Ética y moral son novedad dirigiéndose con premura y sin obstáculos hacia el abismo. A su alrededor se tejen imaginarios, creencias, calificativos, afirmaciones que hablan en su nombre, y se apela como remedio para casi todos los males, sin comprender su importancia y trascendencia, conocerse cuál es la significación que se tiene de la ética o a cuáles códigos morales hace referencia. Su modernidad y vigencia se observa a través de los debates en el mundo político, discusiones empresariales, claustros universitarios e instituciones educativas, reuniones de padres y tertulias de familia, medios de comunicación. Y pensar, que hace un tiempo era disertación exclusiva de filósofos e intelectuales, de religión para feligreses. En la actualidad, se ha convertido en un tema cotidiano, de preocupación en espacios públicos y privados.
A los venezolanos, poco nos queda de moral y ética, de una forma de ser que por mucho nos fue característica. Recordemos aquella frase, “el turista es un amigo que te visita”. Luce cuesta arriba aplicarlo en esta época; por ello, la importancia de replantearlo, tomando en consideración características contemporáneas, observando adelantos en la ciencia y tecnología. El progreso, ha generado un sujeto diferente.
Ya no somos amigos, sino hambrientos mendigos, que salimos a las calles a ver qué mordemos. El guardia nacional y funcionario policial, -no todos por fortuna-, dejaron de ser protectores del honesto e indefenso, convirtiéndose en asaltacaminos, que, con satisfacción y burla, van sacando cuenta de sobornos a ciudadanos que infringen leyes. Algunos empleados de la justicia encargados de impartirla, representantes de la integridad e imparcialidad, son copartícipes encubridores, complacientes de corrupciones, amparadores de martirios y torturas. Los maestros, cansados de rogar mejorías, sufren indignidades. Y los ancianos, quebrantados de salud, en la miseria del vigor y sin fuerza, no son más que peso muerto haciendo fila por una limosna bancaria.
El enorme problema venezolano, es la desdicha construida con ahínco por el chavo-madurismo y la asistencia solidaria castrista. No es falta de riquezas naturales, sino la pérdida del empeño en buscarlas y la firmeza para procesarlas. La cultura permea a comunidades e instituciones, lo notamos a diario, la sapiencia corrupta, dinero rápido y mal habido, fraude, estafa y facilismo. Hay un debilitamiento en las posturas subjetivas frente al ser y proyectos de vida. La reflexión se abrevia; responsabilidad y corresponsabilidad desplazan su lugar por el cumplimiento de mandatos para agradar y ser aprobado. ¿Y la libertad, tantas veces invocada?, está ausente en los decires.
Un país petrolero sin industria petrolera; productor de oro en ruinas; generador de electricidad sin luz. Militares con oficialidad que roban mucho o cobran poco. Una nación, al norte de Suramérica sin barcos ni aviones para cubrir el Caribe. Un pueblo que dejó su ética y moral poblacional desgarrada entre presumidos, fatuos y pedantes con payasos, bufones y clavos descubiertos por descuido de unos cuantos para heridas de muchos más.
Ya ni siquiera somos, como fuimos, “un país de jóvenes con gran futuro”, sino un pueblo desvencijado, con la personalidad atesta de llagas, como aquel mendigo en el suelo que comía sobras de la mesa del rico Epulón. La formación ética y moral tiene implicaciones profundas en la construcción personal y social.
El tema de la ética se incorpora cada vez más en todos los ámbitos, puesto que refiere a la vida, responsabilidad, apropiarse de las decisiones y sus consecuencias, asumir la ley, ser coherentes y hacerse cargo de sí mismo. De la perspectiva de un gran futuro, hemos caído en pueblo derrotado con un gran pasado a cuestas. Y no tenemos quien nos enseñe cómo levantarnos.
En el texto filosófico, la ética está relacionada con el estudio de los valores morales que guían el comportamiento humano en la sociedad, mientras que la moral son las costumbres, normas, tabúes y convenios establecidos por cada sociedad. Sin embargo, ni la etimología o alguna tradición filosófica imponen determinada manera de entender los términos. Se trata de una distinción que estipularía ha cambiado y cambia según la han usado.
¿La conducta ética es superior a la moral o viceversa? ¿que debamos comportarnos o vivir nuestra vida de un modo llamado “ético” y no de otro llamado “moral”? Si las interrogantes son así, por qué convenir un determinado uso para cada uno de los términos, pretendiendo que algo importante depende de la estipulación. Fuera del ámbito de la teoría que haga la distinción, no hay enjundia significativa de la formalidad terminológica como ésta… ni ética ni moralmente hablando.
@ArmandoMartini