En los últimos días las lluvias han causado estragos en varias partes del país, y Las Tejerías no escapó de la devastación. Los habitantes de la ciudad del estado Aragua, capital del municipio Santos Michelena, presenciaron uno de los momentos más fatídicos de su historia. Dolor, angustia y pánico marcaron la tarde del 8 de octubre. Imágenes casi inverosímiles reflejan la corriente del agua mientras colmaban sus casas y arrastraba todo a su paso, la electricidad desapareció, el azote ocurría muy de prisa y sin rumbo alguno, solo tenían una misión clara: Salir con vida.
Las horas siguientes, fueron más grises al aceptar que habían perdido a sus seres queridos, amigos y viviendas. Es una pesadilla que aún no acaba. Geraldine González y Adriana Abreu están entre las víctimas que lograron salir ilesas junto a sus familiares y relataron para La Patilla los detalles más impactantes del episodio angustiante.
Por: Elizabeth Gutiérrez y Luis Eduardo Martínez | lapatilla.com
Geraldine, una joven periodista, contó que esa tarde del sábado, la lluvia se desató violentamente y no tardó mucho para causar devastación. “Comenzó a llover fuertemente y, como veinte minutos después, una corriente de agua venía con fuerza. Traía carros, árboles y piedras. Poco después se fue la electricidad. Lo único que oíamos era la fuerza de la corriente y relámpagos tras relámpagos”.
En su desconsolado recuerdo, explicó que fueron dos horas de fuertes aguaceros, sin parar, donde tuvieron que salvaguardarse en las partes más alejadas de su hogar, sin opciones y “encomendados a Dios”, hasta que el diluvio se detuvo y llegó “la calma”.
“Cuando escampó, todos comenzamos a salir en medio de la oscuridad, para saber cómo se encontraban los demás y qué daños había causado la lluvia. En ese momento, vimos a muchas personas empantanadas de pie a cabeza”.
Geraldine comentó que una centella impactó contra una de las montañas que los rodeaba y se desplomó. “Unos pudieron huir, otros quedaron enterrados. Las casas que estaban muy cerca quedaron totalmente destruidas”.
Al momento de redactar esta nota, el balance de las víctimas mortales ascendía a 43, mientras que los desaparecidos pasaban el medio centenar, convirtiéndose así, en una de las peores tragedias de los últimos años en Venezuela.
La joven de 24 años no se separó ni un instante de su mamá y decidieron trasladarse al hogar de su abuela para permanecer juntas. Sin embargo, era consciente de que cualquier cosa podía ocurrir en la espeluznante circunstancia y que el riesgo era inminente.
Afortunadamente, la venezolana no perdió familiares en el deslave. Aunque con desconsuelo admitió el deceso de personas cercanas. “Tenemos seis conocidos que fallecieron. Unos quedaron tapeados y a otros se los llevó la corriente. Entre ellos, un niño, adultos y un adolescente”.
Las horas se hicieron eternas y tan solo esperaban el día siguiente para verificar los daños de la catástrofe y dar con el paradero de los desaparecidos. La mañana se vistió de sufrimiento y desesperanza mientras los lugareños apenas podían palpar lo que había dejado el derrumbe. En un escenario incierto, apenas comenzaban a comprender la magnitud de tal desastre.
“Fue devastadora, sobre todo porque estábamos esperando con ansias que amaneciera para ver lo que en realidad había pasado y buscar a los desaparecidos, pero fue imposible hallarlos. Necesitábamos maquinarias. En esa mañana, nos enteramos de que toda Las Tejerías estaba afectada. Pensábamos que solo estaba ocurriendo en una parte, pero resulta que no. Lo que se oía era: ‘Las Tejerías desapareció totalmente’. Estábamos ajenos de que era noticia nacional e internacional”, agregó.
Defensa Civil, bomberos y policías fueron los primeros en llegar a la desoladora escena. Las autoridades siguen haciendo labores día y noche para hallar a sobrevivientes de un siniestro que enlutó a toda una nación.
Geraldine, quien se mantiene resguardada con su familia entre su hogar y el de su abuela, aún no sale de su estupor por la magnitud del diluvio que arrasó un pueblo entero. “?La cantidad de personas que la corriente arrastró, los daños que dejó. La mitad de Las Tejerías quedó totalmente destruida. Está irreconocible. Me cuesta identificar qué quedaba en cada lugar. Nunca había ocurrido algo así”.
La joven comunicadora agradece a Dios por haber sobrevivido al deslave, pero se mantiene expectante por la crítica situación que dejó la tragedia y que aumenta la escasez de los bienes básicos con el paso de los días.
