Esta afirmación fue acuñada por Antonio Luis Cárdenas, ministro de educación en 1994, después de la destitución del presidente Carlos Andrés Pérez, durante el gobierno de transición de Ramón J. Velásquez. Ratificado en el segundo gobierno de Rafael Caldera (1994-1999), su trayectoria le valió muchos reconocimientos. Como educador impulsó la necesidad de mejorar la calidad en la enseñanza. No es de extrañar que fuera el primer Rector de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) entre 1983-1988 y uno de los idearios del proyecto de creación de esta institución, como escribiera Angley Vivas al reseñar su muerte el 10 de mayo de 2017.
Su más innovador proyecto fue el sistema de Escuelas Integrales del Estado Mérida, creado por el gobernador Jesús Rondón Nucete en 1990 como parte del “Programa para el Mejoramiento de la Educación Preescolar y Básica del Estado”, aunque otros han señalado a Benicio Torres como su creador. Cárdenas definió así (29/07/2012) los objetivos generales: “el afianzamiento de la democracia y el desarrollo de la personalidad, sustituir la escuela tradicional por una escuela activa y sin dogmatismos y desarrollar la reflexión, la imaginación, la iniciativa y la originalidad”. Para él “los maestros son la piedra angular del sistema educativo” y si no hay buenos maestros, aunque haya excelentes programas y magníficos locales bien dotados, la educación no será de calidad.
Para lograrlo, la estrategia fue escoger a los maestros por concursos de oposición en los que se evaluaban los conocimientos y, especialmente, la ortografía, la redacción y la lectura comprensiva. En cuanto a los maestros que ya estaban trabajando, se hizo una cuidadosa evaluación y se mejoraron mediante seminarios los fines de semana. Para asegurar el mejoramiento permanente, se creó el Centro Regional de Apoyo al Maestro. El programa estaba dirigido, en primer lugar, a la población en estado de pobreza crítica clasificada como grupo V por Fundacredesa (Fundación Centro de Estudios Biológicos sobre Crecimiento y Desarrollo Humanos), en segundo lugar, al grupo IV que comprende la población de pobreza relativa y, por último, a todas las escuelas.
De los objetivos específicos, el sentido del logro que movió esta iniciativa para un cambio social institucional, estructural y equitativo, es claro: la superación de la población, elevar su nivel cultural, darles a los niños las bases para que, al terminar sus estudios, pudieran realizar un trabajo productivo y participar del bienestar y la justicia social. Entre las primeras acciones estuvo el acondicionamiento de los locales. Las escuelas tienen que ser acogedoras y funcionales, un sitio donde provoque ir y sea placentero estar. Los niños de las clases menos favorecidas deben tener en la escuela una compensación en relación con las precarias condiciones de sus viviendas. Las escuelas integrales estaban provistas de todo el material didáctico necesario para su calidad. Para el preescolar y los seis primeros grados se crearon las bibliotecas de aula. Una para cada aula de acuerdo con el grado. Estas bibliotecas tenían libros de texto, de recreación y de consulta, así como folletos, revistas y otros materiales didácticos y estaban permitidos los préstamos entre los diferentes grados.
Como las escuelas integrales trabajaban de 8 a.m. a 4 p.m., los maestros almorzaban con sus alumnos. El que los maestros almuercen con sus alumnos en el aula es clave; ese es el mejor momento para enseñarles cómo comportarse en la mesa y el por qué es necesario que la comida sea variada para que consuman proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales, es decir, todo lo necesario para la salud. Esto es más importante hacerlo con los niños cuyas familias pertenecen a las clases E y D. Los alumnos cuyos padres no podían darles el desayuno en sus casas, tenían que llegar a la escuela a las siete y media para desayunar. Para la preparación de la dieta diaria y para la supervisión de la calidad de las comidas, tuvieron la colaboración de las dietistas del Instituto Nacional de Nutrición y de la Escuela de Dietética de la Universidad de Los Andes.
Entre las satisfacciones de esta experiencia Cárdenas pudo comprobar que, si a los niños de los sectores pobres de la población se les dan los mismos recursos para el estudio que tienen los niños de los otros sectores, rinden igual o más que ellos. Que los maestros de las escuelas de los sectores pobres (barrios), con un buen programa de talleres o seminarios a cargo de buenos docentes con experiencia que los motiven y orienten, en poco tiempo superan sus fallas. Pero destaca la diferencia entre desarrollo y subdesarrollo: “Lamentablemente en Venezuela no hay continuidad administrativa y cuando se produce un cambio, por ejemplo, de un gobernador, especialmente si es de otro partido, como sucedió en Mérida, se abandonan los proyectos que estaban en marcha.”
Hoy el panorama es desolador. Colapsó el sistema educativo nacional. La presentación reciente del informe de la Universidad Católica Andrés Bello 2021-2022 del Sistema de Evaluación de Conocimientos en Línea (Secel), reveló que los estudiantes de secundaria no poseen las habilidades necesarias en áreas fundamentales de la educación. La brecha de aprendizaje por el deterioro entre sector público y privado se ha agudizado, aunque 84,73% de los participantes en la evaluación estudian en colegios privados y solo 15,27% en los públicos.
Destacamos dos conclusiones: en el área de matemáticas, 67,70% de los estudiantes reprobó. En las instituciones privadas la calificación promedio de los alumnos fue de 9,80 puntos sobre 20 y en las públicas, de 7,87 sobre 20. En habilidad verbal el resultado fue 60,98 % de los alumnos reprobados. La calificación global promedio entre los estudiantes de colegios privados fue de 10,48 sobre 20 y en los de instituciones públicas, de 8,20 sobre 20 puntos. “Nos estamos jugando los próximos cien años del país”, afirmó el director de la Escuela de Comunicación de la UCAB, Carlos Calatrava. ¿Cómo revertir esta catástrofe?