrej nunca recuperó la conciencia y murió a las pocas horas, Jakub no podía hablar y cuando los agentes intentaron hablar con Anicka para que les contara qué había pasado, la chica ya no estaba.
No demorarían en descubrir que la Anicka no se llamaba así, no tenía 13 años y tampoco era otra víctima de dos hermanas diabólicas.
Su verdadero nombre era Barbora Skrlová, tenía 33 años pero sufría de una rara enfermedad que le daba apariencia de víctima, pertenecía a una secta y era la verdadera ideóloga de todo ese desastre.
El episodio fue tomado de manera muy libre para filmar dos películas: “La Huérfana”, producida por Leonardo Di Caprio y protagonizada por Vera Farmiga (actriz también de “El Conjuro”) en 2009, cuando los hechos todavía estaban calientes; y la precuela que se acaba de estrenar, “La Huérfana: first kill”, protagonizada por Isabelle Fuhrman.
Se trata de dos películas de terror, pero la verdadera historia de la supuesta huérfana Barbora Skrlová es mucho más terrorífica, además de ser real.
Una vida casi desconocida
Barbora Skrlová nació en 1973 en la antigua República Checa del mundo de la Guerra Fría. Aunque no se tienen registros de su infancia y adolescencia, se sabe que se enfrentó constantemente a revisiones médicas y psicológicas.
En su infancia, los médicos descubrieron que sufría de un caso agudo de hipopituitarismo, una enfermedad que provoca que la glándula hipófisis no produzca las cantidades necesarias de hormonas para el crecimiento. Estaba condenada a no crecer y a que, cuando fuera adulta, siguiera teniendo la apariencia de una niña.
Se sabe también que tenía tendencias agresivas que la ponían en riesgo a ella y a quienes la rodeaban y que por esa razón pasó parte de su infancia y su adolescencia en un centro psiquiátrico. No hay registros de que le dieran el alta.
Lo único que se pudo comprobar en las investigaciones posteriores es que en algún momento de su juventud ingresó a la secta conocida como el Movimiento Grial, no reconocida por el gobierno Checo y sospechada de tener prácticas de promiscuidad, incesto y canibalismo.
Según el documento “Las sectas en Europa”, difundido en 1995 por la Unión Europea, el Movimiento Grial tenía por entonces unos 9.000 miembros distribuidos en diferentes países europeos y en Canadá y Estados Unidos. Para 2007 estaba dirigida por un misterioso líder a quien los fieles llamaban “El Doctor”, que daba sus directivas mediante mensajes de texto.
Barbora Skrlová no solo los recibía, sino que se comunicaba con el líder mediante el mismo sistema. Eso hacía cuando entró en contacto con las hermanas Mauerová.
Las hermanas disfuncionales
Klara y Katherina Mauerová, también oriundas República Checa, sufrían de episodios esquizofrénicos, aunque estaban medicadas e intentaban llevar una vida normal.
Klara Mauerová acababa de separarse del padre de sus dos hijos, de 8 y 10 años, y le había pedido a su hermana Katherina ir a vivir con ella.
Las versiones de cómo Barbora entró en contacto con ellas son confusas, pero por los testimonios recogidos en el juicio posterior, conoció primero a Klara, a quien convenció de que era una niña huérfana que se había escapado de un internado de menores donde la maltrataban.
Karla convenció a Katherina para que albergaran a la pobre huérfana y así Barbora encontró un nuevo hogar, al que pronto transformaría en un infierno.
La falsa niña no fue el único personaje en atravesar la puerta de la casa de las hermanas. Con ella entró “El Doctor”, aunque solo lo hizo a través de sus mensajes de texto. En poco tiempo, las fácilmente manipulables Klara y Katherina eran las nuevas “iniciadas” de la secta y, como tales, debían cumplir las órdenes de Barbora y su enigmático líder.
Los pequeños Ondrej y Jakub se transformaron en objetos de rituales que, en realidad, eran distintos tipos de vejaciones, una peor que la otra: los encerraron desnudos en una jaula que montaron en el sótano, les quemaron los cuerpos con cigarrillos, los dejaban días sin comer, los obligaban a bañarse con agua helada y llegaron a cortarles – sobre todo a Ondrej – trozos de carne para comérsela cruda.
