Este viaje tiene la particularidad de asumir la hipótesis, empíricamente no comprobada de la “redondez de la tierra”.
Viajar al oeste y regresar por el este, hazaña que terminan por demostrar, el no menos famoso viaje de Magallanes-El Cano. Así se venció otra leyenda de la antigüedad, la del “mar tenebroso” y el “finis terre”.
El motivo de estos viajes era abrir rutas comerciales y aprovechamiento de probables riquezas (especies, metales preciosos, etc.). Lo del “descubrimiento, resistencia indígena, encuentro, son discusiones bizantinas muy posteriores, de sesgo ideológico y político.
La humanidad y la “razón” siempre han buscado “descubrir”, no otra cosa es la ciencia, “conocer lo no conocido”. Igual que se estudian los secretos del cuerpo humano, de la naturaleza y el cosmos. El afán de conocer y avanzar y desarrollar una consciencia de la realidad más racional y menos mítica y sustentada en leyendas.
Juzgar y a posteriori al “hombre Colón”, tumbar sus estatuas, no tiene sentido, es simple ignorancia y barbarie. Objetivamente fue el navegante que se atrevió a explorar lo desconocido, indistintamente sus motivaciones y consecuencias. Como si algún día se llegara a “una guerra de las galaxias” y se le atribuyera responsabilidad a Yury Gagarin, el primer cosmonauta, cuyo valor y coraje permitió demostrar que era posible “estar” en el espacio a un ser humano.
Primero fue Orbe Novo, el nombre América vino después y ningún pueblo indígena tenía conocimiento y consciencia de la totalidad física del continente que habitaba y mucho menos del resto de los continentes. En 1492 se inicia de facto la economía-mundo o la globalización, proceso irreversible y en pleno desarrollo.
La humanidad siempre va hacia adelante, aunque no sepamos su destino final.
Siempre entre la utopía y la distopía, como una contradicción o dialéctica o lógica de la historia, necesidad de certezas de los seres humanos. La historia de los “viajes de descubrimiento” desde siempre forma parte del proceso civilizatorio que ha permitido a la humanidad conocer su Casa Común, lo que los griegos llamaron, ecúmene.