El personaje de “El gran Gatsby” está inspirado en la vida de un hombre llamado… Macoco

El personaje de “El gran Gatsby” está inspirado en la vida de un hombre llamado… Macoco

El Gran Gatsby existió y se llamaba Macoco LV

 

Era verano de 1922 cuando el joven Jay Gatsby deambulaba por Long Island perdidamente enamorado de la ex debutante Daisy Buchanan. Lo que muchos no saben es que el protagonista que F. Scott Fitzgerald creó para la que es probablemente su novela más famosa, El gran Gatsby, está inspirado en alguien real: Martín Máximo Pablo de Álzaga Unzué, el incomparable Macoco. Así lo asegura el escritor y poeta Roberto Alifano, candidato al premio Cervantes y al Nobel de Literatura, en su novela Macoco, el primer Playboy (editorial Renacimiento), de la que ha vendido sus derechos a Netflix.

Por La Vanguardia





El autor argentino tuvo el placer de compartir hace años diversos encuentros con este personaje, con el que compartía patria, por lo que conoció de primera mano su vida, “mucho más espectacular que las leyendas que lo envolvían”, reconoce en una entrevista a La Vanguardia. “Lo conocí a raíz de un pequeño libro en el que se contaban algunas historias exageradas protagonizadas por él. Yo por entonces era periodista y le entrevisté para que confirmase o desmintiese todo lo que se decía allí sobre su vida. Él estaba muy indignado porque no se sentía identificado. Me ofrecí a escuchar y a explicar la verdad. Con el tiempo, me gané su confianza y me la contó. Y hoy yo se la cuento al mundo en este libro”, explica.

Roberto Alifano, quien conoció en persona a Macoco, ha vendido los derechos de su novela a Netflix

Macoco fue una persona “extraordinariamente rica”. Tanto es así, que pasó a la historia como “el argentino que más dinero gastó en su vida”, relata Alifano. En su país natal, es muy común la expresión “tirar manteca al techo” como sinónimo de derrochar. Una frase hecha que la ingenió el mismo personaje en el restaurante Maxim’s de París, en cuyo techo había un fresco con “unas valquirias de senos prominentes que sobresalían de los escotes”. Una noche, aburrido ante la tardanza por su plato, puso manteca en el tenedor y empezó a tirarla a los pechos de la pintura. “Se armó un torneo entre los que le acompañaron. Luego, obviamente, tuvieron que pagar los destrozos, pero eso no era un problema para él. Para hacerse una idea de sus bienes, la residencia familiar en la capital francesa había pertenecido anteriormente a los Románov, los zares de Rusia. Los Álzaga Unzué se la compraron a sus descendientes”, asegura el escritor.