Cuando no estaban en el sótano martirizando a los chicos, las tres mujeres los vigilaban a través del monitor de bebés que compraron especialmente para tenerlos siempre a la vista.
El monitor que, por una casualidad tecnológica, transmitió esas imágenes a la casa de un vecino y las puso al descubierto.
De Anicka a Adam
Por testimonios no muy claros, la policía sospechó que la falsa Anicka, en realidad Barbora Skrlová, no huyó sin ayuda del hospital donde había sido trasladada junto con los dos hermanitos martirizados.
La versión más consistente indica que la “rescató” de allí una pareja de adultos, con la que se alejó en un auto. Esa misma pareja sería la que le facilitó un pasaporte falso, donde no sólo se le cambió el nombre sino también el género. Anicka era ahora Adam, un chico noruego de 13 años. El apellido que figuraba en el pasaporte nunca se difundió, porque el verdadero Adam existía y se trataba de un menor de edad.
La fugitiva y la pareja que la acompañaba pasaron primero por Dinamarca y luego fueron a Noruega, donde Un miembro del personal que pensó que el niño parecía tener problemas contactó a las autoridades. empezó una nueva vida como Adam. Se rapó la cabeza y se aplastó los senos con una faja.
Dos meses después de llegar, Adam fue inscripto como alumno en la escuela Marienlyst de Oslo.
Los profesores y alumnos pensaron que el chico nuevo, era un poco extraño. Callado y estudioso, no se relacionaba casi con sus compañeros. Y se negó rotundamente a participar en deportes con los otros niños de 13 años.
Uno de los psicólogos del colegio pensó que podía tener problemas en su casa y trató de entrevistarlo. Adam no dijo una sola palabra, literalmente se negó a hablar con él. Fue entonces que contactaron a los servicios sociales para que visitaran su casa y hablaran a los padres. Adam había empezado a faltar a colegio y cuando los asistentes sociales fueron al domicilio, los vecinos les dijeron que la familia ya no vivía allí.
Se pensó que podía tratarse de un niño en peligro y la policía difundió su foto para dar con su paradero.
Nueva huida y captura
También, por rutina, se la escaneó para compararla con los archivos de Interpol. Cuando saltó la coincidencia, los policías noruegos no creyeron en lo que veían: Adam no era Adam, ni era varón, ni tenía 13 años. Era Barbora Skrlová, mujer, de 33 años, buscada en la República checa por abuso infantil.
“Mirando hacia atrás, podemos decir que nos preguntamos sobre el comportamiento de Adam… pero esto no es fácil de saber”, dijo Ingjerd Eriksen, directora de la escuela Marienlyst, cuando la entrevistaron.
“No hemos sido capaces de averiguar lo que está arriba y abajo en este caso”, confesó entonces el portavoz de la policía noruega Sven T. Roer.
Finalmente, gracias a la difusión de su foto, la identificaron y la capturaron en el norte del país. “Dijo que estaba en Noruega porque no quería ser testigo en el caso penal que se está llevando a cabo en la República Checa”, relató la jefa de policía de Oslo, Hanne Krisint Rohde, cuando dio la noticia de su captura.
Días después la llevaron de vuelta a su país, donde llegó abrazando un oso de peluche.
El juicio y un nuevo misterio
En el juicio, las hermanas Klara y Katherina Mauerová centraron sus defensas en que habían sido manipuladas por Barbora Skrlová, cuyas órdenes obedecían de la misma manera que las que les enviaba, por mensaje de texto, el enigmático “Doctor”.
En el transcurso del proceso, por algunos testimonios, se dejó entrever que ese enigmático personaje podía ser también el padre biológico de Barbora y líder de la sección checa de la secta, pero nada de eso se pudo probar.
A la hora de las sentencias, en 2009, Klara fue condenada a 12 años de prisión como autora material de los crímenes, mientras que su hermana Katherina fue castigada con 10 años de cárcel.
La pena que le dieron a Barbora Skrlová, alias Anicka, alias Adam, provocó sorpresa por lo liviana: la condenaron a cinco años detrás de las rejas como autora intelectual – pero no material – de los hechos.
Ni siquiera los cumplió. En 2011 presentó una apelación y salió en libertad.
Desde entonces no se sabe nada de ella.