Minería ilegal, el veneno que está acabando con las entrañas de la Amazonia venezolana y brasileña

Minería ilegal, el veneno que está acabando con las entrañas de la Amazonia venezolana y brasileña

En Roraima, Brasil, hasta 9 de cada 10 habitantes de los pueblos indígenas locales han consumido agua contaminada por mercurio, utilizado por la minería de oro ilegal. © Alejandro Saldivar

 

En los ríos del Amazonas de Guyana, Carlos, un venezolano de 40 años, gana 5.000 reales al mes (unos 1.000 dólares) extrayendo oro de manera ilegal. Dice que en los últimos cuatro días de trabajo, él y cuatro mineros más juntaron 143 gramos de oro para “el patrón”. No dice quién es su jefe pero cuenta que ese hombre, sin ir a la mina, vendió esos 143 gramos en más de 11.000 dólares. Para amalgamar los granos de oro dispersos en pequeñas piedritas, y así transportar el oro, los mineros necesitan mercurio, que por su toxicidad, está prohibido en casi todo el mundo. Carlos lo consigue a 5 dólares el gramo.

Por France24





Carlos cuenta que es mucho lo que se ve en la selva. En su celular tiene imágenes del mercurio, de las piedras de oro, de un leopardo blanco que acaba de cazar, de camiones gigantes remontando, de una retroexcavadora hidráulica CAT 320, de camiones alemanes marca MAN y de lanchas cargando bidones con combustible. Cuenta que cada siete meses, tiempo que le lleva juntar unos 4.000 dólares, se va a pasar un mes con su familia, que lo espera en Boa Vista.

Boa Vista es la capital del Estado de Roraima, Brasil, a pocos kilómetros de la frontera con el oeste de Guyana y el sur de Venezuela. En el aeropuerto local, en la sala donde se retiran las maletas, hay un cartel que dice: “bienvenidos a la nueva frontera del agronegocio”. En la plaza central de la ciudad hay, erigida con orgullo, una estatua de madera, aluminio y cemento: el “monumento ao garimpeiro”, como se llama a los buscadores de oro en Brasil.

Para muchos, la minería es la única manera de tener un salario. Es el caso de Francisco, un venezolano de 29 años, que habiendo sido minero, él y su familia comparten refugio con víctimas de la minería ilegal. Francisco cuenta que hizo tanto minería de piedra como minería de aluvión en el Callao, Venezuela: “el azogue, o mercurio, es el que se encarga de recoger el oro”. Francisco por momentos suena obsesionado por el oro pero cuenta por qué llegó a Boa Vista: “Algunas amistades mías murieron en la mina, por eso decidí apartarme de esa vida”.

Bajo el nombre de ‘Operación Acolhida’ hay una fuerte ayuda humanitaria coordinada por el ejército de Brasil y ACNUR-ONU entre otras organizaciones, para dar refugio a decenas de miles de migrantes y refugiados venezolanos que han llegado a Brasil en los últimos años. Thaís Menezes, oficial de Relaciones Institucionales de ACNUR-ONU, informa que cuentan con espacios para albergar poblaciones indígenas y otros para poblaciones mixtas no indígenas: “tenemos capacidad para acoger a 10.000 personas”. Francisco, por ejemplo, vive junto a su esposa y sus dos hijos en una “unidad habitacional” con estructura de acero, de 17 metros cuadrados, con cuatro ventanas y paredes de plástico.

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