“He sido rica y he sido pobre, ser rica es mejor.” Sophie Tucker, citada de Axel Capriles, El complejo del dinero, Torvic, España, 2004.
La filósofa española, profesora de Ética de la Universidad de Navarra, Adela Cortina, escribió un texto que trae a colación un fenómeno psicosocial, por así llamarlo, cada vez más frecuente e interesante. Lo tituló, “Aporofobia, el rechazo al pobre: Un desafío para la democracia,” (Paidos Ibérica, España, 2017).
Me viene al espíritu la cita, mientras leo y escucho los denuestos que con relación a los migrantes venezolanos se permiten altos dirigentes y dignatarios del estado de Florida en Estados Unidos de América. La secuencia es más grave; el gobierno de Biden dispuso el rechazo, la devolución de miles de ellos, quienes se han atrevido a encarar todos los desafíos, con tal de ganarse el ingreso en Norteamérica e iniciar un complejo periplo cargado de exigencias y sacrificios, pero aceptables los susodichos, piensan los aludidos, con tal de trabajar y progresar.
Los que han llegado creen que hay futuro para ellos allí. Parecen más bien refugiados y ya eso le da una naturaleza diferente al asunto y señala con su dedo acusador a los que se llenan la boca hablando de libertad y solidaridad, pero, no asumen el compromiso de militar con otros en la idea de humanidad que comienza con el trato a otros como lo aspiraríamos para nosotros, viniendo de ellos y, por cierto, de eso se trata la dignidad de la persona humana.
Más de siete millones de los nuestros se han ido huyéndole al desastre que ha significado la revolución de todos los fracasos; esa que llegó cual oclocracia, de la mano de un militar aventurero y se fue trastocando en kakistocracia. Ruina, atraso, miseria, desarraigo, son su legado y nadie, por respeto a la verdad, puede osar en negar lo que la evidencia racional y la objetividad muestran.
Entretanto, converso con el abogado César Pérez Vivas, aspirante a competir en las primarias de la oposición y de ser preferido por los electores, fajarse contra el grupo de poder madurista, sin dudas responsable de lo que de un tirón nos convirtió en algo más de dos décadas, en el país más empobrecido de América Latina, compitiendo con Haití y ya eso es dramático, patético, decirlo.
Regresó César de darle una vuelta completa al país. Venía sin embargo de visitar Amazonas, Apure y parte de Guárico la semana que concluía y estaba tocado ante las condiciones de vida, las carencias, las dificultades con que se había encontrado. La impresionante pobreza que caracterizaba a prácticamente todo el espectro nacional.
Le comenté que no podía ser de otra manera; la caída estrepitosa del producto interno bruto, en una década, por el orden de 70% solo era comparable con países en guerra como Siria. Me respondió con pesar que esa situación penosamente podría esperar hasta 2024 y acotó que, si resultaba electo, su plan económico suponía una profunda revisión de la política económica para devolverle al país su perdido dinamismo, pero, me repitió el gocho que algo urgente habría que hacer con el salario porque la gente tiene hambre, las mujeres y los niños se ven desnutridos, hay un rostro calamitoso en muchos y no pueden esperar sin atención.
Comprendí la angustia de mi amigo y cuando me siento ante mi PC a escribir mi artículo semanal me percato de que a veces los significados más elementales deben ser vistos comparativamente para dejarlos claros ante nosotros mismos. Me refiero a eso que conocemos como salario y que sencillamente, sin pretensiones y para mejor entendernos, precisaré que se trata del valor o quizá la contraprestación que se recibe, por el trabajo, el esfuerzo, la dedicación que se dispensa ante el empleador.
Es pues uno de los precios de la economía, por así decirlo; igual que el que pagamos por la mercancía, también eso que cancelamos por la divisa, tanto como el que pagamos o se nos retorna en el mercadeo de dinero, pero, el más importante de todos es el salario de todos y de cada cual, aunque sabemos que se trata de un sistema y todo está relacionado.
