El Nuevo Herald contó que de toda la depravación que soportó mientras estuvo preso en Venezuela, Osman Khan dice que nunca olvidará las sonrisas en los rostros de sus torturadores. Cuando los oficiales de inteligencia militar interrogaron al estadounidense de 24 años, exigiendo saber si era un espía y cuál era su posición sobre un sistema político venezolano del que no sabía nada, se rieron mucho. En el momento que los guardias venezolanos le apuntaron con una pistola para obligarle a escribir una serie de palabras al azar que luego supo que fueron usadas en su contra, los oficiales bromeaban entre ellos. Y cuando Khan fue detenido por primera vez, llevado a una casa indistinta en un área residencial cerca de la frontera con Colombia, tres oficiales también reían entre dientes cuando repentinamente le propinaron un golpe que le llevó a caer al piso para luego postrarlo sobre una camilla de metal donde lo amarraron.
Por Panas en Utah
“Me pusieron un trapo encima que olía a gasolina”, dijo Khan a McClatchy y al Miami Herald en su primera entrevista desde su liberación. “Comenzaron a verter algo sobre mí y simplemente comenzaron a ahogarme. En serio pensé que iba a morir”.
“No es como que querían seguir preguntándome”, agregó Khan. “Simplemente siguieron haciéndolo y haciéndolo, y parecía que les estaba dando placer”.
Khan fue uno de los siete ciudadanos estadounidenses detenidos injustamente en Venezuela que fueron liberados en un intercambio de prisioneros entre Washington y Caracas el 1 de octubre. De todos los liberados, era el más joven y quizás el menos preparado para el trauma al que fue sometido. Recién graduado de la Universidad de Florida Central, Khan todavía sufre los efectos de su detención y tortura, las cuales le provocaron convulsiones regulares que padece hasta el día de hoy.
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