“La comida se va acabando y muchos abastos quedaron destruidos. Los que quedaron no han laborado luego de lo ocurrido. También hay negocios pequeños que sí están trabajando y son de gran ayuda para adquirir productos básicos. Sin embargo, las ayudas humanitarias llegan constantemente. Han llegado muchos alimentos y los están repartiendo. Otra opción es acudir a otras ciudades del estado Aragua o al estado Miranda que nos queda cerca”, mencionó.
Para Adriana Abreu, otra de las sobrevivientes, el torrencial aguacero y la crecida del río se comportaron esa tarde del sábado de manera nunca antes vista. “Pude notar desde mi casa que la quebrada venía crecida, pero era algo diferente, aunque anteriormente los ríos se habían desbordado. Cuando el río rebosó el puente me percaté que eso no era algo normal y supimos que el pueblo estaba en peligro”.
Desde entonces, Abreu temió por su vida y la de todas las personas que habitaban alrededor del río, y fue cuando se apresuró a escapar del violento caudal de agua y lodo. “Salimos de la casa y corrimos hacia el centro del pueblo, como hacía el dispensario, y ahí nos quedamos hasta que nos avisaron que podíamos acercarnos hacia la casa porque el agua ya estaba bajando el nivel”.
Adriana aseguró que sus familiares se encuentran fuera de peligro después del caos, pero así como los demás residentes de Las Tejerías, también sufre la pérdida de allegados. “En especial, una de las representantes de mis niñas de la danza que se la llevó el agua y hasta el lunes en la tarde fue que la encontraron sin vida”.
Abreu rememoró las escenas más amargas de aquella noche aterradora. Contó cómo corrió sin idea de lo que había dejado atrás, pues tan solo la embargaba el temor en medio del diluvio sin dejar a un lado la preocupación por sus vecinos. “Al llegar a la casa, vimos que todo estaba devastado. Fue horrible la sensación de tristeza y desolación. A medida que me acerqué a mi casa, entre toda la tristeza, sentí un gran alivió al ver y saber que mis vecinos estaban con vida. Es muy triste saber que otros no tuvieron la misma suerte y hay muchos muertos y desaparecidos”.
No obstante, Adriana resaltó con asombro las labores de búsqueda y rescate por el impresionante despliegue que se desató desde esa madrugada. Los primeros en emprender la exploración para dar con los heridos y atrapados en los techos de las casas fueron los pobladores de la comunidad de Las Tejerías que no fueron afectados gravemente. Más adelante, se sumaron los demás refuerzos. “Todos los cuerpos de seguridad, del estado y Gobierno nacional. A pesar de toda la tragedia, es reconfortante saber que todas esas personas están preocupadas y se ocupan de ayudar en estos momentos”.
La mañana del 9 de octubre, Adriana constató que su vivienda era la única de la calle donde reside que quedó en pie. “Me dirigí hacia los lados de la entrada de El Béisbol para saber de mis amistades, personas que son como mi familia, y fue muy doloroso ver que esa zona estaba tan maltratada y que eran incontables las cantidades de casas que se había llevado el agua. En ese momento supe que las pérdidas humanas eran demasiadas”.
Adriana no pudo regresar a su hogar, la embestida del deslave aunque no lo destruyó, lo dejó inhabitable. “Estoy resguardada con una tía porque a pesar de que mi casa está en pie, fue declarada de alto riesgo y la estructura quedó muy maltratada ya que muchas de las casas que arrastró el río golpearon las bases y causaron daños en la infraestructura”.
“A pesar de todo siento que el apoyo ha sido muy grande y están trabajando muy duro para poder proveer lo necesario. La luz fue restablecida en varias zonas el mismo domingo en la noche. A pesar de que las torres de comunicación se cayeron, han hecho lo posible para restituir la señal y así poder estar comunicados”, agregó.
Por fortuna para Adriana y muchos de los sobrevivientes en Las Tejerías, tanto las autoridades y vecinos de otros estados, se han abocado a brindar asistencia ante esta precaria eventualidad.
“Se han encargado de que nos llegue agua potable, comida y las cosas que hemos necesitado. Aunque en algunas zonas, por lo lejos que están del pueblo, ha costado más que lleguen las ayudas. Están trabajando para que todos puedan recibir los insumos”, puntualizó.
El desastre en Las Tejerías es un constante recordatorio de que nada puede contra el poder de la naturaleza. Pasarán las semanas, meses y años y seguirá la incógnita de si estas tragedias podrían evitarse. Para los sobrevivientes, el resurgir entre los escombros y retomar su vida a pesar de las incontables pérdidas humanas y materiales, será su único camino a trazar.