Hace unos días se llevaron a cabo reuniones de análisis, con la presencia de la OIT, el sector empresarial nacional y representantes del régimen y referidos al salario; pensando en la manera de recuperarlo porque está en su más bajo nivel desde que se llevan estadísticas en Venezuela.
Un cuadro comparativo extraído del informe coyuntura de la Cepal en 2022 muestra como el salario más bajo de todo el continente, de Latinoamérica y el Caribe es ese que se paga en Venezuela, muy inferior a Cuba, a la que entregamos decenas, miles de barriles de petróleo periódicamente, a Haití que, como antes dijimos, es una suerte de estado fallido.
Algunos piensan que para superar esta tormenta perfecta que reunió el llamado socialismo del siglo XXI que nos trajo el carisma estólido de Chávez y nos ha suturado el epígono Maduro, rodeado de estultos dedicados a lucrarse personalmente y a cambio, sostener este esperpento de kakistócratas, hay que asumir una suerte de capitalismo salvaje, implacable, crudo, sin ninguna concesión a la equidad y a la justicia social.
No deja de ser verdad que la demagogia y el populismo fueron palas que junto a la corrupción, el dispendio, el manirrotismo y la más crasa ignorancia de la teoría económica, cavaron la fosa en que nos hallamos hoy; empero, ante el cinismo, la falta de escrúpulos y la necesidad de contar con nuestro mundo ciudadano sin discriminación, para poder superar el cataclismo y lograr la reconstrucción, la regeneración, la resurrección de nuestra nación que, debe quedarnos claro, es primero que todo, nuestra gente, nuestro pueblo, al debemos cuidar celosos la sustentabilidad del proyecto económico pero no solo en lo estratégico sino también en lo táctico.
Entendí entonces la propuesta de César Pérez Vivas de arribar al poder y echar andar una política de economía social de mercado, apertura a la inversión extranjera, apuntando a nuestras ventajas comparativas en materia de energía y minería, llamado y ambiente favorable para el reinicio y desarrollo con Estados Unidos de América, la Unión Europea y países que como Corea del Sur, Japón, Israel pueden asistirnos en materia tecnológica y en un programa de diversificación de la producción.
Sin embargo, hay que detener la hemorragia humana que nos desangra a diario, se nos va nuestra población a todo evento y no hay incentivo para que no lo hagan. Las condiciones de vida son calamitosas y no solo no hay trabajo, sino que el salario que se paga es menos que miserable. Obviar este elemento para no lucir sino ortodoxos neoliberales, es a nuestro juicio, contrario a la ética sobre la que se soporta el modelo con el que quisiéramos discutir con la ciudadanía y legitimarlo con ella.
Idear y programar un giro total en nuestra economía tomará tiempo e ingentes sectores están clamando de ayuda humanitaria inclusive; por lo cual será necesario solicitar toda la ayuda posible de la organización internacional y de los entes multilaterales para detener la caída estrepitosa del Índice de Desarrollo Humano y estimular desde el inicio la demanda, elevar los salarios y revisar como lo afirmó en días pasados, Jorge Roig, las relaciones entre empresarios, trabajadores y gobierno desde donde se actualizaría la normativa laboral y el adecentamiento de la justicia laboral, en este momento, inexistente y sesgada, entorpeciendo el juego de equilibrios que reclama y otorga como resultado, un crecimiento perpetuo para salir como dijimos antes de la fosa donde nos metieron los errores y la irresponsabilidad de quienes han detentado el poder por 23 años ya.
No obstante, concebir, programar y cimentar una seguridad social del primer mundo es lo que debe perseguirse para el mediano y largo plazo. Con salud para todos y cada uno, la perspectiva del venezolano que recién ingresa en el mercado de la vida, ganaría su aliento, su apoyo, su sostén al esfuerzo nacional ciudadano, sin el cual, no despegaríamos y deseamos más que eso. Queremos rebotar sobre este presente que sigue siendo el pasado y nos anula y hacer historia de nuevo, construyendo un futuro que nos han negado y nos niegan lo sátrapas que se disfrazan de revolucionarios izquierdistas y progresistas, en este trance de la mediocridad.
@nchittylaroche