Ángel Rafael Lombardi Boscán: Boussingault, primeras luchas por la independencia (1810-1823)

Ángel Rafael Lombardi Boscán: Boussingault, primeras luchas por la independencia (1810-1823)

Angel Lombardi Boscán @LOMBARDIBOSCAN

¿Para qué sirve la historia? Para evitar que el olvido triunfe. Razón por la cual la historia es el historiador. Y sólo la capacidad profesional de éste y su ética humana basada en principios positivos, muy especialmente el de la veracidad, le dan cuerpo a una historia como relato imperfecto aunque convincente. Los materiales del historiador son muchos y variados. Los testimonios de testigos de grandes revoluciones y guerras siempre son atractivos aunque hay que irse con cuidado.

Jean-Baptiste Boussingault (1801-1887), científico y viajero francés, nos visitó en los predios de la Gran Colombia entre 1822 y 1832. Discípulo y amigo de Humboldt, intentó imitarle, aunque sus “Memorias” (1892-1903) en cinco tomos apenas son conocidas. Le asumimos como liberal y simpatizó con la causa de Bolívar y sus alzados rebeldes en contra de la Monarquía hispánica en la gran guerra que generó la transición de colonia a república (1750-1830).

Fue coronel asimilado dentro de las filas del ejército republicano. Su testimonio sobre nuestra guerra fue muy sucinto aunque lúcido y esclarecedor en algunos nudos temáticos apenas remarcados. Lamentablemente, ha sido ubicado en una lista negra como contrario a la buena memoria de Simón Bolívar. Esto se debe básicamente por qué no formó parte de la legión de aduladores.





Boussingault nos dice que la vanidad del caraqueño le perdió y que su obra libertaria estuvo condenada al fracaso luego del triunfo de Ayacucho (1824) debido al predominio del partido militar liderado por el mismo Bolívar y sus ansias de poder perpetuo.

Este francés, inteligente y buen observador, llevó en su piel, la misma enfermedad de la mayoría de sus predecesores europeos como cronistas de los hechos “maravillosos” del Nuevo Mundo a partir del año 1492: el sentimiento de superioridad étnica y cultural. Boussingault mira los hechos americanos “desde arriba”: sus dictámenes justos e injustos no escapan a la cárcel emocional de un ser civilizado que se topa contra la barbarie.

Lo que nos interesa aquí es destacar lo esencial del “relato de Boussingault” sobre la Independencia de Venezuela. Y hay que señalar primero que esto que no dice en su mayor parte no lo vivió ya que su arribo a Venezuela ocurrió en el año 1822 cuando ya la guerra estaba decidida. No obstante, sus observaciones son muy interesantes.

La primera observación es obvia y esencial: el desencadenante de las independencias americanas en contra de la España absolutista de Fernando VII fue la invasión de Francia sobre la península ibérica en 1808. Hasta el año 1815 fue una guerra civil entre dos partidos: el pro-monárquico y el partidario de la independencia. Guerra ésta caracterizada “por los terribles excesos”.

La guerra cambió de signo con el arribo del General Pablo Morillo con 12.000 legionarios en el año 1815 sobre Venezuela. Luego de controlado éste territorio, la invasión sobre Cartagena y Bogotá, acabarían por subyugar a la Nueva Granada. No obstante los independentistas nunca se rindieron en Venezuela y recuperaron Margarita y Angostura a partir del año 1817 y se atrincheraron en los llanos del sur.

Morillo, subestimando al enemigo, intentó ser Hernán Cortés, sólo que sin aliados. Nos dice Boussingault que: “El ejército español corría a su perdición; iba a luchar contra el clima y a encontrarse con los mismos obstáculos que diezmaron a los conquistadores en su busca del Dorado. Los caballos del brillante escuadrón de Húsares de Fernando, la artillería, las mulas del equipaje pronto quedaron inútiles”.

En esto acierta el científico francés y remarca la ventaja del soldado llanero como la mejor fuerza adaptada a las duras condiciones en que se desarrolló la lucha. “El llanero no necesitaba vestirse y a menudo lo hacía a expensas del enemigo. Más de un soldado de Páez, después de un combate sangriento, aparecía con el uniforme de un húsar de Fernando. Habituados a alimentarse de carne, lo demás no le era indispensable; nadadores ejercitados desde la infancia en las aguas del Orinoco, del Apure o del Casanare, no les detenía ningún río”.

Morillo y Bolívar fueron incapaces de vencer en una batalla decisiva en Venezuela. Razón por la cual el asalto sobre la Nueva Granada y el triunfo en Boyacá en 1819 terminaron de inclinar la balanza en favor de los independentistas.

Las deserciones asolaron al diezmado ejército realista y luego del Armisticio del año 1820 Morillo renunció al mando y se regresó a España. “Al expirar la tregua, se reanudaron las hostilidades en Venezuela. Los españoles derrotados en Carabobo se refugiaron en Puerto Cabello, cuyo bloqueo, comenzado por Páez en 1822, duraba todavía en febrero de 1823, cuando conocí a este general en Maracay. La guarnición española se embarcó para Cuba. El Libertador pensaba ya en la emancipación del Perú. Tal era la situación de Colombia cuando me despedí del general Páez para seguir mi viaje a Bogotá”.