El 20 de octubre de 2017, me sumé al selecto club de la “abuelitud”. Esto ocurrió, cuando nació mi primer nieto, Mathías Alexander, posteriormente, el 5 de enero de 2020 me llegó el segundo regalo, Matteo Alessandro. Desde entonces, mi hija Nohelia, y yo, hemos sostenido enconadas disputas sobre el porqué, al primer nieto, le celebré su advenimiento, escribiendo un artículo que llevó por nombre, Llegó Mathías y al segundo lo ignoré olímpicamente, según ella. Creo que, en este filial asunto, existen algunas circunstancias concomitantes que han llevado a que los hechos se desarrollen de la forma como lo han hecho.
La situación que pareciera inclinar la balanza hacia la preferencia por mi primer retoño fue que, cuando él nació, sus padres vivían en Venezuela, lo cual me facilitó el estar a su lado para el momento del parto. Esta feliz circunstancia me permitió cobijar entre mis brazos a Mathías desde el momento mismo del alumbramiento. Etapa que se prolongó en el tiempo, hasta que las difíciles condiciones socioeconómicas provocaron que la pareja Brito-Álvarez, con su pequeño hijo, debiera abandonar el país para radicarse en Europa, continente que, pese a los tropiezos iniciales, les abrió los brazos y hasta ahora los ha apoyado en su desarrollo personal y profesional
El advenimiento de mi segundo nieto se produjo dentro de un ambiente no muy feliz, por decir lo menos. Por primera vez, yo no estaría al lado de mi hija en un importante acontecimiento de su vida. En segundo término, un parto de elevado riesgo, nos hizo temer por la vida de la madre y del neonato. En varias oportunidades contuve la respiración y escondí las lágrimas para no entorpecer el proceso, más aún cuando estaba asistiendo como espectador pasivo desde la distancia. Después del nacimiento, los primeros días fueron terribles para el recién nacido. Lo tercero y también muy importante es que, a Matteo solo lo conozco por internet. El vínculo filial se encuentra allí, pero las videoconferencias no sustituyen, ni sustituirán nunca, la interacción y el calor humano. Para finalizar este punto, dejo un comentario que hacía mi difunta madre: “El primero y el último hijo, siempre tendrán un lugar muy especial en nuestras vidas”. Injustamente, pareciera que los intermedios quedan un poco relegados.
El 22 de octubre del 2022, a las 10 am, hora de Venezuela, nació en Aveiro, Portugal, mi tercer nieto, con la feliz circunstancia de que se nos cumplió el deseo de que en esta oportunidad fuera una niña. Espero que, de esta rama familiar, Mía Isabella sea el último representante, porque de lo contrario, en vez del dicho, “a la tercera va la vencida”, arribaremos a, “no hay quinto malo” lo que implicaría, montar un equipo de básquet en casa. De mi hermosa nieta tengo muy poco que contar, todavía, ya que, las redes sociales son poco prolijas en incentivar sentimientos y emociones.
Mi padre me decía que la vida era una tómbola, mientras me contaba que un ratón educando a su vástago le explicaba: “Sabes por qué te digo que la vida es una rueda, porque las mujeres tienen miedo de los ratones, nosotros tenemos miedo de los hombres y los hombres tienen miedo de las mujeres”. Para rubricar el comentario y también el escrito, yo creo que, la vida, el destino, la providencia o una fuerza superior pareciera ir dibujando el curso de nuestras vidas y llevándonos por unos caminos enrevesados, muy difíciles de entender a simple vista. Les cuento que, el 23 de julio de 1955, en la parroquia de Alfena, municipio Valongo, distrito Oporto, Portugal, nació Palmira Pereira, mi difunta esposa. A la edad de 4 años, acompañando a sus padres, cruzó el Atlántico y aterrizó en Venezuela, donde hizo su vida hasta su partida al cielo, el 28 de marzo del 2008. Hoy en día, casi 60 años después, Nohelia Rocío, nuestra hija, cruzó el Atlántico, pero, en sentido inverso al de su madre, para asentarse en Aveiro, ciudad que dista 70 kilómetros del lugar donde nació su madre. Definitivamente, la vida es una rueda y alguien fuera de ella, la va conduciendo imperceptiblemente.
Concluyo dándole la bienvenida al mundo y bendiciones a nuestra princesa portuguesa, Mía Isabella y narrándoles un hecho anecdótico, Mathías, nació en Venezuela, sus apellidos son, Brito-Álvarez. Matteo nació en España, sus apellidos son: Brito-Álvarez. Mía, quien acaba de nacer en Portugal, legalmente sus apellidos serán: Álvarez-Brito, debido a que, en el país luso, el apellido materno debe anteceder al paterno. Curioso ¿No?
*Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
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